Sita Yzern La naturaleza por dentro
Por Ángel Alonso
Existe, dentro de las infinitas posibilidades de la pintura, un curioso modo de representar la naturaleza que convierte lo figurativo en abstracto, es una especie de focalización, una concentración profunda de la mirada en la materia. Esta mirada trasmuta, paradójicamente, la propia condición material de lo observado; parece elevar la velocidad de sus átomos tornándolo cada vez menos denso, hasta convertirlo en éter, es decir, en espíritu. Es una suerte de alquimia.
El ímpetu del Expresionismo está presente en esta obra
Sucede con las marinas de Emil Nolde, por ejemplo, o con sus nubes tempestuosas. Cuando Nolde pinta el mar las grandes masas de color azul ocupan toda o casi toda la superficie del lienzo, mientras que las nubes que cualquier otro pintor colocaría encima quedan reservadas para otros cuadros, en los que solo habrá nubes; entonces lo que vemos, así de árido y sin la referencia de su opuesto, más que agua o nubes, es una imagen casi abstracta, aislada e interna.
Lo figurativo, lo que vemos, está fuera, mientras que lo que pensamos y sentimos queda definido por lo abstracto como metáfora de lo que está dentro. Sabemos que es el mar, por supuesto, no es una imagen puramente abstracta, no es Kandinsky ni Mark Rothko, pero el pintor se ha acercado tanto a ese mar como Georgia O´Keeffe se acerca a las flores, trascendiéndolas y cambiando su significado. Es esta específica manera de aproximarse a las formas externas la que encuentro en la obra de Sita Yzern.
Para esta artista. Pintar es meditar, y lo que acontece en la obra no es tanto a partir del “hacer” como del “ser”
La artista manifiesta sentir una especial espiritualidad al acercarse a la naturaleza pero… ¿es el paisaje poseedor de ese poder místico o es la artista quien atribuye al entorno natural esa espiritualidad? La propia pregunta implica una polaridad que no existe en la naturaleza. La armonía natural se opone a lo binario y Sita lo manifiesta en sus cuadros, en los que el espejismo de los opuestos deja de existir.
Sita se siente cercana a la primacía del sentimiento sobre la racionalidad que emana del Romanticismo alemán, este destaca el aspecto dramático de la naturaleza como fuerza destructiva desde la literatura, característica que también se puede palpar en la pintura del romanticismo en general. Está misma pasión y sentido de libertad es heredada luego por los expresionistas.
El proceso de partir de la naturaleza y arribar a una “abstracción no totalmente abstracta”
Georgia O´Keeffe negaba con rotundidad el carácter erótico atribuido a sus flores, que semejan genitales femeninos. Pero una cosa es lo que el artista dice y otra lo que hace. Esta lectura de sus obras era muy coherente con su actitud en la vida, pues fue una de las primeras mujeres en oponerse al uso del corsé; muchas feministas abrazaron el contenido sexual de su obra como una reivindicación. La negativa de Georgia a la existencia de un simbolismo carnal en su obra no la hace ni menos feminista ni menos afrodisíaca, porque como decía Gertrude Stein “Rosa es una rosa es una rosa”.
El proceso de partir de la naturaleza y arribar a una “abstracción no totalmente abstracta” es común a Georgia y a Sita, pero con frecuencia en Georgia seguimos reconociendo fácilmente la flor mientras que Sita se distancia más de su modelo. Por ejemplo, en “Verge de les roques” (Acrílico sobre tela) el título desempeña un papel fundamental, pues sin este elemento el cuadro resultaría totalmente abstracto.
En el sentido propiamente formal, el tratamiento pictórico de elementos como la piedra o el agua, nos deja percibir esta actitud de mago que antes atribuimos al expresionista Emil Nolde. La delicadeza del color en “Punta del cim” (otra tela) es un buen ejemplo de esta habilidad transmutadora: el aspecto narrativo del cuadro pasa a segundo plano con el objetivo de priorizar la cualidad táctil del material representado. Aparentemente no hay guion, no hay dramaturgia, no acontecen acciones…, pero es precisamente esa serenidad en medio del huracán la que nos deja adentrarnos en la trama, porque hay una dramaturgia, pero no es la esperada, no es la de Hollywood. La narración es otra aquí, y se logra a partir de una quietud, de una actitud meditativa justo en el ojo del ciclón. La pincelada, en ocasiones suelta, a veces más controlada, discursa desde su interior con seguridad y autenticidad. Para Sita pintar es meditar, y lo que acontece en la obra no es tanto a partir del “hacer” como del “ser”