Bellas Artes
minutos:segundos
Artista cubano que crea con depurada y cortante expresión obras que trascienden el mero simbolismo, van más allá de la imagen y golpean profundamente. Los fondos son siempre profundamente dramáticos casi para integrar un patetismo creciente en el observador, las notas son intensas, siempre originales y refinadas hasta en las referencias animistas a la curandera y a los ritos que reviven las tradiciones de los esclavos africanos, un arte sin velos que se desliza en la erótica tensión carnal atravesando la materia del cuerpo convirtiéndose en espiritualidad.
El artista a veces se siente atraído por miradas y cuerpos que, al encontrarse con el lente, comienzan a hablar y así revelan antiguos relatos encerrados en los pliegues de la piel, arrugas que trazan caminos dramáticos aún sumidos en la desesperación. No sólo el dramatismo, Jesús es capaz de plasmar hábilmente en imágenes temas candentes como la pobreza y la constricción, miradas que anhelan la liberación de una vida llena de penurias y dificultades, la historia del fuerte y orgulloso pueblo cubano.
Los símbolos emergen con energía y siempre están llenos de significados arcaicos, fruto de una cuidadosa y madurada investigación cultural en su recorrido artístico. Como en un plató de cine, Jesús ensambla objetos que reivindican su función pero la visión de conjunto lanza un mensaje aún más fuerte como el monólogo de un actor que abruma al público con una potente voz hasta el aplauso final.
Jesús se sirve de un personaje fuertemente inclinado a la provocación que suscita en el observador con diferentes medios y herramientas como experto conocedor del alma humana. Jesús observa la vida en su fluir y describe esos momentos fugaces, esos pensamientos que cruzan la mente con destreza y audacia, sus imágenes explicitan conceptos y un íntimo análisis emocional, casi una anamnesis del ego, un viaje entre cuerpo y alma donde Eros se encuentra con Thanatos sin parar.
Jesús deja que los objetos expresen hasta los secretos más ocultos porque no se contenta con emocionar sino que va más allá, quiere entrar en el observador dejándole una señal, como si fuera su firma.
La cámara se convierte así en un bisturí del alma, horadando certezas y apariencias, convenciones y tabúes. Esta es su magia, esta es su manera de ensamblar y luego destruir como el hombre se destruye a sí mismo.• ■
.
Comenta el artículo. Gracias