Hay seres que son entes de luz, nacen con la vocación y con la cualidad de crear, de fabular, de mostrarnos a través del arte realidades concretas y fantasías abstractas. Pueden, algunos, tejer con las palabras narraciones y versos para dar vida a las ficciones más inverosímiles con las que suspender la incredulidad en el lector o en el espectador o, al mismo tiempo, describir la realidad sin vestigios de imaginerías; otros lo hacen con la ayuda de un lienzo, de pinceles y colores, de un cincel o de un buril, de una cámara de fotos o una cámara de cine. Y luego están aquellos en los que la necesidad de crear es tan grande, en los que el geniecillo de lo artístico está tan arraigado en su adn, que se convierten en artistas multifacéticos. Ese es el caso del creador al que voy a dedicar esta breve crónica.

Ángel Antonio Moreno Mayor (Cárdenas, Matanzas, Cuba, 1947) es poeta, narrador, periodista, editor y pintor. Ha publicado un buen número de libros de poesía, de testimonios y de cuentos, y es autor de variedad de artículos y ensayos, pero no es de su faceta literaria de la que quiero hablar sino de su faceta como artista plástico.

Moreno llegó al mundo de la pintura ya algo maduro, cuando su labor como poeta (y narrador) estaba completamente consolidada. Y creo que esa necesidad, esa vocación de la que hablaba antes, de crear, lo llevó por estos nuevos derroteros.  En sus primeros trabajos, con una capacidad intuitiva arrolladora, ya se podían observar su fuerza y su ímpetu creativo, eran obras realizadas sobre cartulina satinada  donde utilizaba tinta de imprenta, aplicada, esta última, con pincel o con espátula, y en las que, con un cierto empuje expresionista, transitaba entre lo figurativo y lo abstracto. Con trazos anchos, espontáneos pero firmes,  jugaba con las texturas y el cromatismo para dar vida a paisajes del campo cubano,  donde quizás podamos encontrar alguna que otra reminiscencia con la paisajística de esa grande de la plástica cubana que es Flora Flong. No hay imitación, es solo una ligera concomitancia. En la obra de Flora la cultura china se hace notar por medio de ciertos caracteres simbólicos que reafirman su identidad hereditaria, en el caso de Moreno es solo pulsión expresionista para mostrar de manera metafórica su hábitat circundante. Con este mismo ímpetu creativo aborda también el paisaje interior del hogar o los retratos y desnudos femeninos. Más tarde habrían de venir sendos homenajes a Mariano Rodríguez y a Wifredo Lam, donde con un estilo propio, bastante reconocible, Moreno reinterpreta los gallos de Mariano Rodríguez y las figuras antropomorfas y afrocubanas de Wifredo Lam. Y luego, poquito a poco, su obra se va  consolidando y alcanzando un cariz más personal, y él, como pintor, irá perfilando aún más su estilo, a la vez que se lanza a la búsqueda de nuevos temas y de nuevos soportes pictóricos, hasta incursiona en lo digital con gran acierto.