Las pinturas más recientes de Crisel Lo Cartaya (1969) poseen una apariencia caótica bajo una estructura bien organizada. Ese orden dentro del caos, determinado en la imagen por un uso inteligente de la tensión espacial y la combinación de diferentes lenguajes expresivos, trae como resultado un disfrute inquieto e intermitente, en el que el ojo se divierte sin reposo y la mente se debate en diferentes direcciones buscando una respuesta definitiva. Lo interesante es que la respuesta cambia a cada mirada, porque el espectador necesita dilucidar entre varios caminos, anzuelos de un juego bien ejecutado que provoca su reflexión.
Hay una conexión entre técnicas aparentemente incongruentes; zonas muy gráficas de líneas y colores planos se acompañan de otras volumétricas y realistas, elementos del pop y del comic aparecen mezclados con recursos propios del dibujo técnico, el texto protagoniza algunas de las imágenes en obras donde aparecen diversos tipos de apropiaciones… Esta constante intertextualidad, ese carácter provisional –«como de proyecto», declara la artista- hace que nuestra interpretación ocurra de forma accidentada, y es precisamente esa capacidad de hibridación la que nos proporciona el disfrute lúdico.
Son cuadros en los que aborda la realidad actual de su contexto, la inestabilidad propia de desesperados intentos por ordenar problemas demasiado grandes, cambios económicos abruptos, el contraste entre sentimientos de esperanza y desconcierto al navegar en un velero que sufre vientos huracanados para cualquier marinero. Su obra encarna esta realidad social sin descripciones literales sino a través de una dinamización de la imagen que se emparenta con la realidad en que vive, igualmente cambiante, igualmente ecléctica.
Es importante conocer la obra anterior de Crisel para comprender mejor la actual, pues continúan presentes en la que hoy realiza elementos en los que antes ya se había centrado, como en su instalación con proyección en el Barrio Chino habanero durante la X Bienal de la Habana. La valla fue aquí centro de atención, elemento de difusión de información oficial que ya había abordado en su tesis de grado en el Instituto Superior de Arte.
La artista mantiene su atención en este objeto que tanto ha sido utilizado para influir en las masas por su efectividad comunicativa. He hablado antes de que -a diferencia de en otros contextos- no es normal en Cuba ver una valla con un anuncio comercial. Si voy conduciendo y en mi camino encuentro anuncios de Coca-Cola, es eso lo que me influencia, pero si me encuentro carteles que digan Leer es crecer, por ejemplo, es eso lo que me influenciará. Y ese influjo es utilizado por el poder para trasmitir sus contenidos; a diferencia de las noticias de los periódicos, la valla es algo que lees sin proponértelo, el hecho de andar en la calle ya hace que la consumas. Crisel establece un juego de palabras entre valla y, ¡vaya!, esa expresión de asombro del cubano que deviene del verbo ir.
El juego de palabras siempre ha estado presente en la obra de nuestra artista; la actual serie se titula El peso de las ideas, título en el que la palabra «peso», más allá de su significado en relación a la fuerza de gravedad, alude a la moneda homónima. Aparece también, además de la valla, el pez, otro elemento que ha sido una metáfora constante dentro de su obra. No podemos olvidar las raíces asiáticas de la artista, y en la cultura oriental son muy interesantes las connotaciones del pez, significados que van mucho más allá de su importancia como elemento básico de la alimentación.
En China el pez significa felicidad y buen augurio desde la antigüedad, y quizás por ser tan veloz en el agua se relaciona con la libertad. Crisel lo encerró en una pecera en uno de sus cuadros y lo tituló Naturaleza muerta (otro ejemplo de un inteligente juego de palabras), la caja de cristal oprimía sus ansias de libertad, ese nadar intenso que remite a la emigración como escape.
Lúdica y perspicaz, sencilla y sonriente, Crisel Lo Cartaya nos muestra una obra reciente cuya madurez es consecuencia de una evolución paulatina. Los años de trabajo, la dedicación y la constancia, han solidificado esta nueva serie cuyo título hace honor a lo que en su obra cada vez adquiere más peso: las ideas.
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