Entre el macromundo y el micromundo

Palabras del artista sobre su obra

Por: Enrique Ávila

Desde mis inicios como estudiante en la Escuela de Arte, a la edad de doce años, siempre me sentí atraído por la espontaneidad y sorpresa que las manchas de pintura y las texturas podían ofrecer. La academia (sin embargo tan necesaria en esas primeras etapas para los alumnos) me resultaba entonces un poco dogmática, porque limitaba mis deseos de ir un poco más allá de lo que nuestros ojos están acostumbrados a ver.

Una vez graduado, para plasmar en mis obras la influencia de momentos soñados y vividos que me marcaron, he ido transitando por diversos períodos: expresionista, surrealista, abstraccionista, incluso en ocasiones he utilizado una mezcla de ellos.

Cuando me enfrento a un soporte en blanco, ya sea lienzo o cartulina, me concentro en el formato, si es horizontal o vertical, grande o pequeño, y comienzo a llenarlo con manchas y a componer el espacio, experimentando con todos aquellos recursos que me resulten novedosos y que dejen su huella, utilizando frecuentemente la técnica de la monotipia, el pincel seco y otros métodos más tradicionales como pintar directamente sobre la superficie con pinceles y espátulas, creando veladuras, degradaciones de luz y transparencias. Realizo todo tipo de texturas, tanto visuales como táctiles, tratando de lograr efectos armónicos y atractivos que materialicen, junto con los colores usados en as manchas y la intervención del pincel, la emoción que experimento en ese momento. El reto de lograr dominar el espacio vacío y crear un entorno donde anteriormente no existía nada es un placer para mí.

Me gusta incorporar planos yuxtapuestos y agujeros a manera de ventanas, sugiriendo con ellos entradas a otros espacios que parecen comunicarse. Juego con la curiosidad inherente al ser humano que lo impulsa a descubrir qué hay más allá de lo que apenas se insinúa. He practicado el buceo en aguas poco profundas y he quedado siempre maravillado con los increíbles paisajes que se encuentran sumergidos en nuestras costas, llenos de coloridos arrecifes de coral, plantas acuáticas, caracolas, esponjas y criaturas con apariencias extrañas, formas llenas de relieves que cambiaban constantemente con las entradas de luz proveniente de la superficie y movidas por el agua. Además, también encontré silencio y serenidad dejándome llevar por la corriente entre estas vistas tan singulares. Sentí entonces una urgente necesidad de trasladar a mis obras ese mundo oculto y apacible para ofrecerlo, como visto a través de un sueño, a quienes los observaran. 

He pintado temas de carácter social (en especial sobre la guerra y el cambio climático), así como fondos marinos y otros tipos de paisajes, vistas inusuales que podrían existir en algún lugar remoto. La figura humana, aunque de manera menos frecuente, también aparece en algunos de mis trabajos. Cuando realizo retratos respeto mucho los rasgos faciales que distinguen a la persona, pero sin dejar de utilizar también en ellos los elementos que son comunes en mi obra para realzar su expresividad e incorporar un contenido adicional

Las rocas y la luz son testigos del tiempo. Constituyen una parte esencial del mundo con el cual interactuamos. Su aparición se remonta mucho más allá de las primeras formas de vida y probablemente sobrepasarán también la existencia humana, creando en nosotros la ilusión de perdurabilidad, condición a la que estamos negados. Por ello de una forma u otra los represento en mis cuadros. 

También para mí hay una relación interesante entre el macromundo y el micromundo. Semejante a la forma en la que giran los sistemas planetarios alrededor de una estrella, giran también los electrones alrededor del núcleo del átomo, atraídos en ambos casos por la fuerza que mantiene orbitando unos elementos en relación con los otros.

Gracias a la tecnología actual, las imágenes de cuerpos celestes que hasta ahora se desconocían las podemos ver en detalle a través de fotos enviadas a la Tierra por los satélites y telescopios cada vez más potentes, similar a lo que ocurre con las imágenes captadas por microscopios de alta resolución, donde se observan estructuras que por su orientación y aspecto pudieran asociarse a las provenientes del espacio exterior. Si se utiliza un microscopio para inspeccionar una piedra o la piel de una persona, podemos advertir en la imagen su semejanza con la superficie de un planeta. Es sorprendente cómo tanto en el macromundo como en el micromundo están presentes y son comunes las formas circulares, esféricas o elípticas, y esa asociación me lleva a representarlas como una manera de manifestar empatía con la naturaleza. Son muy difíciles de encontrar cuadrados o cubos si no interviene la mano del hombre. Hay una conexión evidente entre cosmos tan distantes y cercanos, a la vez que parecen subdividirse hasta el infinito guardando siempre cierta similitud en su morfología

Trato de llevar a mi pintura estos exóticos mundos llenos de luz, textura y color, recreándolos según los percibo en mi interior. Brindo a cada espectador una lectura casi infinita. Cada individuo puede encontrar significados diferentes, los cuales varían dependiendo de lo que esté en su subconsciente y a la serie de imágenes almacenadas a lo largo de la vida que afloran en el momento de enfrentarse a la obra. A menudo, la interpretación de las figuras abstractas muestra rastros de identidad, y debido a esto las personas tienen la ocasión de establecer un contacto cercano con la pintura que observan, semejante a lo que ocurre cuando escuchamos una música sinfónica. Mi pintura, en cierto modo, es una especie de música visual. 

ENTRE EL MACROMUNDO Y EL MICROMUNDO​