Por: Marta María de la Fuente Marín
El palimpsesto era empleado en las etapas prehistóricas. Consistía en la superposición de varios elementos en la misma superficie. La mayoría de estos eran animales, que estaban asociados a un carácter mágico-religioso para favorecer la caza. Por tanto, no solo significaba que el lugar era sagrado, sino también atemporal. El presente y el pasado desdibujaban sus límites para fusionarse en un mismo espacio. Aunque supuestamente su motor era alguna suerte de «hechizo», lo cierto es que la selección de un recuerdo, ligado a la bienaventuranza, tiende a ser repetido con las mismas aspiraciones. La memoria es la verdadera «magia».
Esta es la maquinaria que también mueve el pincel y el lente de Leo de la O Reyes (Granma, 1986). Más que mamuts, su caza está dedicada a los escenarios citadinos asociados a la memoria, a veces personal y otras, prestada. Sin embargo, la iconocidad que acompaña a algunos de estos sitios, se ve impregnada con la carga personal y se mezclan los tiempos respectivos. No se trata de un burdo collage de salva-carpetas, sino de una concienzuda selección e intervención plástica, que muestra la belleza de significados imbricados, inherente a la combinación temporal, que a la vez va insinuando, a través de sutiles guiños, una reflexión sobre su lado oscuro. Ahí radica su magia.
Se crean entonces lugares (des)habitados, que traen a cuestas su historia, pero se reinventan en los presentes de quienes los aprecian. Esta noción es atrapada en la obra Ausencia Habitada, donde la sensación inhóspita trasmitida por el manto blanco que predomina -¿nieve?- es enrarecida por el edificio ensombrecido del fondo, al que pretenden llegar seres incompletos cuya existencia solo se hace un poco más clara por el breve vestigio que van dejando.
Composiciones como esta juegan a lo abstracto con las sombras, las formas siluetadas y el tono nostálgico, pero también se sirven de algunas pistas figurativas en rúbricas y marcas. Así es como Crónica, se permite ese nombre de relato social poético construido por las masas indefinidas aglutinadas en las pinceladas de simulación vertiginosa y bajo el emblemático lugar de Fin de Siglo(1).
¿Cuántas están ahí? ¿Cuántas estuvieron? La verdad es que la respuesta da igual. Lo cierto es que han estado y su paso en grandes proporciones ha construido una reputación en la memoria colectiva.
Sin embargo, bajo la capa de remembranza asociativa de una locación, subyace un significado atado al tiempo, que ha quedado sepultado y muchas veces vaciado de todo sentido. Por eso, una obra como Presente Distante -que da nombre a toda una serie-, saca a flor de piel, lo que puede parecer una obviedad. Unas manecillas desdibujadas de reloj no dejan olvidar que las imágenes están sujetas a un espacio temporal, el suyo propio, pero su capacidad de convivencia con otra manecilla más definida e incluso con la estampa en sí misma, favorece otras relecturas, que no se anulan entre sí.
Esta noción de existencia compartida, de estratos temporales fusionados, la completa Ruinas Circulares. Más allá de la ya vista superposición de edificios en una bruma melancólica con hálito (des)figurativo, hay una nomenclatura definitoria. El hecho de (re)construir sobre el mismo icono, partiendo de su esencia y tributando a ella desde otra perspectiva, induce el reciclaje de significados, creando un círculo de huella visual en el que los motivos no se refrescan, solo sus lecturas.
Leo de la O entonces emplea el palimpsesto como recurso de la memoria. Reconoce la habilidad de esta para sacralizar lugares, volviéndolos inmortales frente al paso de tiempo. Sin embargo, avista -casi siempre desde los títulos- su doble naturaleza, su cara oculta. Por una parte, sepulta significados originarios por otros más populares, que llevan intrínseco la experiencia de cada quien, sumándose cada una de ellas en el establecimiento de una leyenda urbana, más que de una verdad.
Por otra, a veces se estanca en la superstición de repetir la esencia de recuerdos felices en circunstancias diferentes. Crea una amalgama desubicada que parece leer el presente, pero solo le está poniendo una careta al pasado ycambiándole el tiempo verbal de lectura. Se vuelve a mirar sobre lo mismo; aunque siempre se puede elegir mirar a otra parte.
1. Fin de Siglo es uno de los locales comerciales emblemáticos de Cuba. Fundado en el lejano 1897, estuvo entre los más importantes sitios junto a La Época y El Encanto. Ubicado en la céntrica esquina que forman el Boulevard de San Rafael y la calle Águila.