Y LA CRÍTICA DE ARTE SE DIFUMINA SIN ÁNIMO DE REVANCHA

Por: Gregorio Vigíl-Escalera

OBRAS: REMY HERNÁNDEZ

Los patrones actuales de la crítica de arte, entre síncopes epistemológicos, estructuralistas, semióticos, semánticos, filosóficos y herméticos, implican o parecen hacerlo, una vez desnudos, que la obra dialógica se anticipe a un sujeto autoconsciente que proyecta su propio futuro autodeterminado, además de que habrán de sustituirse los principios perceptivos del orden espacial por los principios conceptuales de la ubicación espacial. Con lo que el signo desintegra la materia y ésta, agotada, se queda en casa tomándose una infusión con el rumor de un estilema estirado.

Por lo tanto habrá que recurrir a otro horizonte, que quizás no está tan al día, cual es el entrevisto por el ya desaparecido Lafuente Ferrari al considerar la crítica un diálogo con la obra de arte en un intento de comprender la vivencia que impulsó a su creador a expresarse de acuerdo a unos determinados valores formales y espirituales, lo cual requiere una capacidad sutil y misteriosa para percibir en las obras de arte sus más íntimas calidades y propiedades.

Por consiguiente, al crítico hay que exigirle una amplia capacidad de percepción y flexibilidad para apartar su valoración de interpretaciones inconciliables que le oculten la realidad y el rigor de la obra de arte, así como ha de ser aquel que, ante un producto artístico, independientemente de todo ese aparato culterano, conceptista, ampuloso y hermético, sepa reconocer en la obra ese principio activo, misterioso y muchas veces inefable que es la irreemplazable personalidad de un creador manifestándose en su obra.

En consecuencia, más que nunca existirán diferencias entre unos y otros críticos en cuanto a la evaluación de una obra, su lugar en la época y su proyección y visión cultural y sociológica, pero ello es precisamente por esa falta de sometimiento a reglas, por cuanto son el talento, la capacidad, la sensibilidad y la agudeza, los conocimientos primordiales.

Y Lionel Venturi, para concluir, hace la observación de que un crítico de arte que juzga una obra sin hacer su historia, no la ha llegado a comprender. Lo cual ya me parece excesivo, sin que ello suponga el ignorar que se precisa enfocarla en su momento y de acuerdo con el clima espiritual y material de la época. Al fin y al cabo la labor del crítico es paralela a la del artista, pues siempre ha de partir de la observación e introspección además de la experimentación y la especulación.        

Y LA CRÍTICA DE ARTE SE DIFUMINA SIN ÁNIMO DE REVANCHA