Por: Sonia Barroso Sáez-Bravo
OBRAS: MIRIANNYS MONTES DE OCA
Constantemente se ha debatido sobre la posibilidad de educar en una situación de privación de libertad. Plantearse la práctica socioeducativa, a través de una herramienta liberadora como el teatro, en un medio cerrado, disciplinario y potencialmente violento ¿es posible o simplemente se trata de una utopía?
Primeramente, hay que considerar que la permanencia de una persona en un centro penitenciario forma parte de un proceso de resocialización, y como tal, busca la integración de un individuo en la sociedad. A través de los programas de reinserción social se incluyen proyectos de reeducación y mejora a nivel psicosocial, educacional y laboral con el objetivo de modificar o mejorar la conducta humana de cada uno de los reclusos para que no vuelvan a delinquir. Las prácticas artísticas se enmarcan dentro de estos programas contribuyendo a la formación integral y la construcción de la persona; desarrollando su autoestima, su destreza para aprender, o mejorar su capacidad creativa. Dentro de esta educación artística que se les proporciona a los internos está integrado el teatro.
La práctica teatral, más allá de su finalidad de entretenimiento, está considerada como una técnica pedagógica de gran contenido social. Mediante el teatro se trabajan una serie de aspectos fundamentales en el desarrollo de toda persona tales como la comunicación, la cooperación, la empatía, la capacidad de esfuerzo o la integración. En consecuencia, la utilización de esta herramienta tiene una trayectoria especialmente importante en centros penitenciarios de países de Europa o Latinoamérica donde se busca, antes de todo, restituir el carácter del recluso.
En España algunos proyectos teatrales realizados destacan por su gran labor para contribuir, mediante el uso del teatro, a mejorar las habilidades sociales de los reclusos. La compañía Teatro Yeses, creada por la funcionaria de prisiones Elena Cánovas y compuesta por reclusas del Centro Penitenciario de Mujeres Madrid I en Alcalá Meco, tiene como principal objetivo favorecer la igualdad de género y la reinserción mediante la creación de espectáculos de gran carga social y política. La práctica teatral beneficia enormemente a las internas, puesto que el teatro les permite sentirse libres para expresar sus emociones y sensaciones, tomando conciencia de su vida y aprendiendo a través de la solidaridad y la tolerancia, el respeto a los demás.
Otros proyectos teatrales relevantes en nuestro país han sido La oportunidad de actuar, llevado a cabo por la actriz y terapeuta gestalt Cinta Entenza en el Centro Penitenciario de Huelva con la intención de promover la inclusión social de las internas a través del teatro, o Teatrodentro, realizado en el Centro Penitenciario Quatre Camins (Barcelona) por la asociación Transformas, con el fin de investigar la relación entre artes escénicas y transformación. En ambas experiencias los profesionales destacan los beneficios que el teatro les aporta a los reclusos, produciéndoles un crecimiento personal que contribuye a lograr su reinserción.
Por otra parte, en otros países de Europa, como en Alemania o Francia, se han ido realizando a lo largo del tiempo sólidos proyectos de teatro en centros penitenciarios. Tanto el proyecto de la compañía AufBruch, dentro del Centro Penitenciario Tegel en Berlín, como el de la compañía Théâtre du Fil en el Centro Penitenciario de Fresnes, tienen como objetivo principal la mejora de las competencias sociales de los internos. A través de estas prácticas teatrales los expertos consiguen, tras un lento proceso, mejorar la comunicación, el compañerismo, y la confianza de los participantes.
En algunos países de Latinoamérica, los proyectos teatrales desarrollados en centros penitenciarios proponen recuperar la dignidad intrínseca de los internos, dotarles de voz y acción, orientarles hacia la praxis transformadora que implica entender la propia realidad para actuar sobre ella y transformarla. El proyecto Los Inocentes dentro de la Penitenciaría provincial de Mendoza (Argentina) o el programa Arte Educador impartido en el Centro Penitenciario de Santiago de Chile, desarrollan actividades teatrales y estrategias para los reclusos con el objetivo de corregir su conducta y transformarles como personas, utilizando el teatro como una herramienta de ayuda en este proceso.
El teatro, en definitiva, es un instrumento viable para fomentar la educación emocional y facultar a los reclusos a comprender, expresar y regular su comportamiento social. A partir de la experimentación teatral se desarrollan una serie de habilidades sociales en quienes participan, lo que puede llevar a generar cambios importantes en sus vidas de cara a la construcción de una nueva ciudadanía. Trabajar desde el teatro con los internos puede favorecerles no solo a tener conciencia de sí mismos, sino a percibir mejor a los demás, a entender otras formas de mirar y ver la realidad. Esto es una posibilidad de aprender a trabajar los problemas, a solventar conflictos internos y externos, así como un pequeño avance y objetivo para la verdadera reinserción.
Teatro como herramienta de resocialización en centros penitenciarios