Cuando nos acercamos a la obra de Hermes F. Hernández nos surge una emoción muy particular. Respiramos en sus piezas una atmósfera melancólica y por momentos lánguida, que nos recuerda aquella intención del Art Nouveau de fusionar el arte con la vida cotidiana. Solo que aquí no hay un protagonismo de las formas ornamentales. sino de los sentimientos más internos. Sí, surge una especie de letargo que nos envuelve en una sensación de extrañeza muy parecida a esos mediodías en que no estamos ni muy despiertos ni muy dormidos. Es un estado alfa del cuerpo. 

En su obra se puede apreciar una estética peculiar que combina formas orgánicas y una profunda conexión con la naturaleza. La abundancia de líneas curvas en sus cuadros refleja la fluida armonía de la vida, pero lo que realmente distingue su obra es la serenidad y el equilibrio que transmite. Hermes busca estimular la reflexión y la contemplación en el espectador.

La paleta de colores utilizada por el artista es fundamental en la creación de esta atmósfera meditativa. Los tonos neutros y suaves no solo evitan cualquier estridencia visual, sino que invitan a sumergirse en la interioridad y en la propia introspección. A través del tratamiento de los colores, Hermes logra transmitir sus intenciones poéticas de manera sutil y profunda, creando una experiencia estética que invita a la reflexión y a la conexión con lo más profundo de uno mismo.

En una obra como Tropical, la textura de líneas superpuestas que definen la vegetación, así como el tratamiento del cielo y de la hierba, ayudan a crear una atmósfera irreal que nos envuelve suavemente; caemos entonces en ese estado contemplativo tan agradable, en el que el cesa el ruido del pensamiento.