RAÚL PROENZA

Aunque Raúl Proenza es un artista polifacético, amplio, explorador incansable, —sobre todo en los campos del dibujo y la pintura— esta es una de las obras que sintetiza su labor, difícil de encasillar bajo el rótulo de cualquier movimiento exclusivo y a la vez contenedora de muchos, porque en su trabajo conviven elementos del surrealismo, el expresionismo y de otras corrientes de las vanguardias.

La obra, titulada Intervención, integra dos figuras resueltas de diferentes maneras; la de la izquierda, con una paleta a lo Gauguin —y una economía de recursos que también caracterizaba a aquel maestro— contrasta con la manera en que está resuelta la figura de la derecha, cuyo nivel de detalle es mucho mayor y en la que el conocimiento de la representación académica se hace notar. Está en una clave agrisada y matizada de delicados colores que le otorgan a la figura un dramatismo  peculiar, se trata de una belleza fría, un poco gótica quizás, como aquellos personajes del cine de Tim Burton. Hay en el tratamiento de los ojos una elegante tristeza. 

Como es frecuente en sus cuadros, la naturaleza se hace presente a través de las plantas y los animales: un pez nada en una pecera que lo encierra, las aves se mezclan con elementos abstractos y dentro de los individuos crece una extraña vegetación. Es frecuente en su trabajo esta mezcla de abstracción y figuración, recurso que le atribuye a sus cuadros esa dimensión fantástica que en ellos respiramos; son cuadros delirantes, en los que cualquier análisis lógico solo serviría para empañar el disfrute que son capaces de provocar. 

Ya en el número XXXV habíamos tenido el honor de tenerlo en nuestras páginas, en aquella ocasión analizamos su obra y la definimos, desde el título del artículo que le dedicamos, como un árbol plural e infinito. Ese árbol, que continúa dando frutos muy variados, está hoy representado en nuestra contraportada. •