Rafael La O

Por: Ángel Alonso

Un ejército de pinceladas firmes

Si alguna vez un artista maduró a una edad muy temprana ese fue Rafael La O (Rafael Arcángel La O Díaz, Cuba, 1964 – Bélgica, 2017). Cuando sus compañeros de clase aún priorizábamos el juego ya su mente estaba enfrascada en la creación. Fue precoz en todo, desde en cocinarse sus alimentos hasta en tener novia, y como el arte siempre está asociado a la vida entonces el mismo sentido de la responsabilidad que tuvo que adquirir para ser prematuramente independiente lo aplicó al arte. 

Cultivó además el performance, uno de carácter muy pictórico, carnal, jocoso, guarachero, sonriente como sus pinturas y como él mismo, alejado de la solemnidad que caracteriza a este género de las artes plásticas. La factura de sus dibujos y pinturas, siempre fresca, manifiesta la espontaneidad que lo caracterizaba, la intranquilidad del creador, pero a diferencia del extendido cliché se trataba, en este caso, de una urgencia creativa sin angustia, sin ese sufrimiento grave del artista traumatizado con ansias de redentor. Rafa sabía que el arte mientras más en serio te lo tomas más grande es el ridículo que haces. Dio rienda suelta a su imaginación con una enorme intensidad pero sin competir con nadie, proponiéndose superarse sólo a sí mismo y gradualmente, sin desesperos ni tensiones. 

Dejarnos sus obras es una manera de burlar la muerte; sus cuadros, de gran fuerza expresiva, se mueven entre la abstracción y la figuración, son imágenes pobladas por ejércitos de pinceladas apresuradas y seguras, sostenidas por una composición firme, estable. El uso del color se basa más en las superposiciones que en las mezclas de la paleta, asistimos a aquel barroquismo que caracterizó a Portocarrero y a muchos otros artistas latinoamericanos. Se afirma todo el tiempo la inmediatez del trazo, su vertiginosidad. Se puede sentir con fuerza la calidez de la cultura afrocubana en estas pinturas, pero de forma metafórica, que es el camino transitado por Wifredo Lam, el de sintetizar en vez de describir. El artista se aleja de los motivos turísticos para encarnar desde dentro la realidad circundante. Y esa realidad que lo formó, tan alejada de la Bélgica que lo vio partir, fue la de una despintada Habana Vieja, todavía sin sus precarios e insuficientes arreglos, todavía sin su maquillaje para turistas. 

Estudié pintura junto a aquel niño-hombre que hablaba como un sabio y nos daba consejos para conducirnos en la vida callejera, de la que sabía mucho. Exponía sus obras también muy prematuramente en sitios sencillos como la Biblioteca del Ministerio de Educación y otros espacios similares, y luego, cuando creció, se trasladó a Europa para desarrollar su obra y mejorar su vida.

El equipo de ARTEPOLI, que lo conoció antes de nacer como revista, no podía pasar por alto su desaparición física y contribuye humildemente, con este pequeño homenaje, a la difusión de su nombre y de su obra, que merece ser reconocida y recordada .

Obra original Rafael Arcángel La O Díaz
Performace Rafael La O

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