¿Qué tiene el arte que no sea verdad y venda mentiras?

Por: Gregorio Vigil-Escalera

En plena era pospandémica vuelven a resurgir las constantes conjeturas acerca del arte: tiene que inspirar ideas, ofrecer innovaciones, emitir mensajes, impulsar cambios, formular nuevos conceptos y formas, proponer otras lecturas de la sociedad y el mundo, despertar sensibilidades y emociones, dar pié a la persistencia de una vanguardia que, según sus testaferros, tiene el papel de fabricar una línea revolucionaria y filosófica de fuegos y juegos artificiales, aunque con tantas trampas que hasta los conejos se han dado a la fuga antes de que se haya abierto la veda.

En estos últimos tiempos, la práctica más renovadora, en ocasiones tomaba la teoría y ejecutaba la obra a su dictado, y en otras hacía de la obra una teoría. Con escasas y luminosas excepciones se entraba en una noche y cuando se salía de ella, se cernía otra más profunda. Se veía mucho y no se contemplaba nada. De la verdad interior no quedaba ni la firma, y de aquélla se pasaba a una masturbación exterior no sin una tesis de compraventa y mercado de valores.

De esa verdad que Hannah Arendt consideraba el más elevado signo del pensamiento, porque sin pensamiento no hay verdad, no queda más que unas manifestaciones artísticas de espectáculos de luz y sonido, galas, ceremonias de polvo de ángel, exhibiciones de consignas terapéuticas, números esquizofrénicos y escenas de urinarios bendecidos.

Ya van apareciendo pocos artistas para quienes el arte es la mayor de las aventuras y el viaje más grande. Quizás porque en el fondo no quieren saber que si para Immanuel Kant ser consecuente es la principal obligación de un filósofo, para el artista también lo es. Por eso, a partir del manto negro que cubre al mundo en estos momentos, las carencias y banalidades se hacen más notorias y ostensibles aunque antes eran nuestra genialidad y mayor divertimento puro y duro. Se realizaban y se realizan oposiciones para registrarse en la élite, lo que una vez conseguido será admisible toda producción de la que pueda predicarse todo o nada, pues al fin y al cabo cualquier secreción visual y artística monta tanto como tanto monta. En consecuencia, habrá que esperar a que las nuevas magnitudes plásticas y conceptuales pospandémicas no nos lleven a rezar rosarios a los cementerios. 

Orlando Boffill
Orlando Boffill La anunciación (Homenaje a Antonia Eiríz) Acrílico y mascarilla sanitaria sobre cartulina (45 x 61 cm) 2020

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