Bellas Artes
El modernismo en Cataluña se desarrolló en un clima de renovación cultural, siendo Barcelona uno de los centros de arte más destacados de aquella época, donde la revolución industrial fue una de las causas que modificó el concepto del arte. El arte como consecuencia, siempre, de los cambios sociales. Por tanto, la ciudad está llena de arte modernista, de edificios, de cristaleras coloreadas y de formas nuevas y mosaicos. Un impulso importante fue la Exposición Universal del año 1888, la primera celebrada en España.
Si hablamos de modernismo no podemos dejar de hablar de Gaudí y toda su obra que, con su magnífica creatividad e inspirado en la naturaleza, aportó elementos que modificaron la percepción del espectador.
El modernismo no se quedó, simplemente, como afirmaron algunos críticos, en un arte decorativo fruto del auge económico, sino que se manifestó en conceptos diferentes, resaltando la naturaleza e inspirándose en la misma, por artistas representativos, sensibles al mundo que les rodeaba. Denominados modernistas, fueron los que mostraron al mundo una nueva forma de ver. Los modernistas catalanes los podemos admirar en el MNAC, Museo de Arte Moderno de Barcelona, como los pintores de la época que tuvieron influencia, sin duda, de los ismos de París, sumándose asimismo a las corrientes de América y Europa, con la intención de sobrevivir a la situación política y social y cambiar las tendencias del momento, realismo y naturalismo. Pioneros de esta época, se caracterizan por una desconexión del academicismo y un total interés por la luz como los impresionistas. Muchos de ellos se formaron en París, fuente universal del arte en aquel momento y— durante todo el siglo XX— aportando nuevas ideas que, con la idiosincrasia de nuestro país, crearon un sello indiscutiblemente nuevo.
En un pequeño bar de Barcelona, Els 4 gats, cuyo nombre fue inspirado por Le Chat Noir se reunían los artistas Santiago Rusiñol, Ramón Casas, Pompeyo Gener, y Joaquin Mir, creadores muy mencionados, donde hablaron de nuevos conceptos, de la vida, del arte, de la muerte… con una percepción absolutamente propia. Este café, que aún podemos visitar y respirar el ambiente en el que ellos se movían, aunque cerró en 1903 fue reabierto en 1970. Con ellos se reunía Picasso cuando volvía a Barcelona y se sumaron más artistas como Antoni Gaudí, Torres García, el escultor Julio González, Opiso y el músico Isaac Albeniz, entre otros. Isidro Nonell fue uno de ellos y su entorno, la calle Baixa de Sant Pere. Aún está la placa conmemorativa en la casa donde nació y vivió, y me lo imagino al joven Nonell, buscando modelos entre la gente de la calle, entre los gitanos de cuerpo magnífico y la pobreza reflejada en los ojos; gente con tristezas y malnutrición, artistas y bohemios o personajes que le transmitían la esencia de sus vivencias marginales. Y pintar su interior era su objetivo.
Me interesa —en toda la pintura— el lenguaje plástico personal que se transmite más allá del tema.
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