Exposiciones colectivas
Exposición colectiva en el Centre Cívic Barceloneta. Del 6 al 29 de junio
Ya alimentábamos en el pasado número nuestras expectativas sobre este interesante proyecto, que hizo énfasis en la infinita variedad de la representación del ser humano en el arte. Se trata de un tema fundamental en la creación artística, ya que permite a los creadores explorar la condición humana y sus múltiples facetas. A lo largo de la historia, los artistas han utilizado diferentes técnicas y estilos para representar al ser humano, desde la escultura y la pintura hasta la fotografía y la instalación, en esta exposición estuvo presente el grabado, la pintura, el dibujo, la serigrafía, la fotografía, el arte digital y una pieza de ensamblaje con matices escultóricos. La muestra tuvo lugar en el Centre Cívic Barceloneta del 6 al 29 de junio.
Es importante destacar que ambas salas se mantuvieron llenas durante todo el tiempo de la inauguración; nuestra oportunidad para ver a todo el público al mismo tiempo fue en las palabras de apertura, acompañadas por el performance presentado por SIAMB en el abarrotado salón de la entrada de esta inquieta y dinámica institución. Fue también una sorpresa en este evento la ejecución en vivo y en directo de la artista PILBI.
Presentamos en aquel primer texto, en nuestro número anterior, a algunos de los artistas que participaron en esta amplia muestra, pero viendo que los resultados —en cuanto a la asistencia e interés de los espectadores— superaron nuestras expectativas, decidimos plasmar aquí parte de las obras del resto de los participantes.
No se puede entender a fondo la obra plástica de Ovidio Moré sin acercarnos a su poesía, tan integrada a su vida que nos dice desde su blog:
«Debajo de la pirámide de cristal está el círculo. Yo estoy dentro del círculo. Yo observo y, pocas veces, soy observado. No obstante, eso no quita para que, cuando se sacude la pirámide, los trozos de cristal que caen desde arriba me hieran. Dentro del círculo permanezco en ciclos de casi doce horas. Allí trabajo, dicen. Yo sé que hago algo más, existo, a pesar de los pesares. Vivo y muero. Luego renazco en mi cama y vuelvo a empezar, pero a mitad del día ya estoy muerto de nuevo, seco, marchito…».
En esta ocasión hace más consciente su habitual manera de abordar la figura humana, la cual utiliza como base para aglutinar los símbolos que generan su discurso pictórico-poético.
Christine (Feel Wonder) es una artista urbana, y esa condición también se hace notar en sus pinturas en lienzo a través de su mancha. Además de su destreza en la creación de murales, su profundo conocimiento de la forma humana es uno de los aspectos más sobresalientes de su trabajo, resultado de su sólida formación en la pintura académica y su habilidad para ejecutar retratos de gran calidad técnica.
En estas piezas, Christine exhibe un tratamiento mucho más libre de la figura humana en comparación con sus retratos naturalistas, las figuras son abordadas con un carácter escultórico que nos hace recordar las estatuas esculpidas en piedra o mármol ; las texturas y empastes juegan un papel central, creando una interesante armonía con el fondo. Son piezas monocromas con fondos planos, invadidos por una red de manchas en relieve que enriquecen el discurso plástico de la obra. Estas piezas representan un interesante híbrido entre la influencia de su trabajo como artista urbana y su enfoque académico en la representación de la figura humana.
Sin duda alguna estamos en presencia de una de las obras más impactantes presentadas en esta exposición, no solo por su enorme formato y su exquisitez formal, sino por lo que nos sugiere como planteamiento conceptual. Sobre su modo de abordar la fotografía ha declarado el artista:
«Creo que en mis fotos pueden haber referencias surrealistas, simbólicas, o narrativas, pero siempre me he sentido libre a la hora de fotografiar, inconscientemente algo resuena en mi interior que me dice cuando toda la escena está en orden y debo disparar. Esa forma de hacer me ha llevado a economizar mucha película.
El haber dedicado hasta el momento 37 años de mi vida a la fotografía ha sido muy gratificante, y si mi objetivo hubiera sido tener una estabilidad económica, no hubiera abandonado mis anteriores ocupaciones que siempre consideré transitorias. Ya había abandonado una de ellas a los 20 años para irme en solitario a Holanda. ¿Por qué he dedicado gran parte de mi vida a esta actividad? Es porque la considero mágica, consiste en atrapar el tiempo, y si además te gusta observar y reflexionar la cámara es la herramienta perfecta».
La estructura y composición de sus pinturas son fundamentales para transmitir la emoción y la energía que busca expresar. La organización de los colores y la textura de los pigmentos crean un equilibrio entre la calma y la tensión.
Fuentes importantes de las que se ha nutrido la artista, nacida en Tanger, son la tradición artística española y la ilustración. Su estilo es único y personal, reflejando su propia visión y experiencia del mundo.
Sobre su obra ha expresado Claudio Bravo:
«Su mano es detallista y en todas sus obras busca la justa distancia que separa el arte de la realidad. Esto lo consigue, sin lugar a dudas, con el uso de los colores, imprimiendo en sus cuadros ese halo genial tan difícil de describir.
Lidia abarca cualquier tema, recurre a visualizaciones urbanas, retrata e incluso se entrevé cierto romanticismo en sus obras.
En su nueva etapa, se afinan más los rasgos, se avivan los colores y despiertan nuevos enfoques técnicos. Todo ello plasmado con unos rasgos candentes, buscando un realismo sin exageración y prefiriendo tonalidades ocres. En el color se nota un dominio personal y una marcada influencia española. Domina los tierras y los grises, esto da a sus cuadros unas entonaciones profundas y serias. No obstante, saltan a veces los naranjas, los verdes y algún que otro color fuerte que da juventud a sus creaciones».
Como señala Antonio Correa Iglesias «Irving reduce su exploración cromática, como una vez lo hicieron Julián del Casal y Charles Baudelaire, que, siempre de negro, perseguían desmantelar una imagen arquetípica para instaurar otra. Como un péndulo que va de un monocromo a otro, la obra gráfica de Octavio Irving es un documento que padece un envejecimiento ex profeso, una ritualización que descubre una simbología a intervalos de tiempo.
Si lo monocromático es un elemento prevalente en su producción visual, la imagen en Octavio Irving —como en pocos— es una apoteosis. Sin embargo, yuxtaponer imagen y estilo —Jorge Mañach— sería solapar la significación y el valor evolutivo de este en la conformación del primer elemento».
Las obras de Irving, vibrantes y dinámicas, suelen estar llenas de símbolos y metáforas que invitan al espectador a reflexionar sobre la historia y la identidad. La figura humana es protagónica en su trabajo y es representada mediante trazos sumamente expresivos y seguros.
Aborda en su obra las paradojas de la cultura occidental y el egocentrismo del hombre contemporáneo; el ser humano y su condición de civilizado, poseedor de actitudes consumistas, ansias de competencia en todos los órdenes y lleno de necesidades artificiales.
Las piezas aquí presentadas pertenecen a una nueva serie de dibujos en las que el artista se desprende de su lado más racional para construir un tipo de imágen más volcada al subconsciente, más cercana a aquel automatismo psíquico por el que apostaba el surrealismo. Su propuesta se ha solidificado a un punto en el que no necesita de los recursos de la razón para hacerla evidente, no necesita edificar conscientemente sus códigos para comunicar sus ideas, pues estas salen con la misma naturalidad que la respiración. Le basta con dejar florecer sus pensamientos, que nos llegan traducidos en su trazo armónico y orgánico.
La obra de Sibila es sumamente fresca, agradable y tan transparente en el sentido psicológico que se aleja de todo artificio. Apuesta por la sencillez y la inmediatez emotiva, por eso denota sinceridad, su realización evidencia fluidez y continuidad en los trazos y en la aplicación del color.
Como ha observado Daniel Arenas «Su pintura es un conjunto de energía y expresividad. Utiliza los pinceles como terapia para evadirse del mundo con un estilo cubista y fauvista inspirado en grandes pintores como Picasso, Miró o Juan Gris. Puede resultar una pintura caótica e impredecible, sin embargo, Anna Sibila redirige el caos como vía para conformar un extraordinario universo vital. Para llegar a un orden equilibrado hay primero que superar este primer estadío. Su creación es movimiento, explosión de color, formas y sentimientos; un lenguaje de expresión que permite redibujar la situación para recuperar el control y voluntad perdidos. Es a través del arte donde la artista intenta resolver el enigma de su existencia, es a través de su obra donde la creadora recupera sus vivencias y da sentido a sus emociones».
En las obras presentadas por Yainiel Martínez, especialmente en las serigrafías impresas sobre papel Kraft, se puede ver un acercamiento a la figura humana en el que prima el discurso conceptual. El proceso de comunicación con el espectador se establece con los recursos de la gráfica, a menudo los códigos se asemejan a los del cartel, aunque siempre mucho más abiertos.
Sobre su obra ha señalado Yenela Miranda: «Hay siempre una intención desestabilizadora en la obra de Yainiel Martínez. No importa el argumento, se regodea en detonar todo tipo de recursos irónicos para adentrarnos en su escenario un tanto críptico y burlesco. El uso del símbolo, constantemente hiperbolizado y falseado, viene a ser el eje de todo el discurso, a través del cual el artista intenta desvestir las problemáticas de su entorno. La inserción de imágenes icónicas, el empleo del texto como complemento, la reiteración del recurso pictórico, así como la síntesis y limpieza del lenguaje gráfico, son algunas de las soluciones recurrentes en una trayectoria que apuesta por la nota reflexiva con un alto ingrediente cáustico y perspicaz».
Desde hace mucho tiempo el humor gráfico ha trascendido el papel impreso y ha hecho presencia en las salas de arte. Hay muchos ejemplos de pintores que han utilizado estos recursos expresivos, que originalmente solo tenían cabida en la prensa. El humor de Félix es sarcástico, fuerte y proclive a interpretarse de diferentes maneras, incluso contradictorias. Estamos ante un creador heredero de una tradición pictórica muy relacionada con la transvanguardia italiana y con una fuerte presencia del ser humano como centro. Al igual que los artistas que pertenecieron a ese movimiento, Ronda representa figuras humanas con un enfoque en la psicología y la emoción.
Concibe el artista la caricatura como un modo de expresar ideas, su pintura es crítica y contenidista. Sus valores plásticos se acercan al neoexpresionismo, por su inmediatez y frescura. En su manera de expresarse lo aparentemente burdo se torna refinado y lo que a primera vista pudiera parecer torpe es parte de su belleza. La sencillez del tratamiento sintetiza la profundidad del contenido de sus obras.
Lo que primero salta a la vista en la obra de Rafael Gallardo es el uso del color, especialmente en su cuadro Universal Woman (todavía en proceso, ya que el autor no lo da por terminado) se puede ver un tratamiento en el que la superficie de la tela parece tener luz propia.
Esta pieza resulta paradigmática dentro de su extensa producción; en ella parece resumir y subvertir al mismo tiempo diversos cánones de belleza. La obra parece conciliar en una misma imágen el espíritu latinoamericano y la herencia de movimientos de vanguardia universales, como el impresionismo, por ejemplo, que estudiaba a fondo la iluminación.
Se respira aquí aquélla vitalidad del surrealismo latinoamericano —nunca imaginado por Andre Breton— que fue definido por el escritor Alejo Carpentier como «de lo real maravilloso» ya que atendía mucho más a la condición onírica de la propia realidad que al mundo de los sueños en el sentido literal. Esa reminiscencia del realismo mágico parece habitar en el interior de esta obra, otorgándole una particularidad difícil de superar incluso por su propio autor, quien nos dice:
«Esta obra la empecé en Barcelona en 2012 y la he continuado a lo largo de los años en Washington DC. A veces creo que está terminada, pero me es dificil dejar de inmiscuirme en sus detalles».
En la obra Anidando pensamientos, la figura humana ocupa un lugar central pero se fusiona de forma intrínseca con el mundo animal, en particular con los pequeños pájaros hambrientos que funcionan como una representación simbólica de la agitada actividad mental, del ruido desorganizado de los pensamientos cuando bullen dentro de nosotros.
Los picos abiertos de las aves, ansiosos por satisfacer una necesidad vital, se convierten en potentes elementos de comunicación visual que dialogan con el espectador. La atmósfera dorada que envuelve la pintura, junto con las exquisitas texturas y el tratamiento magistral del color, confieren a la obra un atractivo y una virtuosidad que la hacen destacar. La interacción entre la presencia humana y la naturalidad del reino animal, así como la cuidada ejecución técnica, hacen de Anidando pensamientos una pieza que invita a la reflexión y al disfrute estético.
En un artículo que se publicó hace algún tiempo en nuestras páginas, Ángel Alonso comentaba la obra de Hill Pupo:
«La artista logra una cercanía con el espectador que trasciende la habitual frialdad que encontramos en las copias mecánicas de los rancios retratos academicistas. Los detalles de la piel en ocasiones nos asombran por la fidelidad naturalista, las miradas de sus modelos acentúan las intenciones de la artista, comunican al espectador sus sentimientos. La base fotográfica pasa a un segundo plano y se prioriza la afectividad, el espectador siente que conoce a la persona retratada, no le resulta ajena, y es que hay algo de doméstico en algunas de estas imágenes(…)».
Sin dudas se trata de una excelente dibujante, que centra su atención en uno de los géneros más olvidados actualmente, pero que siempre ha estado presente a través de la historia del arte y siempre tendrá gran importancia: El retrato.
Los cuadros de Socarrás transmiten la esencia del carnaval, con su risa contagiosa, su espíritu festivo, sus bailes y sus excesos. En sus obras, el artista captura la despreocupación, la sensualidad y la alegría desbordante que caracterizan al cubano en medio de los desafíos cotidianos. A través de una paleta de colores vivos y contrastantes, Socarrás nos sumerge en un mundo de fiesta y celebración, recordándonos la importancia de disfrutar la vida y no perderse en las preocupaciones del día a día.
De manera sorprendente, Socarrás también se sumerge en el mundo del blanco y negro, desafiándose a sí mismo a explorar los matices entre la luz y la sombra. Con su dominio del dibujo y su uso estratégico de sutiles toques de color, el artista nos revela la belleza de los tonos grises, que captamos casi como metales preciosos gracias a su habilidad para mezclarlos de manera precisa y sabia.
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