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Bellas Artes

LEONORA CARRINGTON

La posada del caballo del alba

Por: Emilia S. Echezarra

ARTÍCULO. (Versión digital)

A través de la escritora Elena Poniatowska, en su libro Leonora, pude leer la vida de la artista Leonora Carrington, nacida en Clayton Green, condado de Lancashire, Inglaterra. A partir de ese conocimiento, deduje que tendría representado todo su nutriente lleno de fábulas, aquellas que nacen por dentro y no te dejan en paz hasta que las vomitas. Quise saber más de ella. Y fue como me la imaginé, en la totalidad de su obra. Rebelde en la infancia y en la adolescencia, desafió su entorno social burgués, convirtiéndose en una joven libre, que se escuchó a sí misma y tuvo valor para rechazar su entorno. Huyó de casa familiar, con el pintor Max Ernst, y descubrirían juntos, un mundo real para ellos, inventado para el mundo.

Su estancia en París le aportó el contacto con el movimiento surrealista y la posibilidad de intercambiar ideas con personajes como André Bretón, Joan Miró, Picasso y Salvador Dalí entre otros. Durante la Segunda Guerra Mundial Max y ella se fueron a vivir a Saint-Martin-d’Ardèche. Fue la etapa de mayor enriquecimiento de la pareja y, sin duda, la base de la pintura de Leonora. La guerra les mostraría toda la dureza que guarda la humanidad y fueron construyendo su arte particular, aislados, porque no hay arte que no tenga influencias de la sociedad.

En 1940 Max Ernst fue capturado y llevado a un campo y Leonora parece ser que enloqueció por la separación y por unas agresiones físicas que tuvo que soportar de los nazis, por lo que se ve obligada a huir de Francia. Asustada y con graves crisis nerviosas consigue llegar a España, pero debido a una gestión de su padre en confabulación con la policía inglesa, a su llegada es obligada a ser internada en un hospital psiquiátrico de Santander, donde la diagnosticaron como «irremediablemente loca».

Por suerte, Leonora Carrington consigue escapar a México cuando sus padres pensaban llevarla a otra institución mental de Sudáfrica. Vivió allí gran parte de su vida, su nueva familia y amigos artistas la ayudaron emocionalmente a culminar las obras artísticas más creativas e importantes del surrealismo.

La obra que me interesa, Autorretrato (La posada del caballo del alba), es una pieza maestra del surrealismo y la he elegido, porque como pintora quiero resaltar que los autorretratos suelen motivar a los artistas de una manera especial. Me fascina Carrington en su totalidad, su mundo personal onírico cuya referencia es ella misma y su interior. 

Aunque la estructura de esta obra parezca sencilla, esconde una complejidad simbólica y espacial. 

Si mencionamos la parte formal de la obra, la luz sin sombras, los pantalones de la autora resaltados —jugando un papel paralelo al caballo del paisaje— y la atmósfera etérea y atemporal de la escena, vemos que los colores se aplican con una pincelada suave y precisa, creando superficies lisas y un acabado pulcro. El realismo en su explicación formal está al servicio del concepto onírico y es lo que transforma la escena en surrealista. 

La hiena, el caballo-mecedora y la propia autora, están representados con un detalle anatómico que contrasta con la fantasía de la escena. La composición se centra en la figura de Carrington, sentada en una silla en una habitación, aunque el espació es ambiguo y fuera de la lógica. El suelo de baldosas rojizas pálidas crea una perspectiva distorsionadora. Al fondo, hay una ventana con cortinas amarillas que enmarcan un paisaje exterior con un caballo blanco, galopando fuera, simboliza la libertad y el deseo de escape y sugiere que la vida continúa más allá de la habitación. 

Un caballo-mecedora suspendido en la pared oblicua, añade irrealidad al espacio; entiendo que representa la infancia y la inocencia, pero también la inmovilidad y la incapacidad de avanzar, creando una dualidad entre el deseo de libertad y las ataduras del pasado. Pero hay una connotación de la infancia: la hiena acercándose a la figura añade un contraste con el fondo, creando una tensión visual de desconcierto. Y es un animal que Carrington admiraba por su independencia y su naturaleza andrógina, actúa como su alter ego. La hiena se presenta como un compañero en la habitación, reflejando la identificación de la artista con este animal salvaje y su deseo de liberarse de las convenciones sociales.

En su totalidad, los colores son sobrios, con toques de contraste como las cortinas y las baldosas rojizas. No predomina ninguna gama. A mi parecer, ese equilibrio cromático da mayor importancia a lo espiritual de su significado que a lo formal. Composición circular donde ella es el centro; los caballos blancos, uno hierático y el otro alejándose: la cercanía y la libertad. La cara de la autora se muestra serena y su mano está haciendo señales a la hiena amiga. 

Para entrar en el autorretrato de esta pintora surrealista, que ha creado su mundo personal, debemos buscar aquello que ella nos contó a través de la representación de su parte onírica. Como obra surrealista, el autorretrato es una exploración del inconsciente y del mundo de los sueños. Los elementos de esta obra y la atmósfera enigmática, invitan al espectador a adentrarse en la psique de la artista. Es una manifestación visual de los deseos, miedos y aspiraciones de Carrington. En resumen, Autorretrato (La posada del caballo del alba) es una obra compleja y multifacética que va más allá de la simple representación. Es una declaración de independencia, una exploración de la identidad y una inmersión en el rico mundo simbólico y esotérico de Leonora Carrington, invitando al espectador a reflexionar sobre la libertad, la transformación y la naturaleza de la realidad.

Transformación y Metamorfosis 

La obra está impregnada de un sentido de transformación. Sin duda fue de las primeras obras surrealistas, realizada entre 1937 y 1938. La pieza encarna su propia transformación de niña a mujer independiente. La propia Carrington se presenta con un cabello salvaje y desordenado, casi como una melena animal, lo que sugiere una conexión con lo primario y lo instintivo. La hiena, con su apariencia híbrida, refuerza la idea de la metamorfosis y la fluidez de la identidad. Estamos ante la búsqueda de sí misma de la creadora. La silla en la que se sienta tiene patas que terminan en garras, lo que la convierte en un ser vivo y parte de la transformación general de la escena.

Reconocida como la última surrealista, se opuso a la estética del movimiento, en gran parte fundamentado en la mujer y el erotismo. Feminista inquebrantable, evitó los estereotipos de la mujer como objeto de deseo y redefinió completamente el simbolismo femenino con su propia interpretación del surrealismo

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