Bellas artes
«Mucho antes de que la mente pueda explicar el porqué un objeto es bello,
el sentido estético percibe la belleza en el objeto».
Jinarajadasa
El arte contemporáneo, en su búsqueda por desafiar las normas y en su intento de ampliar sus posibilidades expresivas, ha mostrado una tendencia a valorar más las ideas que la estética, a priorizar los conceptos sobre la forma; sus aportes en el campo de la instalación, los nuevos medios y las experiencias inmersivas, han capturado la atención de coleccionistas y críticos. Este enfoque, aunque ha sido enriquecedor en cuanto al desarrollo de los lenguajes expresivos, y aunque no se puede negar que ha llevado a logros importantes en las diversas esferas creativas, lo cierto es que también ha tenido su lado oscuro; la generalización de estos radicalismos ha generado un vacío en la experiencia estética, creando prejuicios contra la utilización de medios tradicionales, igualmente válidos, como la pintura y el dibujo.
Bajo esta óptica elitista, donde lo bello es visto como superficial o trivial, donde la provocación y la crítica social se han convertido en los pilares de la validación artística, se ha instalado una falsa idea de lo que es el arte contemporáneo, y se han discriminado importantes obras artísticas que, por lo general, suelen ser mucho más sinceras e internas que aquellas otras arrastradas por la moda. Si muchos creadores se expresan actualmente mediante la escultura, la pintura, el grabado o el dibujo, entonces sus obras son tan actuales como las que se construyen, por ejemplo, a través de recursos digitales.
Como señala el crítico de arte Robert Hughes en su obra The Shock of the New, el arte debe ser una experiencia que despierte emociones y sensaciones, no solo una reflexión intelectual. La belleza, en su forma más pura, tiene el poder de conectar a las personas, de evocar recuerdos y de inspirar esperanza. En este sentido, el trabajo de Laura Anido Serrano se presenta como una respuesta a esta falta, ofreciendo una celebración de la belleza que es tanto visual como emocional.
Desde sus inicios, Laura ha demostrado un talento excepcional para plasmar belleza en sus obras. Sus retratos no solo son representaciones visuales, sino que también cuentan historias. Cada mujer que retrata es un homenaje a la fuerza y la delicadeza que coexisten en la feminidad —concepto este que también pudiera resultar atacado por quienes lo consideran políticamente incorrecto—. Las flores y los animales que rodean a sus modelos no son meros adornos; son símbolos de vida, crecimiento y conexión con la naturaleza, elementos que la artista integra magistralmente en su trabajo.
Originaria de Cuba y residente en Alemania, Laura ha dedicado su carrera a explorar la conexión entre lo femenino y la naturaleza.También tiene otra línea de trabajo que combina su dibujo con el expresionismo abstracto, pero aquella vertiente la abordaremos en otro momento, en esta ocasión nos parece más interesante enfocarnos en esta zona de su labor: sus seductores retratos.
Desde su página web, Laura Art Corner, la artista nos dice: «Mis obras intentan despertar en las personas un sentimiento de calidez, acogida e incluso belleza. ¿Por qué no? Creo que el arte también debería ser un difusor de belleza y esperanza». Y es que en un mundo que a menudo se siente caótico, sus creaciones nos ofrecen un respiro, un momento para apreciar la belleza que nos rodea. Más allá de su condición de pintora y dibujante, es una narradora visual que utiliza su talento para inspirar y empoderar a otros. A través de sus retratos, nos recuerda la importancia de celebrar nuestras raíces y conexiones con el mundo natural.
En obras como Impresiones de otoño, destaca el balance de los espacios oscuros, distribuídos de tal forma que cualquier variación alteraría la perfección del equilibrio logrado. El dibujo es tan riguroso como agraciado, todo está en su lugar, no se pudiera cambiar nada, ni siquiera el tamaño o la dirección de las flores, sin arruinar la armonía conseguida. Hay otras piezas, igualmente armónicas pero más arriesgadas, como Refugio; en este caso la artista se atreve a ubicar la cabeza de la figura en la mitad inferior del cuadro, pero el espacio superior, lejos de ser gratuito, logra justificarse mediante las formas semicirculares que lo componen y las curvas diagonales que las sostienen, capaces de balancear la composición y convertir el recorrido visual en un delicado placer. En sus dibujos hace énfasis en el suave y sensible claroscuro, mientras que en sus pinturas aprovecha el impacto del color y la fuerza de los contrastes, pero en ambos lenguajes se destaca la delicadeza en el tratamiento; son obras realizadas con mesura y precisión.
Estamos ante una creadora que presta atención a la experiencia sensorial del espectador, estableciendo un tipo de comunicación más emotiva que mental. Su enfoque en lo bello no es una negación de los problemas del mundo, sino una afirmación de que la belleza puede coexistir con la reflexión profunda.
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