Por: Ovidio Moré (Osvaldo Moreno)

Gusto, ventana y credo. Otras ideas fragmentadas (II)

(Aisthesis a machetazos)

OBRAs: CARLOS MANUEL GARCÍA SANTIESTEBAN

Me gusta mirar y admirar a Leonardo, a Rafael, a Botticelli y a Caravaggio; a Rubens y a Vermeer; a Brueghel, a Kubín y a Escher; a Odilon, a Chagall y a Schieler; a Picasso y a Leonora Carrington; a Lita y a Sandorfi. A Justo Amable Garrote y a Tomás Sánchez.

Me gusta ver el trabajo de los hilanderos. Me gusta ver el trenzado de los hilos, me gusta ver las agujas tejiendo con el corazón y con la razón. Eso me da vida. No me des la «cosa» (¿Verdad, Heidegger?: «¿Qué es lo cósico de la cosa? ¿Qué es la cosa en sí? Sólo llegaremos a la cosa en sí si antes nuestro pensamiento ha llegado a la cosa como cosa»), no me des un panfleto. No me pases gato por liebre. No insultes mi inteligencia. Basta ya de mediocridad disfrazada de intelecto conceptualista. Basta ya de simulacros y simulaciones.

¡Ah, Bolaño, tú sí que sabías!

Creo en Gombrich. Y a veces creo en Kant (ah, esto ya lo había dicho en otro «machetazo» ¡maldita memoria!). A veces soy aristotélico o socrático y otras veces platónico o cínico. Me gusta la caverna de las ideas, las cavernas repletas de pictogramas y el tonel de Diógenes. Hablando de la caverna de las ideas, me gusta José Carlos Somoza. ¿Y qué?

Creo en Heinrich Wölfflin.

Creo en Howard Gardner cuando reformula los criterios de VERDAD, BELLEZA Y BONDAD. Si no atajamos este despiporre, Howard, si no educamos a las generaciones venideras en estos conceptos, tal como está el mundo hoy… ¿qué lupanar insidioso, grotesco y falso heredarán de nosotros?.

Leo a Baudrillard (a veces comulgo, otras no). Sí, Jean, esto es un complot. Es la desilusión estética. Todo es simulación. Estamos en la era de la banalidad absoluta. Lo banal travestido de idea; el mero artefacto convertido en «arte». Permíteme que, como tú, cite la definición de Caillois: «son ornamentos hiperbólicos». Y Jean, sí, tienes razón cuando dices, refiriéndote a Duchamp, a Warhol y a Yves Klein, «todo esto son ideas, signos, alusiones, conceptos. No significan nada en absoluto, pero significan. Lo que hoy llamamos arte parece dar testimonio de un vacío irremediable» Estamos ante el simulacro, Jean, ante el simulacro.

Ah, Severo, Severo Sarduy, creo que tú también lo sabías cuando escribiste La Simulación, aunque tus derroteros eran otros hay líneas paralelas en vuestro discurso; oye lo que dice Jean:

«El arte es travestido por la idea, la idea es travestida por el arte. Se trata de una forma, de nuestra forma de transexualidad, forma de travestí extendida a todo el campo del arte y de la cultura. Atravesado por la idea, atravesados por los signos vacíos de sí mismo y particularmente por los de su desaparición, el arte es transexual a su manera.»

A lo mejor ese arte se llama Auxilio o, quizás, Socorro1 . Ah, amigo Severo ¿de dónde son los cantantes? o, debería decir: ¿de dónde son los artistas?

Por eso voy en pos de los pasos perdidos, al rescate de las viejas formas, pero no de aquellas anquilosadas en el mimetismo insustancial, sino en la mímesis renovadora, metamórfica, aderezada con los condimentos de la modernidad y de la vanguardia.

Creo en la abstracción y en lo figurativo y retiniano. Creo en el surrealismo feroz y en el realismo mágico. Me asomo a la ventana del performance de la misma manera que a la escena de una obra teatral; si hay una buena interpretación y un mensaje que me cale hasta las entrañas, me rindo a sus pies. Me gusta Jordina Ros.

Creo en Umberto Eco. Creo en Descartes.

Ves, Umberto, ya me he «construido mi enemigo»; aunque creo que se me ha ido un poco la mano, a partir de ahora los tendré a legiones.

René, seguramente yo, como tú, «no tenga siquiera ojos con o que ver nada», pero bueno, intento seguir al pie de la letra tu legado: «no admito como verdad nada que no sea evidente; divido cada dificultad en tantas partes como se pueda y como sea necesario para poderlas resolver mejor; voy siempre de lo simple a lo complejo y hago enumeraciones completas y recuentos generales para tener la seguridad de no olvidarme de nada.»

René, cogito ergo sum. Aunque, la verdad, no lo hago siempre, ni esto ni lo enunciado arriba; a veces existo y luego pienso, pero… ¿a que queda muy bien decirlo, porque así parezco inteligente, docto, enterado? Y es que yo también sé simular y tejer la trama novelesca de un insulso simulacro.

¡Madre mía, si Egon, Chagall, Ingres, Donatello, Giotto, Bernini, Rodin, Serafine, Camille, O´keeffe o cuanta mujer u hombre haya luchado por llevar el ARTE hacia un estadío superior, levantaran la cabeza y vieran lo esperpéntico, lo descarado, lo escandaloso de cierta parte del arte contemporáneo, caerían de nuevo fulminados de un ataque al corazón o les daría un ictus.

Aunque la llamada eternidad es algo efímero (valga el oxímoron) la historia se encargará de juzgar cuáles obras, cuáles artistas y qué tipo de arte pasará a formar parte de ese metafórico libro eterno. Llegará un momento en el que lo que hoy es arte contemporáneo será, en un futuro, arte antiguo. Como la lógica indica cada movimiento artístico fue contemporáneo en su época. El presente de hoy siempre será, en el futuro, pasado. Los «transgresores e Irreverentes» artistas conceptuales que ahora creen que se están comiendo el mundo a bocados, en un milenio, o quizás mucho antes, serán historia (o mala historia) y, tal vez, ni siquiera eso… ¿Cuántos sobrevivirán a la purga del tiempo? Seguramente Marcel Duchamp sobreviva, o no; pero qué pasará con todos sus acólitos miméticos, o mejor dicho, con todos los que siguieron sus derroteros y repitieron y siguen repitiendo, hasta el aburrimiento, la misma fórmula.

¿Qué nuevos desafíos le esperan al arte en su totalidad? ¿Qué nuevos tejemanejes? ¿Qué nuevas controversias y problemáticas? ¿Volveremos al inicio? Lo retro siempre vuelve y se pone de moda, parece que fuera una ley cíclica dictada por alguna omnipotente divinidad.

¿Qué pasa con las categorías estéticas? ¿Han quedado obsoletas? ¿Cómo hemos de medir la calidad del objeto estético?

Me asomo a la ventana de Marc Jiménez. Veo el paisaje que pinta del arte contemporáneo. Y creo, como él, que: «se podría decir, de modo tajante, que el arte contemporáneo se vuelve -aunque resulte paradójico- más ajeno al público que le es, precisamente, contemporáneo.»  

NOTAS
1._ Auxilio y Socorro, personajes de la novela ¿De dónde son los cantantes?, de Severo Sarduy.

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