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La fotografía, desde su surgimiento, asume los patrones simbólicos que habitaban el terreno de la pintura. No podía haber sido de otra manera, pues de ella nació, y es por eso que utiliza elementos propios de la simbología establecida en la misma. Por ejemplo, en muchos de los primeros retratos aparecen señores junto a libros para dar una imagen de inteligencia. Pero a medida que la fotografía fue evolucionando en su propio camino, más allá del desarrollo de las artes visuales, surgieron otras maneras de simbolizar mucho más amplias y abiertas, extendiendo nuestra cultura visual, expandiendo las posibilidades interpretativas de los objetos representados. De ese modo, una misma imagen ha llegado a tener significados no solo disímiles sino hasta contradictorios.
Es tan importante la ambigüedad en el arte, tan enriquecedora, que el artista ha de alimentarla para no desembocar en el vacío de lo panfletario. Las señales que utiliza Jesús Delfino Villa (Caimanera, Guantánamo, 1959) para expresarse nos conducen a una interpretación personal que evade los facilismos de lo literal. Y es que su simbología nos mueve las neuronas; son obras que nos interpelan, que nos hacen pensar más allá de la fascinación que nos provoca la perfección formal de las imágenes.
Ya en otras series habíamos visto su facultad para penetrar en el alma humana a través de sus retratos, en esta ocasión nos presenta otro lado de su creación en el que los modelos son objetos. El artista realiza composiciones objetuales en las que relaciona diversos elementos con la intención de mostrarnos un camino al mismo tiempo concreto y plural. Concreto, porque se trata de elementos muy bien escogidos que parecen no poder sustituirse por otros: plural, porque aquello que nos dice, aunque sea directo, contiene en sí mismo una multitud de posibilidades interpretativas. En eso radica lo contundente de esas imágenes, en su poder de síntesis, por un lado, y en su dimensión semántica, por el otro.
El título pudiera ser aquí decisivo para el control de esas múltiples interpretaciones, pero su autor prefiere no coaccionar al espectador y dejarlo completamente libre, de ese modo, la imagen de una bota con una vela, por ejemplo, resulta mucho más poética y seductora. El artista sabe que cualquier título pudiera derivar en un intento de explicar la imágen y esto sería una agresión a la capacidad poética de la misma. Cualquier declaración, cualquier statement, resultaría un intento de explicación tan aburrido como los que abundan en las salas de los museos de arte contemporáneo al lado de las obras conceptuales. Y es que a la imagen visual siempre le han exigido demasiadas aclaraciones. Nadie se ha preocupado mucho sobre el significado de una sinfonía de Beethoven, tampoco provoca —generalmente— demasiada inquietud el significado específico de los versos de un poeta. Incluso la danza se tiende a disfrutar sin conocer exactamente de qué va la obra; el espectador prescinde de lo narrativo y se entrega al disfrute de los movimientos de los bailarines. Pero todo el mundo quiere saber qué quiso decir el pintor o el fotógrafo al representar, por ejemplo, una vela dentro de un zapato.
En la obra de arte lo representacional es solamente una parte de su contenido. Llegados a este punto hay que observar que una vela dentro de un zapato no sería lo mismo en colores brillantes o en blanco y negro que en la manera específica que está aquí trabajada por Delfino. Hay un control de la gama de color que trasmite un sentimiento especial, que provoca una manera específica de comunicarnos sus ideas. Y como los receptores estamos condicionados por lo antes visto, muchos de nosotros relacionamos estas imágenes con el tenebrismo de Caravaggio, o con algunos retratos de Rembrandt, pinturas condicionadas por las vibraciones de las velas en los espacios oscuros y el uso de la oscuridad como elemento contenedor de dramatismo.
Estos ambientes oscuros aportan a las fotos de Delfino una elegancia y una seriedad que condiciona nuestra percepción; nos coloca en una actitud de silencio, calma y receptividad. Es importante aquí el formato vertical de las obras, tanto en la que estamos comentando hasta en aquella otra, más directa quizás, en la que aparece el dólar ahorcado. Se trata de una imagen que posee la universalidad de la moneda que retrata, pero al mismo tiempo provoca interpretaciones muy distintas desde su país que desde otros países. También serán muy diferentes sus lecturas en este momento histórico a las que puedan surgir en otros tiempos futuros o pasados. Pero aquí sí tenemos una guía, pues las obras tienen una fecha, un año de realización en sus fichas técnicas, que contextualiza la acción artística. Y como son las asociaciones que establecemos con los símbolos los verdaderos detonantes de nuestra experiencia visual y de los significados que atribuímos a las formas, es bastante posible que la diana del discurso artístico en esta obra sea la problemática actual en torno al uso de las divisas en su país.
La obra de Jesús Delfino es muy amplia y aborda diferentes temas, pero su personalidad se identifica igualmente en todos ellos, porque la definen su exquisitez formal y su poder simbólico. •
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