Por: Ángel Alonso

EMILIA S. ECHEZARRA; ENERGÍA Y VITALIDAD

Una verdadera integración entre pintura y fotografía

Desde sus primeros estudios en La École  Nationale Superieure de Beaux Arts de París, y después de haberse licenciado en la Facultad de Bellas Artes de San Jordi, de la Universidad de Barcelona, puede comprenderse que Emilia S. Echezarra posea un conocimiento de las formas propio de una enseñanza académica rigurosa.

Sabiendo que el rigor no es suficiente para la creación de una propuesta individual, aquellas naturalezas muertas cargadas de expresividad, aquellos interiores, aquellos muebles, telas, cristales, peces… bien estructurados, construidos a partir de su observación, teniendo como base el modelo natural, fueron poco a poco fragmentándose, fueron dando paso a lo que desde adentro se avecinaba.

Comenzaron a aparecer poco a poco figuras rectangulares, bandas intercaladas que dividen el dibujo en otros planos (alteraciones de las formas heredadas del cubismo) o que se superponen a este; entablan las figuras humanas un diálogo con saetas, texturas en relieve, trazos de colores y otras formas abstractas. La mirada fue desde lo externo a lo interno y el recurso de representar la figura a partir del modelo fue poco a poco sustituido por otro medio: La fotografía.

Esa otra forma de hacer arte, que con su nacimiento arrebató a la pintura el papel de aproximarse a la realidad, es otra de las pasiones de Emilia. Cultivar la fotografía de forma paralela a la pintura le ha hecho plantearse aunar ambos lenguajes en una misma producción artística.

El lazo ya existía. El pintor se sirvió de la fotografía mucho antes de que esta fuese empleada con intenciones artísticas. Otro tipo de vínculo, pero a la inversa, fue el pictorialismo, sobre este fenómeno expresa el escritor e investigador José Pérez Olivares: «Será el interés en dotar de prestigio a la fotografía elevándola a “categoría de arte” lo que obligue a los pictorialistas a intentar distanciarla de la foto común y ordinaria. Todo indica que la toma era un mero pretexto. Después comenzaba el verdadero trabajo “por lo que el positivado se entendía como un proceso cada vez más complejo y menos asequible para el aficionado”. Al alejarse del concepto tradicional de fotografía, la obra pictorialista fue siempre lo contrario a una “fotografía nítida”.» 1

Edgar Degas y otros artistas de su tiempo utilizaron la fotografía como base para sus pinturas. Más tarde el Pop-Art, con Warhol a la cabeza, hace de la imagen fotográfica su principal sostén, y esta siguió estando presente en la pintura, que con el auge del hiperrealismo llegó a imitarse hasta extremos absurdos.

En la obra de Emilia no vemos, como en el Pop, la fotografía al servicio de la representación pictórica sino un verdadero hibrido entre esta y la pintura, porque la artista suele usar sus propias fotos -no las de las revistas ni las de otros fotógrafos- en sus cuadros.

Existe en estas obras un balance entre ambas actividades creativas pero no cabe duda de que se trata de una mirada desde la pintura, porque en estas piezas juega un papel importante la textura y el uso del color. La iluminación suele tener la estridencia de la luz artificial, no es el sol el que ilumina sino la electricidad, y es eso lo que más me trasmiten estas imágenes si ampliamos la connotación de la palabra electricidad, es decir, energía, calor y vitalidad. Tienen estas imágenes cierta inmediatez, cierto carácter periodístico, uno las ve y se crea una historia en la mente, sobre lo que allí pasa, sobre esa figura humana que se refleja o que marca su verticalidad, su potencia.

El uso del negro como alto contraste otorga una descomunal fuerza a las equilibradas composiciones en las que las figuras humanas dialogan con lo abstracto, con lo gestual y con lo matérico. Los protagonistas de las escenas, los seres humanos, parecen fosforescentes, como si tuvieran luces internas. Son seres contemporáneos con atléticas vestimentas, que accionan con sus cuerpos diversos movimientos, por momentos muy naturales, pero que en ocasiones parecen impulsados por baterías que les trasmitieran una energía poderosa. El color oscila, impacta, vibra, como el RGB de las pantallas.

Triunfo, por ejemplo, es una de las piezas en la que la teatralidad se destaca, sobre todo en la figura de arriba; más que una expresión de júbilo por haber ganado, el triunfador se arquea de forma que parece una expresiva danza. Lo mismo sucede con Espejo 2, aquí las figuras realizan movimientos propios de los mimos cuando narran una historia a través la gestualidad.

La obra de Emilia S. Echezarra es, podemos decir con acierto, una de las más interesantes que esconde Barcelona, ciudad que se da el lujo de contener artistas de gran talento que no conocemos como deberíamos. Su presencia aquí es un honor para el crítico y para esta publicación. 

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