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Bellas Artes

Movimientos del alma

Breve acercamiento a la artista Blanca Beatriz Caraballo

«No vemos las cosas en la manera que son
sino en la manera en que nosotros somos»

El talmud

Por: Ángel Alonso

ARTÍCULO. (Versión digital)

La serie Ecos de Omer(1), de la artista Blanca Beatriz Caraballo, está formada por obras en las que se impone —de inmediato y en cada una de ellas— una imagen poderosa, huella de una trasmutación contundente: el rostro humano cede su lugar a un firmamento interior, a un entramado simbólico que evoca la conciencia en su dimensión más etérea.

El sustrato conceptual se arraiga en la Cábala, ancestral tradición mística del judaísmo que, a través de su entramado simbólico, descifra los misterios de lo divino y devela la arquitectura secreta de la realidad, orientando al alma en su tránsito hacia la comunión con lo sagrado. La serie fue gestada dentro del período del Omer, una trayectoria espiritual de siete semanas desde la pascua judía hasta la revelación de Monte Sinaí, período de perfeccionamiento de las cualidades del alma, las siete sefirot inferiores del árbol de la vida. Ese movimiento por la escala sefirótica es representado en siete obras que, a través de recursos pictóricos y simbólicos, abren un mundo de asociaciones y lecturas.

La influencia de la Cábala en la historia del arte no siempre se evidencia de manera consciente, pero sus estructuras simbólicas han influido a artistas que buscan representar lo trascendente, lo universal. El aleman Anselm Kiefer ha explorado esta tradición como vía de reconstrucción simbólica de la memoria y la historia, articulando una estética del duelo y la redención; Marc Chagall impregnó su universo onírico con referencias a la misma, sus pinturas evocan una espiritualidad íntima y poética. Incluso en épocas anteriores, como en el Renacimiento, artistas como Botticelli o Leonardo —desde una distancia más alegórica— se interesaron por nociones herméticas que intersectan con la Cábala.

En esta serie de Blanca Beatriz, el uso de veladuras y mezclas de color produce una atmósfera onírica, un ambiente semejante al acercamiento a la metafísica de artistas como Giorgio de Chirico, pero su pincelada es más inquieta, más impetuosa; ejercicio plástico que logra una simbiosis entre las herencias del surrealismo y el expresionismo. El tratamiento de los fondos está relacionado con el aspecto cosmogónico de la sefira, mientras que las figuras en primer plano hacen referencia a aspectos sefiróticos del alma. Como fractales las sefirot se expande lo cósmico a lo humano y viceversa.

En el caso de Jesed, Amor, el fondo es de un azul apacible. Y es que Jesed es una palabra hebrea que se traduce generalmente como «amor misericordioso»; no se refiere a un amor pasional, sino a aquel otro, mucho más profundo, que implica compromiso, lealtad y gracia incondicional. En su interior aparece un astrolabio: Instrumento para medir nuestra localización en relación con el firmamento. Nos hace reflexionar sobre nuestra posición con respecto al macrocosmos, a ese gran Amor cósmico.

En el caso de Netzaj, Victoria, los rayos de colores que emergen del astrolabio evocan la descomposición de la luz blanca. Este efecto prismático encarna la energía espiritual y también podemos asociarlo con el conocimiento que entra o sale de la mente. No olvidemos que Netzaj se asocia con la resistencia, persistencia, eternidad y triunfo espiritual, además de estar vinculado con el arte, la emoción y la proyección de la voluntad hacia el exterior. La obra combina armoniosamente lo simbólico con lo estético para generar una reflexión sobre la conciencia, la trascendencia y la persistencia del espíritu.

En una pieza como Hod, Esplendor, el fondo sugiere un fuego interno, una suerte de aurora espiritual. Aquí la artista utiliza un enfoque más geométrico. Hod recibe la luz que Netzaj entrega y la anida, dándole forma y estructura.Y es que esta obra simboliza vitalidad, energía creativa y espiritualidad activa. Hod, según la Cábala, representa el esplendor, pero no como brillo superficial, sino como la capacidad de reconocer el valor intrínseco de la realidad presente, de lo ya manifestado.

Pero lo más importante de la labor de la artista en esta serie rebasa los significados establecidos por el conocimiento ancestral que le sirve de base. El modo de ejecutar las siete piezas posee valores propios; hay una conciencia, una intencionalidad que determina cuándo la obra provoca calma y expansión o cuándo el propósito está en transmitir dinamismo e inquietud. No estamos ante ilustraciones, sino ante obras de arte que sostienen la mirada de quien interpreta para aportar sus propios contenidos; a partir de una entrega espiritual, sí, pero también desde una elegancia en la ejecución y desde un conocimiento sólido a la hora de construir —y codificar— el objeto artístico. ■

1._ La serie Ecos de Omer formó parte de la exposición Animi Motus, Motions of the Soul, curada por Dayalís Conzález Perdomo y compuesta por Sandra Garcia Pardo, Aleli Egües y Blanca Beatriz Caraballo. La exposición fue realizada en Wirtz Gallery del 5 al 30 de junio, con la colaboración de Amy Carballosa, de GALA FOUNDATION Gaea Arte Latino-Americano.

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