Bellas artes
«La abstracción no te invita a sentir, como ante un bonito paisaje, lo bien que se podría pasar en dicho lugar un fin de semana, […] La abstracción plantea un dilema. […] [T]e las tienes que ver con el universo de la forma».
Leopoldo La Rubia. La aventura de la abstracción. Fenomenología de la abstracción en el arte desde el paleolítico a las neovanguardias. 2015
El filósofo Leopoldo La Rubia teorizó sobre el arte abstracto en el ensayo La aventura de la abstracción. Profundizando en cómo dicho arte ha existido desde los albores de la humanidad, recobrando fuerza en diversos periodos de la historia, el teórico distingue habitualmente entre figuración y abstracción. A colación de su reflexión sobre el «bonito paisaje» como antítesis de cualquier obra abstracta, llama la atención la pintura de Jesús Risueño (Ciudad Real, 1962), que justamente se centra en reflexionar en torno al género paisajístico.
En su producción reciente, expuesta ahora en la galería Xerión de A Coruña, Risueño se vuelca en el paisaje a través de las series Paisajes cromáticos y Paisajes geométricos. Está centrado en explorar y explotar los valores formales de la obra de arte, pero no desdeña tener un sumo cuidado con la temática representada. Nuestro protagonista crea siguiendo la referencia coherente hacia la realidad visible-tangible, en la que verdaderamente se inspira, por lo que se mantiene todavía fiel a la figuración. De este modo, sus obras sí nos muestran bonitos paisajes, pero no son ilusionistas, sino geometrizantes. En lugar de apelar a lo que vemos naturalmente, lo transforma y lo convierte en un paisaje bajo la capa de lo pictórico. Sin abandonar por completo su condición de paisaje, solamente es paisaje tanto en cuanto forma parte de una pintura que versa sobre dicho asunto. Mientras los recursos propiamente plásticos se apoderan del protagonismo, aún discernimos algunos elementos del paisaje primitivo, que ha sido masticado y proyectado después para convertirse en puro arte. Atendiendo al filósofo José Ortega y Gasset, Risueño estaría ahora en proceso de alcanzar un arte artístico, ya que mantiene «una tendencia a la purificación del arte [el autor se refiere a una tendencia artística que había en los años veinte y anteriores]. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos humanos, […], que dominaban en la producción romántica y naturalista» (La deshumanización del arte y otros ensayos de estética, José Ortega y Gasset, 1925).
Sin embargo, Risueño no pretende, al menos hoy día, llegar a purificar su pintura, a deshumanizarla, como diría Ortega y Gasset. Todavía no ha alcanzado el arte artístico orteguiano porque los valores formales no lo son todo para el autor de origen manchego. Por el momento, en su trabajo sí es palpable la transición entre Paisajes cromáticos, caracterizada por la planitud de las composiciones y el juego con los campos cromáticos de estilo geométrico irregular y gran sinuosidad, y su serie Paisajes geométricos. A diferencia de la serie anterior, Paisajes geométricos, aunque no olvida la capitalidad del color, hace que el objetivo principal de sus obras sea encarnar la geometría, sin desligarse de la figuración, aunque sí abstrayéndola. La geometría como origen del volumen, que tras un estudio concienzudo, da lugar precisamente a lo ilusorio que identifica, sobre todo, al arte de raigambre naturalista y realista, o, si se quiere, al «romántico y naturalista» orteguiano. En Paisajes geométricos, nuestro autor erige elementos geométricos, poliedros irregulares, totémicos, ya que normalmente se presentan de manera individual en cada pieza, tomando todo el protagonismo, con cierto aire hermético e incluso hierático. Son también tectónicos, pues se levantan dando la sensación de robustez e inamovilidad, al igual que los paisajes líticos e/o insulares que simboliza Risueño en las obras clave de esta serie. Una suerte de simplificación de las formas paisajísticas en poliedros que, aunque planos, conceden un efecto tridimensional. Las texturas, cada vez más enriquecidas, restan fuerza al potencial de la paleta cromática, simulando, pictóricamente, la realidad visible-tangible de estos paisajes de la pintura de Risueño. ∙
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