Bellas Artes
«La fotografía informa, detiene lo pasajero, concreta la atención en un momento o un detalle, será una obra de arte cuando comunique y suscite una experiencia, una emoción».
María Cristina Orive (Guatemala, 1931-2017)
Nos apoyamos en lo planteado por María Cristina Orive para comenzar a hablar del artista cubano Jesús Defino Villa. La obra de Jesús es creada con depurada y marcada expresión simbólica y de manera conceptual. El artista se expresa, no solo con sentido dramático, sino que es capaz de plasmar hábilmente sus imágenes con temas, a veces irreverentes, que emergen con ímpetu, llenos de significados, producto de una investigación cultural en su devenir artístico.
Jesús Delfino utiliza modelos que adquieren peso, volumen, escala y materialidad, en su tránsito de lo tridimensional a lo bidimensional. Usa imágenes donde confluyen tiempos, sentimientos, sensaciones, conceptos y pensamientos. De su combinación nace una subjetividad crítica, un índice atemporal sobre el que se construye su trabajo.
Utiliza fondos con tonos tenebristas para crear un cierto tratamiento patético. Sus temas son originales, escogidos y pulidos, alcanzando un alto rigor artístico y estético, ya que son verdaderos estímulos que nos hacen sentir determinadas sensaciones, a veces difícil de explicar con palabras.
En el caso de la obra Resiliencia II, Jesús Delfino trasmite un dramático y expresivo mensaje a través de los pliegues de la piel del personaje, en el cual las arrugas trazan caminos áridos sumidos en la desilusión, la impotencia o el desespero. Se puede pensar que existe un gesto teatral, algo melodramático que lo descontextualiza, lo fragmenta o exagera aspectos de lo real. El resto está en el trabajo de posproducción al que somete la captura fotográfica original hasta su exposición pública.
Como conocedor del alma humana, Jesús Delfino observa y describe momentos y reflexiona con un gran manejo de análisis conceptual. La fotografía logra trasmitir un efecto sobre los observadores, de intriga, asombro y al mismo tiempo de angustia. Es una obra que puede producir efectos connotativos muy diferentes al trasmitir mensajes claros y al mismo tiempo polisémicos. Puede lograr en los diferentes espectadores desde un placer puramente estético hasta una sensación de agobio.
En el caso de la obra Añoranza, Jesús Delfino deja que los objetos expresen los secretos más ocultos, no se contenta solamente con emocionar, sino que va más allá, entra con el observador a la mente del individuo fotografiado, que es al mismo tiempo el artista, dejándole una impronta: un mensaje. En este caso el personaje fotografiado actúa como el niño que quisiera volver a ser. •
El artista juega entre lo culto y lo popular, lo espontáneo y lo falso, la ficción y la realidad, mientras recorre un camino entre lo mínimal y lo decorativo, tal vez con ironía o un sarcasmo sutil, en la misma medida que reproduce signos de una sociedad o clase social determinada. Se envuelve en una curiosidad innata por el mundo que le rodea. Para ello convierte su principal paradigma, la felicidad, en su anhelo de subsistencia.
Jesús Delfino, nos enseña a reconocer y apreciar nuestras características personales y las de los otros. Al aprender a relacionarse con los demás, desarrolla habilidades para aceptar y respetar las diferentes formas de ser y vivir.
En este caso estamos frente a dos obras eminentemente diferentes, pero que el artista nos lo ofrece para afirmar que es un creador y que es capaz de armar historias y diversas maneras de actuar. Lo cotidiano, en su distorsión, emerge como expresión de una identidad colectiva, vínculo intersubjetivo entre el autor y el espectador.
Jesús Delfino prefiere la fotografía de estudio a la callejera. Sus «ensayos», generalmente en colores, responden a una investigación exhaustiva, idea o trabajo previo de campo, más que a un gesto arbitrario por capturar el instante.
Lo interesante de estas imágenes radica en la intensidad de su pensamiento. La objetividad se transforma en subjetividad, la distancia en cercanía, y el espectador en participante. El artista no le interesa una imagen «objetiva» de lo real, a pesar de un interés por visualizar sus gradaciones, capturando todos los fenómenos de los sentimientos del ser humano, llevándolo a una realidad inmóvil como es la fotografía impresa.
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