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El artista al que vamos a acercarnos no se parece a ningún otro, y en caso de que se pareciese a alguno sería al músico Johan Sebastian Bach, quien a pesar de su grandeza carecía totalmente de ego y pensaba que su obra no era mérito suyo, sino una manifestación de Dios a través de sus manos. Es en esa ausencia de egocentrismo que le comparo con Bach, porque Alfonso Eugenio Pesant (La Habana, 1951) es un caso único entre millones, un artista de una pureza poco común y una humildad llena de elegancia, que siempre prefirió, después de trabajar arduamente, visitar galerías y museos para disfrutar del arte de otros pintores, en lugar de dedicar ese tiempo a promover sus propias pinturas.
Puede parecer un desperdicio de oportunidades para nosotros, pero para él resulta algo natural y enriquecedor. Y sobre todo un acto de libertad, porque solo en ese anonimato se puede encontrar la posibilidad de crear sin ninguna concesión. Ese acto de inteligencia que ha manifestado durante toda su vida, le proporciona un goce del que no podrá disfrutar nunca aquel otro artista que se sienta comprometido con un público, con una galería comercial, con un crítico o con un curador. Se trata para él de una economía muy acertada de su tiempo, una economía que prioriza la riqueza de sus vivencias por encima de los beneficios materiales.
Por eso prefirió, y prefiere, disfrutar de las pinturas de otros en vez de tratar de vender las suyas. No es que estuviese abundante de dinero durante aquellos 30 años en los que sostuvo dos empleos, se trata de la opción que eligió: enfocarse en visitar hasta diez veces una exposición interesante, en lugar de andar intentando que alguien le comprase sus cuadros.
Su pintura se nutre precisamente de esa libertad, de esa falta de compromiso con los demás que implica al mismo tiempo un gran compromiso consigo mismo. Cuando haces algo solo para tí crece la autoexigencia y no hay cabida para ninguna clase de postureo ni engaño.
Como una especie de palimpsesto, sus lienzos pueden contener muchas pinturas en una, ya que no siempre da por definitiva la obra, sino que esta puede tener una terminación diferente tras una nueva mirada. Un cuadro que parecía acabado muchos años antes, puede recibir una nueva transformación en cualquier momento. En otras ocasiones, el cuadro ha sido satisfactorio para él desde el principio; son aquellas obras que logró en un momento determinado, bajo una estructura tan bien armada que no admite cambios. Pero cuenta con la posibilidad de renovar cada pieza si lo decide. No necesita, siendo él mismo su espectador, cohibir su deseo de intervenir un cuadro terminado; nadie se quejaría.
Las raíces de su gestualidad las veo en el expresionismo abstracto, y el tipo de abstracción que realiza me genera algunas asociaciones que tal vez no sean antecedentes de su obra, pero sí coincidencias interesantes. Por ejemplo, el uso del círculo en contraste con figuras cuadradas o rectangulares, es muy frecuente en algunos de los artistas abstractos cubanos de los años 50, como Antonio Vidal (primero) o Pedro de Oraá (después). También hay un elemento que usa —una especie de asterisco— que recuerda a las «estrellas» de Joan Miró.
Desde niño rechazó las pinturas realistas, la figuración en el sentido clásico no le seducía, pero le atraían el Pop Art y aquellas pinturas modernas que encontraba en los libros. Muy tempranamente admiró a Wifredo Lam —cuyo nombre puso a su perro— y le apasionó también la pintura de Guido LLinás, único artista del grupo Los Once con el que puede asociarse su trabajo.
Pero su particularidad está en algo que va mucho más allá de las formas, su particularidad está en una energía llena de contemporaneidad que no se respira en ninguno de los artistas aquí nombrados. Hay una vibración en su manera de manchar que solo podemos encontrar en algunos artistas mucho más recientes. Si observamos el trabajo de algunos de los maestros de la transvanguardia italiana tal vez podamos esclarecer esta idea, no estoy hablando de un parecido puramente morfológico, me refiero a esa sensación táctil que deja una pintura cuando parece haberse puesto desde la más interna vibración. Es algo que un artista como José Bedia, por ejemplo, logra cuando mancha directamente con las manos, o que artistas como el catalán Antoni Tàpies lograba transmitir con la materia. Y es que Pesant es matérico también, trabaja con arena y otros materiales.
A menudo sus composiciones son arriesgadas, utiliza esas líneas que no llegan a ser totalmente diagonales y que tienden a romper la estabilidad, para luego hacer contrapeso con elementos sólidos como rectángulos y cuadrados, o con semicírculos y triángulos que, como en el tejido de una red, atrapan la vista del espectador. Una vez escuché decir que lo principal en un artista es tener gracia, y eso es lo que le sobra a Pesant. Así es como podemos definir aquello inexplicable que va más allá de los valores técnicos, de las mezclas adecuadas, o de cualquier clase de virtuosismo. Sin gracia no hay arte.
Puede verse, en el uso de las formas geométricas, encadenadas con el sabor de la imperfección artesanal, el aire entre festivo y dramático que posee el arte popular en México.Y es que el artista es un apasionado coleccionista de máscaras mexicanas. Y es tan admirador de la cultura de ese país que lo ha visitado más de cincuenta veces.
Si bien el artista guardó silencio, con todo su derecho, para proteger su infinita libertad creadora, nuestra obligación es dar a conocer al mundo su acervo. Tampoco Kafka quería dar a conocer su obra y la literatura universal estaría incompleta sin ella(.1) El arte cubano, se torna más universal a medida que descubrimos a creadores como Alfonso Eugenio Pesant. Adentrémonos en su obra y conozcamos su único e irrepetible mundo interior. ■
1._ Es sabido que Franz Kafka pidió a su amigo Max Brod que, después de su muerte, quemara todas sus obras, Brod no lo hizo, por suerte para miles de lectores.
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