Sentencia para una requisa: ¡Que le corten la cabeza!

Del secuestro a la belleza paisajística de Fernando Cruz

Por: Marta María de la Fuente Marín

-¿Podrían decirme ustedes (…) por qué están pintando esas rosas?
(…)
-El hecho es, señorita, que este rosal debiera haber sido rojo, y nosotros, por equivocación, plantamos uno blanco. Si la reina llega a descubrirlo, nos cortarán la cabeza (…)

Lo que Alicia y los naipes jardineros no sabían era que las rosas rojas no son originalmente silvestres. El gen que las colorea fue descubierto mucho después que Carroll escribiera este cuento para niños. Por tanto, Lewis –consciente o no– introducía el llamado Paisaje. 

Este término resulta un constructo cultural, proveniente de la imagen bella que el individuo establece sobre un determinado territorio. En este caso, el logro de una estética acorde con la personalidad de la Reina de Corazones es la motivación para sembrar este tipo de rosas, que, al no existir, deben ser recreadas desde la intervención directa al espacio y, por tanto, la generación de un paisaje. 

A pesar de la época en que se publica esta historia, está más cercana a los conceptos contemporáneos de intrusión en la zona, que al recreo romántico del surgimiento del paisaje como género pictórico.  Esta distancia se acorta aun más frente a una obra como Jardín de Rosas, de Fernando Cruz (Matanzas, 1989). 

Aunque la evocación a Maravillas sea inevitable, los tubos de pantalla prevalecen. Sus bordes geométricos son más que evidentes, y su disfraz de rosa es apenas un barniz. La reina no se dejaría engañar, nosotros tampoco, y el artista corre el riesgo. El engaño es premeditado. No hay intención de fundir dos elementos tan distintos, sino convertir a uno en el vehículo de otro; porque, la tecnología es la manera actual de crear el paisaje. 

Cruz lo traduce desde la literalidad al plantar monitores que evocan rosas, pero idealizar la planta, redescubrirla, incluso «be the rose», son sensaciones cotidianas evocadas por los documentales, la realidad virtual y aumentada, entre otras técnicas. La tecnología interviene el territorio desde su conversión en espectáculo.     

Asimismo, esta obra vehiculiza otros estadios mentales. Se acerca al paisaje desde la injerencia in situ, que para el artista significa una transición al interior de su producción; porque facilitó el desenvolvimiento de proyectos más ambiciosos como Paisaje Concreto

Esta serie es interpretable desde la artealización,  el concepto desarrollado por Alain Roger en el siglo XX, que no solo se refiere a que todo paisaje es un producto artístico, sino que consta de dos manifestaciones: in visu e in situ. La primera refiere la apreciación estética del territorio para la generación de una idea a construir, y la segunda se enfoca en llevar dicha guía a vías de hechos. 

 

Composición #1 inaugura este ciclo y es la única obra, por el momento, que ha transitado por las dos etapas. Parte de una maqueta digital dedicada a la arena y al agua marina, cuya perfecta división en construcciones de acrílico expande la idea apenas sugerida por la obra anterior: el control del hombre sobre su entorno, la transformación de este último en función de la estética y/o los intereses del primero.

El secuestro de la playa, con un sobrevolado mensaje ecológico, se concreta como instalación. A pesar de su estructura geométrica de «juntos, pero no revueltos», ofrece posibilidades lúdicas, que refuerzan la regulación y la dependencia humana, para que estos dos elementos tengan algún tipo de contacto y traspasen sus nuevos límites impuestos.

«La visión medida  y placentera del paisaje naturalista o la construcción del jardín cerrado y geométrico permite experimentar lo pintoresco1 (…)» (Rueda, 36). Cruz explota el significado estético de este último término como forma de percepción y registro exótico de una realidad que le supera –el panorama marino–, pero también como una manera de aprehender, y simplificar, la naturaleza, siguiendo los cánones de composición del arte clásico: racional, estilizado, simétrico, armónico.

Esta sensación se traslada a Composición #2, en su proyecto digital. En una suerte de cuadratura de terreno, se inscribe otra casilla más pequeña en el centro que parece destinada a contener agua. Esta disección parece geometrizar una laguna y su ribera en una especie de principio de cuadrados concéntricos. De esta manera, el efecto extendido de la obra anterior se instala, primero, en la construcción de un paisaje desde los valores simplificados que el intelecto humano nota desde y hacia la abstracción, y segundo, en el ejercicio de dominio de límites; porque, aunque las demarcaciones geográficas para este depósito sean bastante definibles, en esta recreación el artista las «cuadra» intencionalmente en su concepción del espacio estético perfecto.

Fernando Cruz secuestra la belleza de los territorios y la moldea en paisajes. Desde el contrastante «efecto rosa», hasta la imposición geométrica de nuevas «orillas», el espectador asiste ya no a una reconfiguración de una playa o lecho, sino a un estímulo cognoscitivo del intelecto y el poder.

¿Todavía le querrán cortar la cabeza?

 Nota:
1._ El subrayado es nuestro.

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