La obra de Fernando Halcón
Por: Stela Galiano
El artista Fernando Halcón (1969, Jerez de la frontera-Cádiz) concibe la obra de arte en general como un misterio, un libro a medio abrir y a medio leer que aún esconde mensajes sin desvelar, y esa es la maravillosa cualidad del arte para seducir o encantar, como una invitación a zambullirte en unas oscuras aguas aún sin ver o conocer toda su profundidad. El conjunto de su obra está también cargada a su vez de intención política, de diálogo social, de una permanente preocupación por el tiempo histórico que nos toca vivir. Aunando con pericia conceptual ambas cualidades, el artista representa en sus trabajos el teatro de la vida cotidiana de nuestras sociedades contemporáneas, a través de un lenguaje simbólico que trata las contradictorias dinámicas vitales de sus actores mientras forman parte de nuestra común masa social compartida.
Estos actores, ciudadanos del mundo, son transformados, caricaturizados o ridiculizados a través de un nutrido lenguaje simbólico que el artista utiliza para presentar todas las múltiples lecturas que la compleja naturaleza del mundo globalizado actual encarna a la hora de su asimilación e interpretación. Son personajes ungidos plásticamente como seres fantásticos y perversos que gritan, dan miedo y tienen miedo, que son víctimas de sus circunstancias y verdugos a un mismo tiempo, en contextos vitales que en muchos casos ni siquiera tuvieron oportunidad de escoger libremente. Caminan siguiendo las luces que ellos mismos han construido a través de la influencia interesada o la educación recibida de otros. Son retratos que protestan, que impactan, y que nos remueven con una estética bellamente atormentada y minuciosamente detallada. Las imágenes más bellas, en un espejo cóncavo, son absurdas y grotescas. Para el propio autor, sus personajes son desmañadas representaciones de nosotros mismos, son aquellos monstruos que conviven con nosotros o dentro de nosotros, y a los que mediante nuestro reconocimiento podemos superar o vencer.
Son fábulas medievales de lo que nos pasa y vemos por la calle del mundo. Como si viviéramos aún en aquella época y mirando las imágenes de los frontones de las iglesias pudiéramos entender algo de lo que representamos como conjunto social y acerca de nuestras paradójicas inercias.
La proliferación de símbolos y riqueza de detalle tanto en sus pinturas, como en sus collages y dibujos, pretende intencionadamente atrapar la atención de los espectadores, para que estos se impliquen y detengan frente a sus escenas, desentrañando sus simbólicas estampas, propiciando el coloquio con la obra, preguntándose acerca de sus variadas interpretaciones, profundizando aún más en cada una de ellas y en cada una de sus partes. En este sentido, muchas de las obras parecieran contener otras diversas obras dentro las mismas que bien podrían formar nuevos escenarios y nuevas lecturas relacionadas. Para Fernando Halcón, el conjunto de obras en una trayectoria artística no es una línea recta, todo forma parte de un proceso, de un viaje de descubrimiento y de transformaciones, por lo que ninguna pieza es una tarea concluyente en sí misma, todas forman parte de las distintas porciones de un discurso más largo que se va escribiendo y construyendo con cada nueva ejecución.
En cuanto a la técnica, en una gran parte de su obra artística ha utilizado el collage como si de las pinceladas de una pintura se tratara, a base del pegado de gran cantidad de retales de papel representando el enmarañado crisol del mundo, creando personajes mediante la extracción de pequeños trozos de papel procedentes de otros objetos y mezclándolos con pintura, constituyendo así una técnica mixta de sorprendente minuciosidad. En su impronta plástica más reciente ha venido empleando estrictamente pintura acrílica, junto a pinturas acuarelables o tintas que en ocasiones mezcla también con el collage, añadiendo a sus obras una riqueza especial y diferente a la de otros autores.
Sus obras siempre poseen una característica profundidad tanto implícitamente narrativa como espacial, en la que se muestran diferentes momentos a un mismo tiempo, así como diferentes personajes representados en un mismo contexto en sus propias frustraciones o los intentos de aquellos para salir de ellas. Reflejan un antes, un ahora y un después en una misma obra, como la representación teatral de una tragicomedia de la vida en una sola escena. Nos sumergen en la realidad que vivimos con todas sus ansiedades y vértigos, pero ofreciendo siempre un halo de esperanza en detalles simbólicos que representan esa liberación de un problema o una agonía, o mostrando su opuesto.