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Fotografía

ZIG ZAG Y ANALOGÍAS

De lo incierto a lo posible

Por: Enmanuel Castells Carrión

ARTÍCULO. (Versión digital)

Jesús Delfino Villa es, de hecho, un fabulador de increíble (y al parecer) infinito sentido creativo. He referido en otras ocasiones y en diferentes plataformas que su rigor profesional lo lleva a una exigencia de extremo perfeccionamiento en el acabado de sus piezas, y su línea estética que se inscribe en lo conceptual, a mí me resulta mucho más allá de categorías establecidas dentro del mundo de las artes visuales. 

Delfino es, de base, un humanista a ultranza. Su calidad espiritual está afincada en lo esencial de sus sentimientos y en la preocupación que le genera el destino de los seres humanos. Si bien, a tono personal, no es un hombre de grandes discursos filosóficos, sí lo es sin embargo; en su meditación profunda y en el arsenal semiótico conque decide exponer esas inquietudes a través de su arte. Es decir: a través de sus magníficas fotografías. 

Estas dos actuales piezas van, de lo existencial hacia lo que yo definiría como un leve asomo irónico teñido de humor conceptual. La brújula encerrada y el martillo recalcado por el sujeto que él mismo golpea, son metáforas que, como se ha dicho del buen arte, disparan y generan infinidad de interpretaciones.

¿Hacia dónde nos lleva la brújula de nuestra existencia? ¿Cuál es la ruta exacta que nos conduce a una zona de placer y felicidad sin sopesar los lacerantes y agónicos escollos que tenemos en la vida? ¿Quién no se ha sentido perdido alguna vez? ¿Cómo apresar esa flecha que marca zigzag en un reloj cuando lo que queremos es una ruta ascendente a lo próspero y el bienestar, y lograr orden en medio del caos? ¿Qué hacer con el tiempo que se nos va de la mano y se hace irrecuperable? ¿Cuál es el destino que nos marcará eso que llamamos Dios?

He ahí la grandeza de una ventana abierta a todos los universos emocionales y filosóficos con que podemos analizar, interpretar, recontextualizar y hasta apropiarnos de ese sujeto convertido en arte. He ahí el valor de esa foto y todo lo que me guardo y que me haría infinita sus muchas lecturas, más profundas y adecuadas.

En el otro extremo, Jesús Delfino nos muestra el martillo martillado, tan polisémica como inquietante, o tan simple como absurda. Esta vez lo asumo en modo de humor sarcástico y lo extrapolo a cualquier interpretación de nuestra vida: el látigo que puede ser azotado, el cuchillo apuñalado, el fósforo quemado, el serrucho mordido por la madera y así, un sin fin de analogías como un largo listado. Pero de este martillo clavado destaco algo que ya he referido en Jesús Delfino: su excelente composición, su ajustado balance de la luz con ese buen uso del fondo negro. Su colocación gráfica destacando las texturas de todos los elementos y aumentando el drama del discurso. Su exposición minimalista y la impresionante sensación de dolor que da ver la madera destejida y desmembrada por la violencia de los clavos. Dejo pues al lector-espectador, todas las miradas que esta obra desate en su conciencia. Yo, cual escribano fascinado por el arte de este hacedor cubano, me inclino y hago la reverencia esperando los nuevos infartos visuales a los que ya nos viene acostumbrando su incuestionable talento. 

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