NOEL MORERA, LIBRE HASTA DE SÍ MISMO

Por: Ángel Alonso

En estos tiempos en que la rebeldía ha sido enlatada y absorbida, en que la aparente irreverencia (Banksy incluido) se convierte en un gran negocio, cuesta mucho encontrar a un artista verdaderamente iconoclasta. Estamos hablando de Noel Morera (Matanzas, 1962), cuya inquietud y desobediencia salta a la vista en su espontánea y transparente producción artística.

Ya sabemos que estamos en un momento plagado de artificios, de estrategias curatoriales y de poses, ya hace rato que nos venden pantalones con agujeros reforzados que imitan aquel real, cargado de experiencia y visceral, de aquellos años en que, al decir de Fito Páez, «estaban altas las defensas, no se comía tanta mierda».

Conozco mucho la obra de este artista y un poco de su vida desde que éramos niños. Tenía un dominio de la figura humana que le permitía corregir los errores de los profesores. Una vez en la Escuela Elemental de Artes Plásticas lo escuché decir a un maestro que dibujaba una modelo en la clase: «te está quedando corta de piernas» y era verdad, porque siempre ha sido muy observador. Y además siempre ha sido muy inclusivo, no se corta las alas, no se encierra en un único «estilo». Bueno, lo identificamos, claro, de alguna manera sabemos cuando vemos sus obras que las ha realizado él, pero no porque se encierre en una única forma de hacer. Y eso es lo curioso, que es coherente pero no repetitivo.

¿Cuáles son las claves que pudieran definir su trabajo? No las encontraremos únicamente a partir de las formas, tampoco a través de un acuerdo consciente para delimitar supuestos significados, lo mental puede ser aquí una obstrucción aún mayor que la de quedarse en la apreciación de los valores formales. El reto está en rasgar la superficie de las palabras, los mecanismos anquilosados con los que tratamos de entender las obras, no nos servirán de mucho las definiciones, los conceptos… Magritte lo tenía claro cuando decía «Quienes buscan en mi pintura significados simbólicos no captarán la poesía y el misterio inherentes a la imagen»

Este artista es libre hasta de sí mismo, y el hecho de escabullirse de las definiciones es lo que da sabor a su obra, lo que la mantiene vital, lo que evita el estancamiento, lo que hace que aprendamos siempre algo nuevo de una pieza a otra y que no pase aquello terrible que ocurre a la mayoría de los pintores, que nos invitan a su exposición y vemos el mismo cuadro en 30 variantes compositivas.

Intentando cercarlo está claro que el movimiento al que más se asemeja de la Historia del Arte es al Expresionismo, pero sus conscientes deformaciones de la figura humana tienen algo de lente fotográfico, alguna herencia colateral propia del Pop Art, sobre todo cuando utiliza planos de color. Lo caracteriza la inmediatez, la obra hecha aquí y ahora, en la que el primer trazo, cuando no le ha sido convincente, no se oculta completamente sino que se emborrona como una tachadura, o se vela a un segundo plano, para descargar encima o al lado el que va bien a la imagen definitiva, recurso que incorpora el «error» como parte de su expresión. Porque Noel trabaja también con desechos, deja al descubierto aquellas zonas de los cuadros que otros pintores taparían completamente. Es quizás esto lo que transmite una mayor seguridad, lo que delata una mayor sinceridad. A veces, por el contrario, nos sorprende con imágenes muy limpias y graficas, llaman la atención también sus siluetas recortadas, una zona de su trabajo mucho más racional, más controlada pero igual de imaginativa y fresca.

NOEL MORERA
Autorretrato terapéutico /Acrílico sobre lienzo / 176 x 162 cm. / 2017 (Colección de Lázaro Cordero Bonet)

Transparencia, espontaneidad, autenticidad y libertad son quizás las palabras que mejor pueden definir esta obra, rebelde ante la supuesta rebeldía maquillada de los artistas asimilados, insurrecto ante la esclavitud del mercado, sublevado ante las etiquetas. Defiende su condición de paria y no traiciona, ni siquiera cuando la suerte lo favorece, su hermosa indigencia de hippie.

En sus cuadros se respira el desarrollo de los acontecimientos que evocan, son un poco cinematográficos y la escena representada la completa el espectador con lo que ocurre «fuera de cámara». Una obra políticamente «incorrecta», sencilla y compleja al mismo tiempo; sencilla porque los procedimientos se muestran desnudos y compleja por la profundidad de pensamiento que encarna su sarcasmo.

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