Para comprender a fondo la obra de Lis Pardo (artista nacida en Barcelona) no hace falta buscar referencias en la Historia del Arte ni conocer a fondo todas las vertientes del arte abstracto, lo que necesitamos es apartarnos de todo prejuicio y volver a ser capaces de disfrutar de la belleza más auténtica, aquella que emana de la libertad y el juego.
Ese disfrute, que suele perderse con la intelectualización de todo lo que miramos, con la esclavitud de las palabras que encasillan y etiquetan, se asemeja al que un día encontró Siddharta Gautama bajo una higuera: su iluminación. De pronto el árbol no era el concepto aprendido para designarlo sino aquello con lo que conectaba sin la molestia de nombrarlo.
Es ese el secreto de esta obra, por eso nos sacude, porque sentimos al verla que se ha elaborado sin más preocupaciones que el juego, que se ha afrontado con honestidad y sencillez, sin esa cargante responsabilidad conque muchos artistas asumen sus propuestas, envueltas en complejas tesis y reflexiones filosóficas grandilocuentes. Lis nos recuerda que necesitamos una liberación que nos desintoxique de tanta seriedad y de tanta competencia. El acto creativo constituye para ella una suerte de meditación; a medida que mezcla los colores se apacigua la mente y surgen accidentes de los que sabe aprovecharse con su talento para elegir.
Duchamp decía que el acto de elegir es un acto creativo, y esa reflexión se puede extender mucho más allá de su referencia al ready made, ya que después de experimentar Lis elige qué zona del cuadro ha de quedarse tal como surgió con la emoción y cuál es conveniente enriquecer con una textura o convertir en una masa de color más tranquila, en la que los ojos descansen.
Son cuadros que permiten la posibilidad de girarse, no tienen un «arriba» o un «abajo», característica que parece encarnar la oposición a lo binario, se respira en ellos una apertura mental que se opone a cualquier concepto excluyente. Acostumbrados a una sociedad donde el pensamiento estructuralista nos ha legado la dicotomía entre la ausencia y la presencia, resulta interesante encontrar una artista cuyas creaciones tienden a trasmitir la idea de armonizar lo que está y lo que no, sin que un concepto gobierne al otro. Así, sea por intuición o de manera consciente, lo que para ella puede ser «jugar con los colores» deviene en una deconstrucción de aquellas estructuras de poder que tanto daño han hecho al ser humano.
Lis parece decirnos con su pintura que no se ha de ir por la vida apartando o negando lo que encontramos sino todo lo contrario: aceptando, asimilando, incluyendo… Por eso se enriquece su experiencia creativa y nos trasmite esa continuidad entre el Yin y el Yang, pues los polos aparentemente opuestos en realidad están conectados y son poseedores de una continuidad. Sus cuadros nos provocan una sensación de infinitud; exploran lo cósmico, de ahí algunos de sus títulos como Camino a Marte o Meteoro en ruta.
El interés en lo universal, sin embargo, no aparta su mirada del mundo en que vivimos inmersos. A menudo conecta con la realidad social más cruda y entonces aparecen obras referidas a la guerra, en las que verdaderas explosiones de colores remiten a los bombardeos. El título suele ser un instrumento contextualizador de la artista para condicionar probables lecturas; en esos casos las formas dejan de ser totalmente abstractas para sugerir elementos del mundo real, algo que sucede en obras como Ciudad perdida. En otros casos el título se aleja de lo descriptivo y funciona más como metáfora de la reflexión de la artista, tal como podemos ver en Memorias cósmicas, pieza que atiende a lo interno, al pensamiento.
Lis es una artista autodidacta pero no naive, goza de un asesoramiento que le ha ayudado mucho en cuanto a la soltura y la seguridad de sus trazos. Y aunque concibe la creación plástica como un juego ¿no es acaso esta actitud la que siempre han tenido los artistas más atrevidos? ¿no es cierto que cada año se gradúan de las escuelas de arte alumnos —con muy buenas notas— de los que nunca se oye hablar luego y que no son capaces de crear por ellos mismos, sin la supervisión de la academia?
El arte siempre ha sido y será de los irreverentes, de los que lejos de preocuparse por el aplauso hacen lo que realmente quieren hacer. Esto se refleja en la actitud libre, lúdica y desinteresada con la que Lis Pardo enfrenta su producción artística. Adentrémonos en su universo pictórico como quien pasea por un bosque sin objetivos programados y nos sorprenderemos de lo que allí podremos descubrir. •
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