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Bellas Artes

La pubertad cercana o las Pléyades

Collage de Max Ernst

Por: Emilia S. Echezarra

Para hacer la crítica de una obra, en principio elegida por mí, cuyo objetivo es transmitir una interpretación personal en la que el lector y observador, pueda apreciar el sentido objetivo y subjetivo.

He elegido para esta crítica, uno de los cuadros que más me emocionan. Sobre todo, quiero dejar claro que es la visión particular de una pintora, no de un Historiador de Arte, que dispone de más datos objetivos. Mi observación del Arte, es mi búsqueda a una manifestación creativa y a la magia intrínseca del acto de crear.

Toda obra artística lleva implícita la emoción, el sentido abstracto del mundo interior que surge del creador con todo un bagaje de connotaciones. Max Ernst fue uno de los emisores de su tiempo. Participa en el movimiento dadaísta, fundamentalmente nihilista, como consecuencia discursiva de la Gran Guerra, cuestionando la religión, la familia y los convencionalismos más arrogantes. 

Dentro de este desgarro formal y social, Max Ernst creó collages distorsionando la realidad, sumergiéndose más tarde en el mundo surrealista que surgió de una evolución más intelectual que los anteriores ismos del Arte. Y también, se ha de decir, influidos por las nuevas investigaciones sobre la mente humana (Freud). Todo esto dio soporte a artistas que introdujeron nuevas manifestaciones expresivas, provocando una manera diferente de ver«la otra realidad».

La obra La pubertad cercana o las Pléyades (1921), de Max Ernst, es para mí uno de los máximos exponentes de una obra que cabalga, entre el dadaísmo y el surrealismo, expresándose de manera subjetiva y de gran intimismo. Más intimista incluso que muchas de las obras que hizo a lo largo de su vida, en el sentido onírico de la misma y en particular de su propia expresión. Figura y  ninfas y espíritus insinuados, piedras de las estrellas y reflejos, sacados de Orión y las pléyades como mitología griega, son interpretados por el artista con una simbología única.

 

El título mitológico encierra un tema concreto: Las diosas de las Pléyades. La pubertad se ha convertido en estrella. Pero, no obstante, deja una puerta abierta a diferentes interpretaciones. Esta obra va más allá de los sueños, ligando las creencias y mitos griegos, pero también leyendas de todos los tiempos. Una forma de simbiosis entre el mundo onírico y la mitología.

Quiero también resaltar, porque así me llega, la percepción íntima del pintor a la feminidad, a la soledad representada por los espacios infinitos, al agua, al cielo, a la mujer sin rostro enmarcado por un cabello, diríamos cotidiano, símbolo de múltiples interpretaciones.

Formalmente los diferentes elementos que dibujan y diferencian el cielo del mar, simbolizando otras esferas celestiales por los pliegues en la parte superior y el mar en la parte inferior, y en medio un considerable espacio de cielo, infinito a pesar del pequeño formato de la obra. La figura de mujer que con su brazo horizontal atraviesa la esfera —el mundo como símbolo— está en la parte central protegida, lo que a mi entender pueden representar las siete hijas del titán Atlas —ninfas— y envuelta por las texturas casi blancas. Los colores llenan de serenidad el concepto y se rompe la calidez de los elementos fundamentales. El rojo como nota distorsionadora que flota inquieta. El horizonte compensado por la verticalidad de la figura sin mirada, en representación de una diosa y el interior de esta mujer que está por encima del mundo, emergente de un mar simbólico. Es más que un sueño. Es un estado de ánimo que se lleva dentro, en el rincón de las sensaciones.  •

La pubertad
Max Ernst / La pubertad cercana o Las pléyades / Collage, partes de fotografías retocadas, aguada y óleo sobre papel sobre cartón 24,5 x 16,5 cm / 1921

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