Bellas Artes
En la obra de Rafael Arzuaga (Santiago de Cuba, 1962) la pintura y la literatura se complementan, es difícil analizar su producción plástica sin entender su universo literario. Por supuesto, la literatura la consumimos bajo la sucesión de las palabras, mientras que en la pintura todo ocurre al mismo tiempo. Lo curioso es que sus cuadros, aun viniendo de una base literaria no son literales, sino metafóricos, no son descriptivos, sino simbólicos.
El horizonte que proponen sus historias literarias se expanden de tal modo en su mundo plástico que cada camino adquiere su propia dinámica independiente, y no solo cada camino sino cada cuadro, porque lejos del aburrimiento de la repetición, aquí podemos aprender algo con cada pieza, ocurre algo distinto en cada una. No hay mimetismo, a pesar de tratarse de una figuración personal y definida. Su obra tiene un origen caribeño, su concepto de isla y Caribe parte de una diáspora que se encuentra perdida y sin retorno.
La espontaneidad de la pincelada nos seduce por su frescura, por esa gracia de poner el color sin miedo; el color puro, el que discriminan bajo la petulancia de un agrisado. En su artículo Color Blind, Malu Rivero manifiesta que «en Occidente nunca hubo una paleta autóctona, siempre fue robada, o eufemicemos, un préstamo cultural. Nos hemos convertido en seres inexpertos en color, llevamos tanto tiempo regocijándonos en la interminable gama de ocres que frecuentamos, que se nos ha quedado vista de perro (ya que los canes solo ven en blanco y negro). Lo curioso del atentado a nuestros sentidos es que ha sido autogestionado. No os sorprenderá saber que el autosabotaje tiene cara y nombres de grandes señores que eran creadores de opinión en su época y, desgraciadamente, más allá de ella»[1]
No obstante esos límites, auto-impuestos en el autoproclamado Primer Mundo, donde el artista radica actualmente, es una suerte que contemos con creadores que han reaccionado ante tanta uniformidad. A partir del Modernismo en Europa y los Estados Unidos, las letras y las artes plásticas explorarán la especificidad de sus medios, y específicamente en el campo de la pintura los prejuicios contra el color han amainado. Desde los fauves, con Matisse a la cabeza, hasta rebeldes como Jean-Michel Basquiat y otros artistas, se ha logrado —en cierta medida— dar al traste con los prejuicios contra el color fuerte.
Ya en el Pop Art, el propio Andy Warhol lo había legitimado, pero todavía bajo los cuidados y la garantía que le daba la base fotográfica y el color plano de la serigrafía. Nuestro artista está más cerca de los expresionistas, solo que definirlo así no sería justo con aquellas expresiones que Occidente llama primitivas, con desprecio y actitud discriminatoria; términos como naive, contienen en sí mismo una mirada de superioridad. Sobran las ocasiones en que escucho denominar artesanía a casi todo el arte que se produce en el Tercer Mundo —he aquí otro síntoma de la mirada eurocentrista, dividir el planeta enumerando sus zonas de pobreza o riqueza—.
El artista, que se inspira en el Caribe y define su trabajo como futurista caribeño, nos cuenta que su obra plástica está basada en una isla que ha creado: «Toda mi obra parte de la isla Kalumga, imaginada por mí» —nos dice —. Pero este espacio imaginado por Rafael Arzuaga, por fabuloso que sea, no es ajeno a la realidad circundante. Al igual que el pueblo Macondo de García Márquez, el escenario aquí generado recrea la realidad, y es precísamente la fantasía lo que permite sintetizarla, canalizarla al espectador o al lector, de una manera en la que pueda absorber los contenidos de la obra sin diluirse en elementos superficiales. En realidad Kalumga, como cualquier espacio imaginado, es un reemplazo metafórico que sintetiza una realidad, porque un hombre no elige deliberadamente lo que imagina, son sus experiencias las que forjan su imaginación.
Arzuaga manifiesta que «la isla está localizada en el mar Caribe, allí en el centro del Triángulo de las Bermudas, una isla única y fantástica, sobre ella se inspiran mis pinturas, sobre sus habitantes y las cosas que pasan allí, bajo una luna roja y dos soles. Yo la visito en mi imaginación y paso tiempo en ese lugar, donde sus habitantes viven excluidos por ellos mismos del mundo, lejos de la civilización y la tecnología, lejos de la ambición y el deseo, Kalumga es el espíritu libre de un Caribe virgen donde mi imaginación vuela para conectarse con las raíces del caribeño que soy».
Pudiera pensarse, a primera vista, que la autoexclusión de los habitantes de Kalumga contiene una actitud como la de los Amish,[2] quienes rechazan el desarrollo tecnológico actual por considerarlo innecesario y porque creen que va en contra de la humildad y el trabajo. También se puede pensar, desde una óptica superficial, que se trata de un rechazo al mundo real y sus constantes avatares, pero estamos ante un fenómeno mucho más sano; en mi opinión Kalumga implica un rescate, la recuperación de una zona importante de nuestra existencia, aquella que se pierde con la edad adulta y con las preocupaciones competitivas provenientes de la cultura occidental.
¿Qué reclama un artista caribeño con una obra basada en una isla imaginaria? ¿Que trata de decir? El artista nos quiere mostrar su añoranza de emigrante y habitando esta isla de acrílico, palabras y lienzo, nos acerca a una melancolía interior que arrastra por su distancia de su isla natal y su cultura. •
1._ https://artepoli.com/primavera-2023/
2-_ Grupo estadounidense menonita, caracterizado por su austeridad y su rechazo a los avances de la civilización moderna. Se asentaron en Estados Unidos y Canadá allá por el siglo XVII y viven totalmente alejados de la sociedad moderna actual. También existen comunidades amish en otras zonas del mundo.
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