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Bellas Artes

El poder del enigma

La obra de Alain Donate

«Uno no puede hablar acerca del misterio, uno debe ser cautivado por él».
René Magritte

Por: Ángel Alonso

ARTÍCULO. (Versión digital)

El surrealismo ha sido, a través de toda su historia, una herramienta poderosa para explorar las profundidades de la psique humana. En el contexto latinoamericano, esta corriente artística se ha adaptado a otros objetivos, desafiando las estructuras de poder y cuestionando las narrativas dominantes. No podía haber ocurrido de otro modo en un contexto tan distante de donde nació, no solo por la geografía o la brillantez de otro sol, sino porque a través de la precariedad y el subdesarrollo —y bajo el efecto de otros traumas— crece una sensibilidad diferente, acalorada y espontánea.

Esta vertiente renovada de aquel movimiento, tan diferente a como lo definió Breton, encarna las raíces culturales y sociales de la región, marcada por la diversidad, la magia y la resistencia ante la opresión. En contraste con el surrealismo europeo, que surgió en un contexto de guerra y desilusión, la asimilación de este movimiento en Latinoamérica se nutre de una vitalidad y fuerza interior que parecen estar condicionadas por la lucha diaria, por la supervivencia y la resistencia ante la adversidad, que se refleja en la exuberancia e intensidad de las obras.

Dentro de la diversidad de artistas que se han basado en esta asimilación renovadora del surrealismo, resalta el cubano Alain Donate Hernández (1980), artista que da forma a sus imágenes creando un puente entre lo místico y lo real. Donate parte de una visión del mundo fantástica para representar, en la mayoría de las ocasiones, su propia realidad, y al mismo tiempo escapar de ella. Desde su statement el artista nos dice: «Mi obra es un intento de liberar la mente de las restricciones cotidianas y permitir que la fantasía y el subconsciente tomen el control del lienzo».  Se trata de una manera de entender la realidad alejada de los postulados filosóficos y racionales occidentales y, por lo tanto, un medio de expresión de su propia identidad. 

Un cuadro como Antropología de la meta, por ejemplo, resulta muy representativo de su propuesta artística, en la que está muy presente el humor, y en la que el absurdo, lejos de ser gratuito, adquiere un sentido muy específico. 

El campesino cubano que realiza yoga mientras fuma tabaco remite a la figura del hombre común, del trabajador rural que, a pesar de su aparente sencillez, es capaz de alcanzar una conexión espiritual. Este contraste entre lo material y lo espiritual, entre lo terrenal y lo trascendental, es un tema recurrente en la historia del arte, desde las representaciones de los campesinos de Bruegel hasta las fotografías de trabajadores de Sebastião Salgado. 

Es interesante cómo, a través de esta imagen, el artista logra hacernos reflexionar sobre cuestiones más profundas, como la dualidad del ser humano, su capacidad para encontrar la armonía en medio del peligro —observemos el soldadito de juguete que le apunta con un arma— y su búsqueda constante de significado en un mundo cada vez más alienado. No es solo un cuadro gracioso, sino una obra que invita a la reflexión y al cuestionamiento de nuestras propias concepciones sobre la realidad.

A veces se comporta de una manera más enigmática, utilizando códigos más difíciles de descifrar, como en su misteriosa obra El silencio, Lo zoomorfo resulta aquí protagónico, el resultado es un híbrido entre el cuerpo humano de una mujer y un insecto. En este caso se aleja del lenguaje de la ilustración, presente en otras obras como la que narramos anteriormente, rebasa incluso la condición surrealista e incluye elementos del expresionismo. Hay un fondo negro en vez de un paisaje, hay algo grotesco en la figura, cierta agresividad que no aparece siempre. 

Y son estos los dos polos entre los que transita; de un lado puede haber un tratamiento dulce del paisaje, o imágenes agradables y cómicas, mientras que en el otro extremo habita lo monstruoso. Resulta especialmente fuerte su obra Sacrificio, cuadro en el que la cabeza de un carnero reposa en una especie de nido de pájaros. 

El dominio del color, la variedad de tonalidades, el rigor y la autoexigencia, son algunas de las características de este artista, que utiliza de una manera muy personal y consciente la herencia del surrealismo. De un simbolismo indagador, que incita a la reflexión por parte del espectador, sus imágenes fomentan las más complejas interpretaciones sobre los diversos temas que aborda; sus narrativas enigmáticas generan intriga y nos exhortan a intentar descubrir el significado oculto detrás de cada obra.

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