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Bellas Artes

El mundo según Gertrudis Rivalta

Por: Jacqueline Loss

ARTÍCULO. (Versión digital)

La vasta obra de Gertrudis Rivalta, nacida en 1971 en Santa Clara, Cuba, está profundamente interrelacionada y entretejida. Los materiales que utiliza —tul de mosquitero, carbón, asfalto, lentejuelas, incluso azúcar y café— y los medios—     pintura, dibujo, video, fotografía, dioramas— son el vehículo para expresar lo que siente y cómo lo hace.

Ofreciendo visiones complejas y alternativas de experiencias vividas, donde fragmentos caóticos de información son ordenados y contextualizados de manera idiosincrática, su trabajo invita a una contemplación pausada, ya que toca los espacios afectivos y psicológicos tanto del individuo como del colectivo. Al hacerlo, moldea y vuelve a moldear cómo los espectadores perciben su entorno. La reinterpretación que Rivalta hace de las portadas de revistas de su juventud como Mujeres y Muchacha mediante una técnica mixta de lentejuelas y óleo sobre lienzo, junto con la animación de las muñecas recortables de esas mismas revistas en teatros de marionetas, pone en primer plano las tensiones raciales y de clase que han perdurado tanto en contextos nacionales como transatlánticos.

Aunque en ocasiones las portadas de Rivalta parecen casi intactas, también presentan imágenes o escenarios que a ella le habría gustado que hubieran sido incluidos originalmente, y sus lentejuelas son clave. Las lentejuelas, a menudo valoradas por los niños, amplifican el atractivo de las portadas en las adaptaciones de Rivalta. Festivas y populares, sus lentejuelas revelan capas más profundas: el verdadero poder del pueblo que a menudo es reprimido por estados y disciplinas restrictivas.

Aquellos que, como Rivalta, abrazan esa alegría con este material frecuentemente usado en manualidades, a veces son objeto de escrutinio. Rivalta forja su propio camino, reivindicando el encanto brillante de esta Guajira (2021), un homenaje a la mujer cubana del campo, que por momentos podría evocar los retratos de viajeros al trópico del siglo XIX; sin embargo, las técnicas de Rivalta la infunden de capas y movimiento, negándose a que sus sujetos, frecuentemente mujeres negras, sean representadas de manera unidimensional. Algunas imágenes simplemente nunca llegaron a la portada; quedaron enterradas en las páginas de las revistas, como en Corte de pelo (2021), que, al estar de lado y no en posición vertical, cuestiona los binarios de género, sugiriendo que los sujetos queer son tan integrales a la vida cotidiana cubana como los manteles y bordados que a veces usa como lienzos.

La concepción del tiempo de Rivalta se despliega casi como la de un niño que aún no puede distinguir entre ayer y mañana. Frecuentemente, el presente está enmarcado por la colonia —sus arcos de proscenio marcan el teatro que nos transporta a tiempos antiguos; mientras tanto, las muñecas rusas, ellas mismas migrantes a Cuba durante el periodo soviético, emergen dentro de la colonia cubana, como vemos en la parte superior y central, debajo de la mariposa en Trabajando en silencio y voluntariamente «Sin Cariño Co.» Rivalta integra las muñecas recortables de las revistas en su obra de diversas maneras, adhiriendo las pequeñas pestañas que se usaban para vestirlas a muchos de sus sujetos para señalar la tensión entre la voluntad individual y su contexto. Cuando menos lo esperamos, somos manipulados por fuerzas sociopolíticas e históricas.

Trabajando en silencio y voluntariamente «Sin Cariño Co.» evoca el trabajo explotador desde la colonia del siglo XVIII hasta el presente al cuestionar el significado del «trabajo voluntario».«El Co.» del título recuerda el papel de Estados Unidos en su intervención neoimperial en Cuba —la United Fruit Company, la Cuba Company— pero la crítica de Rivalta no se limita a Estados Unidos. Al reutilizar las revistas Mujeres y Muchacha en forma de mariposas, demuestra hasta qué punto la retórica política se infiltra incluso en los ámbitos del afecto, el amor, la libertad y la fantasía. Ya sean los beneficiarios los propietarios de plantaciones, las empresas neoimperiales estadounidenses, el estado revolucionario cubano o el aparato transnacional soviético, Rivalta expone la problemática del «trabajo voluntario», sugiriendo que los esfuerzos por movilizar a la población para llevar a cabo hazañas inalcanzables en agricultura, arquitectura o guerra despojan a los individuos de su propia voz y visión.

El escenario titulado Futuro que Rivalta bosqueja en ETECSA por partes (2021-2023) está ocupado por individuos con pestañas que aparentemente comparten el mismo espacio público, pero no se comunican entre sí. Son esclavos de sus teléfonos (con servicio proporcionado por ETECSA, la empresa cubana de telecomunicaciones), lo que los conecta con esferas potencialmente lejanas que parecen convencidos de necesitar para sobrevivir en el presente.

¿Qué más necesitan? Los aviones de papel de Rivalta, elaborados a partir de las listas que la artista compiló de lo que los cubanos en la isla le han dicho que necesitan, me recuerdan a una experiencia reciente en la que comía una pizza junto a una joven cubana escasamente vestida, que buscaba consejo sobre su futuro con un casi desconocido, un lascivo italiano de mediana edad. ¿Qué creía él que era mejor, Valencia o Atenas? La respuesta quizás esté en los aviones de papel de Rivalta y en el foso de orquesta roto, cuya música ya no puede fingir señalar virtud como lo hacía en otros teatros de Rivalta.

Los globos de diálogo, una estrategia utilizada en muchos de los teatrillos de Rivalta, aquí están desconectados de cualquier sujeto que los emita. Uno de ellos dice «No puedo con todo», una frase que bien podría servir como epígrafe para la naturaleza abrumadora de la obra de Rivalta. •

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