FaceArt: Un muro para el arte en cuarentena

Por: Marta María de la Fuente Marín

Publica una actualización de Estado

«Se oyó el sonido ensordecedor de la máquina de signos vitales, mientras la temida línea recta se dibujó en la pantalla; pero lo médicos no se rindieron y cuando la máquina mostró un signo de vitalidad, tronó en las cabezas un latido. ¡Está vivo!» – gritó una voz.

Parecía que el coronavirus le arrebataba la vida al arte cubano. Detuvo su flujo expositivo, cerró las vías de gentío presencial, apagó su planificación, pero no fue capaz de parar el ritmo creativo. El corazón de artistas y obras continúo latiendo arte a través de las redes sociales, las páginas webs e Internet de manera general

La nueva era tecnológica ha sido factor clave en la manutención de la carrera del arte cubano. Antes no era una opción desconocida, pero tampoco lo suficientemente explotada; ahora los nuevos tiempos le han concedido un sumo protagonismo y ante la promesa de un acercamiento primario, los artistas han continuado trabajando. Se han generado diversas alternativas para demostrar que, aunque la actual situación epidemiológica le haya puesto pausa a muchas ideas, el arte nunca ha dejado de estar en play.

La navegación por una plataforma como Facebook devela artistas que trabajan sobre proyectos personales, que generan «cadenas» de publicaciones entre los colegas, que crean y participan en alternativas de exposiciones online. Lo cierto es que, de una manera u otra, muestran al mundo que el coronavirus no ha podido traer a sus lienzos incertidumbre o distancia, solo más intimidad.

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Si nunca han visto la descomposición formal y colorística que hace un caleidoscopio, acercarse a la reciente serie de Alejandro Jurado es un excelente comienzo. A diferencia del objeto original, Caleidoscopio (de)construye una realidad lírica que al tiempo que codifica sentimientos personales a través de empastes y pigmentos, comparte la esencialidad de esa emoción primigenia con el ojo espectador.

Una serie que encuentra sus luces – ¡y qué luces!- en mitad del confinamiento, pero que tiene su camino claro desde mucho antes. Un concierto de colores que toma como pretexto el motivo representacional de un paisaje, filtrado por la impresión del artista. Así lo demuestra Is this it, uno de los conjuntos de la serie. El impacto ante un primer encuentro con la unión de esas 10 piezas se le debe a la aparente disonancia de colores. Sin embargo, el escrutinio detenido de los contrastes revela todo un trabajo de yuxtaposiciones que más que un choque, produce complementos.

No se trata de ser pretencioso por el muestreo de una serie de modos composicionales, sino de lograr una conjunción llamativa y completa. La propia convergencia de las técnicas genera un efecto texturizado, donde la mera visualización de los colores ya casi se convierte en un acto palpable. Aunque la maniera pretenda no representar un mundo naturalista, paradójicamente la sensación enriquecida que aspira a provocar en el público sí intenta ser real. Hay un acercamiento al espectador a través de la provocación de un estímulo estético integral que establezca comunicación con la obra ya no desde un referente, sino desde la propia sensibilidad.

En este sentido de aproximación, es que un artista como Frank Hart, ha puesto en práctica una serie como Huellas en mi Habana. Es un proyecto que apenas comienza en la coyuntura de la situación epidemiológica y aunque solo cuenta con dos murales en la Habana Vieja, promete seguir interviniendo las fachadas en ruinas.

Lo cierto es que no se trata de estampar una bandera cubana en alguna pared, sino de un acto conceptualizado y astuto. La elección de contextos muestra una cara de la situación de la vivienda en la Isla que no es desconocida, pero tampoco atajada. Hart pretende sacudir la modorra sobre esta asignatura pendiente pintando uno de los símbolos nacionales sobre paredes que necesitan más de un retoque. Esteticidad sí, pero también llamado de atención sobre los problemas de fondo que no desaparecen, solo se agravan ante las nuevas circunstancias.

Realmente actuar sobre esos espacios, los termina convirtiendo en bandera de un review sobre un tema harto conocido; pero, aunque este gesto comunitario permita acercarse o descubrir la obra de este artista, tocar y poder escudriñar cada uno de los grumos, de las arrugas, de los accidentes de la pintura sobre la fachada y hacer de esos lugares un lienzo adecuado precisamente por sus imperfecciones, a «las cosas que son feas» no basta con «ponerles un poco de amor», también se necesitan acción.

Sin embargo, «la tristeza va cambiando de color» cuando artistas como Hildamaría Enríquez llenan de esperanza sus cuadros. Por una parte, prefiere detenerse en fechas como el Día Mundial de la Infancia y dedicarle La hoja de arce. Un gesto, que ante el ambiente penumbroso que se ha apoderado del mundo, es un impulso de vitalidad. ¿Cuántas buenas vibras no hay en la estampa de un niño? Sobre todo, aquel lleno de colores brillantes y aunque no le regale al espectador su característica risa contagiosa, le ofrece su curiosa forma de entender la vida, que también debería ser pegadiza.

Para el niño vale la pena proteger algo tan perecedero y fugaz como una hoja de arce, incluso con su propio cuerpo. No se trata del desprecio por lo material al poner la sombrilla a merced del viento, sino de que la hoja puede estar significándole lo aprendido del día, lo encontrado, lo sentido al descubrirla. El infante le concede valor porque, aun sin comprenderlo del todo, es un trofeo de su propia impresión del mundo.

Lo cierto es que, por otra parte, también tienen valor las horas, el sacrificio, el cansancio del personal de salud por la amenaza del coronavirus. La pupila insomne hace un close up donde incluso los ojos no se detienen a mirar a la artista, a interpelar al espectador que los aprecia, siguen enfocados quizás en su trabajo.

Si de trabajo se trata, el joven Dorian Agüero prosigue su serie Un artista del Hambre, donde la iconografía de las reses continúa siendo protagonista. Sin embargo, hay una preferencia por el fragmento amorfo. Como muestra Tiempo al Tiempo, la deformación se convierte en espectáculo en tanto se hace vehículo de significados asociados a la experimentación, ya no a niveles técnicos artísticos, sino dentro del propio motivo que repite el artista. Se trata de mostrar una gran masa vacuna sujeta a la naturaleza del «invento», que no siempre sale bien. La manipulación aparentemente genética de una res raya en lo ridículo y hace de la superproducción ya no un logro o una necesidad económica, sino simplemente un show de mal gusto.

Como ya se había dicho, el quehacer personal de los artistas no es la única alternativa que ha mantenido vivo el arte. Las «cadenas de publicaciones» en Facebook ha sido otra de esas vías. Dichas sucesiones consisten en la invitación de un cuarteto de artistas que invitan a otro cuarteto, durante cuatro días, para publicar obras personales. Es una dinámica poderosamente variada y promueve el alcance visual de un gran número de creadores, como Yuniel D’Casal.

Un artista que, como muestra La Muerte de un Cisne Sagrado, crea mundos de ensueño donde todo es posible, menos el vacío de color o forma. Sus construcciones colorísticas de pinceladas punteadas lo mismo dotan a las figuras de ojos verdes, que organizan grandes rostros de desafiante cercanía. Lo cierto es que sus personajes viven (des)ubicados en una realidad otra de referentes simbólicos comunes, sí, pero que cobran un sentido diferente en la composición que les da D’Casal. Códigos de historias personales que tientan una distracción contextual –consciente o no- de los ojos espectadores.

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Ciertamente la producción artística cubana no ha parado. Sin prisa, pero sin pausa ha continuado generando alternativas de impulso vitalizador. Entre empastes, emociones codificadas, energías y sobre todo esperanzas, estos artistas se han mantenido creando, aprovechando la coyuntura temporal y la tecnológica para mantener el bombeo artístico. Han demostrado que, a pesar de la vacilación y el temor que estos largos meses de cuarentena han creado, el arte se las ha ingeniado para reconducir incertidumbres y refugiarse de ellas en tanto llegan las respuestas. 

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