En busca de la salida del laberinto

LA OBRA DE FRANCISCO MAGALLÁN

Por: Ángel Alonso

«Deambulamos en el laberinto de nuestras vidas
y en la oscuridad de nuestras investigaciones;
momentos de claridad iluminan nuestro camino
como reverberaciones de relámpagos».

Arthur Schopenhauer

Le conocí como Indra, pero su nombre es Francisco Magallán, artista visual pintor y grabador nacido en la Ciudad de México, conocido también como Indra Maghaván, su nombre de iniciación espiritual en la Consciencia de Krishna, pues es un devoto practicante y estudioso de doctrinas hinduistas.

Me di cuenta, desde su presentación, que la obra de este artista no sería fácil de analizar, que sus contenidos no estarían a flor de piel sino que, como en las antiguas enseñanzas herméticas, el conocimiento se cuidaría de no caer en el uso banal ni en la trivialidad de una comunicación estrecha. Estamos ante una obra cuyas complejidades simbólicas no permiten verla, leerla, e irnos a dormir bien, sino que nos interpela y nos pide penetrar en un camino de investigación reflexiva. Va más allá de la palabra para adentrarse en ese profundo estado del ser que nos devela, tras una atención concentrada y paciente, aquellos sutiles contenidos que la palabra no puede.

Hay en la obra de este artista un control sobre la composición y el color que no parece venir únicamente de su dominio sobre la técnica sino de una paz interna, meditativa. Son imágenes hechas con la precisión de quien no tiene miedo. Se respira la exactitud y la meticulosidad de quien se entrega al arte en silencio. Aquí no hay espacio para la velocidad, hay parsimonia en la realización, porque refleja el carácter templado de quien tiene seguridad en sí mismo. 

Aquellos laberintos que frecuenta pintar, funcionan como una metáfora de su propia manera de afrontar la creación: son obras laberínticas, también en el sentido conceptual. Manifiestan un hermetismo intencional, lejos de provocar una comunicación fácil o directa parecen querer guardar en secreto aquellos significados ocultos que no atinamos a desentrañar. 

El artista evita ser específico con respecto al año de producción en las fichas técnicas de sus obras, prefiere concebirlas y presentarlas como atemporales.Y tiene razón porque una obra sin fecha nos impide contextualizarla en el tiempo; Francisco sabe que el tiempo es una ficción, un convenio, y prefiere desentenderse de ese y de todos los pactos que nos ponen límites. De su serie Laberintos Mentales ha expresado: 

«En el transcurso de nuestra efímera existencia nos creamos complicados espacios   mentales y emocionales en los que deambulamos sin rumbo definido, transitando una y otra vez por caminos y situaciones similares como en un loop de repetición sin fin, topándonos con los mismos muros internos de un laberinto en busca de una salida. Nos engañamos al creer que vamos avanzando en nuestro andar sin darnos cuenta que solo caminamos en repetición, trazando círculos una y otra vez, andando por las mismas rutas y siguiendo las mismas rutinas que nos llevan a toparnos con los mismos callejones amurallados».

La visión del artista se emparenta con aquella máxima de la física cuántica: creamos nuestra realidad en nuestra mente. Desde ese punto de vista no preexisten tales laberintos; nosotros mismos los creamos. Y andamos nuestro camino con preocupaciones infundadas, con miedo a acontecimientos que ni siquiera es probable que nos ocurran. Nuestros «problemas» no suelen tener ninguna cualidad sustancial. Si tenemos la capacidad de crear imágenes mentales, y esas imágenes constituyen nuestra realidad, entonces, lejos de complicar nuestros laberintos, deberíamos simplificar nuestros pleitos mentales para buscarles una salida. La competitividad típica de la sociedad occidental alimenta el Ego, los problemas, los laberintos…

Francisco Magallán no es solo un artista sino un buscador espiritual. Lo que ocurre es que adjudica al arte la facultad de llevar a cabo esa búsqueda. La acción artística se zafa de esta manera de la función que le ha otorgado la sociedad moderna. Para Francisco la función del arte se asemeja más a la que le atribuía Andréi Rubliov: una práctica espiritual, una entrega al mejoramiento humano a través del mejoramiento propio. 

Estamos ante un creador que prioriza la mirada hacia el interior en busca de su iluminación y de su libertad, que intenta mediante su producción artística liberarse de los enfermizos laberintos de la mente; sabe que lo más valioso está dentro, y buscar afuera es una pérdida de esfuerzo y tiempo; un camino errado.

Y como los medios y las intenciones están ligados de forma indisoluble, utiliza los recursos del grabado y de la pintura para edificar su sólido discurso visual. Ese mundo laberíntico que crea, con figuras zoomorfas y humanas, con personajes fantásticos y provocadores, nos hipnotiza como un mantra y nos sugiere un elevado disfrute visual y mental; un camino de búsqueda espiritual en el que podemos lograr una libertad absoluta; por supuesto, si logramos salir de los laberintos artificiales que nos hemos creado.

Desde el año 2013 el artista cambió su residencia a la ciudad de New Orleans, allí ha presentado tres exposiciones personales y numerosas exposiciones colectivas. Luego de presentar su exposición Laberintos Mentales, en el Instituto Cultural Mexicano, prepara su próxima muestra –cuyo título será Delirium- para el año 2022.   

Nota: El artista intencionalmente prefiere no difundir las fechas de sus obras para darles un carácter atemporal.

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