En la década del 80 del siglo pasado tuvo lugar en La Habana un fenómeno único, absolutamente inédito en la cultura del país. Hizo su irrupción en las artes plásticas haciéndose extensivo, casi de inmediato, a otras manifestaciones, especialmente la literatura. Y se caracterizó por su enorme fuerza y creatividad, y por la profundidad de sus polémicas, que abarcaron la pedagogía artística y el carácter de la obra creadora.
Aquel movimiento, liderado por una nueva generación recién salida de las academias, se propuso renovar el enfoque de unos principios estéticos que dependían demasiado del carácter político e ideológico atribuido a la representación artística, reforzados con las normativas del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, durante el «quinquenio gris».
Entre aquellos artistas (a ratos un tanto iconoclastas) que participaban en polémicas que erizaban los pelos a veces por su nivel de apasionamiento y las cosas que en ellas se decían (fenómeno mal entendido y peor asumido por las autoridades cubanas), se hallaba nuestro entrevistado, Ángel Alonso. Vale explicar que en los 80 Alonso apenas rebasaba los veinte años y, sin embargo, era ya un activo protagonista dentro del movimiento renovador que tenía lugar en las artes plásticas. Es precisamente esto lo que explica mi interés por conocer su punto de vista, ahora, a más de tres décadas de tales sucesos.
¿Cómo y cuándo te iniciaste en la pintura, a qué edad, y por qué las artes plásticas? En este mismo sentido, las academias donde estudiaste y qué te aportaron en el orden artístico y humano.
«Siempre de niño pintaba a ratos, pero también soñé con otras carreras. Cuando estaba en sexto grado mi padre me habló de la escuela elemental1 donde me diste clases y me dijo muy serio que se trataba de una carrera en la que a menudo tendría grandes problemas financieros, que los artistas podían pasarla muy mal pero que si de verdad quería podía tratar de ingresar. Y mira, esa es la escuela en que más aprendí, de la que más guardo buenos recuerdos».
Y sigue:
«Luego San Alejandro2 fue un caos, me botaron3 y tuve que terminarla en el curso de trabajadores. Nunca me sentí bien en San Alejandro en el curso diurno. No era la escuela, era yo, eran mis hormonas, era una incapacidad muy grande para poder concentrarme en estudiar, además del acontecimiento del primer amor y la banda de Frikis que fundé para competir bailando rock. New Romantics se llamaba, nuestra bandera era un corazón rojo sobre fondo blanco, je je. Al ISA ni siquiera me propuse entrar, creo que por miedo a no aprobar la prueba, de todos modos ya estaba trabajando en lo que apareciese para hacer dinero. Era muy inseguro en aquellos tiempos, andaba con artistas que me parecían geniales. Hoy no me lo parecen tanto, los tenía idealizados, pero les debo el reto de superarme».
¿Hay antecedentes artísticos en tu familia, escritores, pintores, músicos?
«Mi padre hacía ilustraciones para Gente Nueva, la editorial para niños. Siempre me parecieron maravillosos sus dibujos en mi álbum de fotos o las postales que hacía. Sí, tenía un dibujo tan seguro y agradable de ver cómo iba surgiendo de su mano que me motivaba bastante. Nunca tuvo pretensiones de ser un gran artista ni nada de eso, diseñaba carrozas o vestuarios para el carnaval, ilustraba, etc., pero para mí fue decisivo disfrutar de la frescura y fluidez de todo lo que hacía».
Sigo acribillándolo a preguntas:
¿Crees que la generación a la que perteneces ha sido coherente desde el punto de vista artístico, y qué características le atribuyes? Nombra también a los artistas que consideres principales. ¿Consideras que la tuya es una generación realizada? ¿Qué la diferencia, en lo artístico, de las anteriores y qué la relaciona con ellas?
«A ver —responde—, claro que fue un fenómeno muy importante y del que me siento orgulloso de haber participado, no tuve en la Generación de los 80 ningún protagonismo, pero sí participé en algunas de sus exposiciones y eventos claves, como El objeto esculturado, No por mucho madrugar…, o La plástica joven se dedica al béisbol, pero viéndolo con la distancia de los años, yo creo que hay bastante de mítico en todo esto. Y la coherencia la hay en unos y otros no, quizás los menos famosos han sido más coherentes con aquella posición perestroikana que caracterizó a aquel movimiento».
«¿Figuras? —dice como si le hubiese preguntado algo extraño—. Es que yo no creo en figuras, no creo en nombres importantes ni en éxitos, casi siempre artificiales, de éste o aquel artista». (Pero ¡hombre!, me digo un tanto desconcertado, todos los artistas que conozco siempre hablan de figuras importantes, de quienes marcan un camino dentro de algún movimiento renovador). La visión de Ángel Alonso resulta radicalmente distinta:
«Trabajar en esta revista4 ha sido muy esclarecedor, al imprimir la obra de un artista muy importante al lado de otro que no tiene mercado y vende muy mal, sea por el medio pobre en que se desarrolla, por falta de contactos, por no ser capaz de trazarse una estrategia promocional… no importa la causa; al ver impresos los dos cuadros en la misma revista, el del artista caro e importante y el del artista sin éxito, los dos talentosos, los dos creativos, más profundo a veces el menos importante, me doy cuenta de lo artificial que es ser “una figura”».
Y al referirse a su trabajo como Director Artístico y Jefe de Redacción de la publicación donde labora, explica:
«Por eso, lo que quiero que caracterice a ARTEPOLI es que los artistas que aparezcan en sus páginas lo estén por su talento y no por su fama. En eso me centro como editor, en hacer un poco de justicia. De todos modos, el movimiento de los años 80 en Cuba fue sano, auténtico y muy bien intencionado. Muy diferente a la naturalización de la prostitución que vino después, al vacío espiritual que se siente en las generaciones posteriores, con obras muy maquilladas y mucho pseudoconceptualismo sin energía».
¿La «prostitución» a la que te refieres significa exceso de «mercantilismo» en la producción artística de la Isla? ¿Y esto lo aprecias como un rasgo que caracteriza todo lo que llegó a las artes plásticas cubanas después de ustedes? Me gustaría que precisaras más.
«Sí, es importante precisar, no me refiero al pintor que se ve forzado a hacer algo que gusta a los turistas para vender y así sobrevivir, eso hasta tiene su lado bueno porque prueba la capacidad de respuesta de un artista, yo me refiero a lo que se promueve a altos niveles, a colaborar con un estado rígido para tener beneficios, a ceder a las presiones del poder por asegurarse una posición de artista oficial y respetado. No sucede con todos, pero ocurre bastante a menudo porque, los que no callan y viven allí, reciben represalias».
Tiro un poco más de la lengua de mi antiguo discípulo.
¿Crees que a las sociedades europeas actuales les interesa el arte? ¿Cuál es tu visión como artista cubano de la realidad de las artes plásticas en este mundo, en particular España?
«Noto una indiferencia muy extendida en cuanto al arte, salvo cuando éste genera dinero, que en mi opinión es todo lo contrario al arte. Para mí el verdadero arte no tiene nada que ver con el dinero, no creo que las grandes obras de arte hayan sido posibles a causa del dinero. Ni siquiera las que hayan sido encargos. La verdadera fuerza que las produce es interna, inconmensurable e impagable».•
Me agrada coincidir en este punto con Ángel, pues como bien dice, «la verdadera fuerza» que logra la trascendencia de la obra se encuentra en el talento y la voluntad del artista. Sin embargo, es imposible negar la marcada tendencia actual al «aburguesamiento» por parte de una élite dentro del mundo artístico. Me refiero a creadores-empresarios que mueven capitales y financian sus propias fundaciones. Vuelvo a la carga: ¿Te parece malo eso para el destino del arte?
«En un mundo ideal, por supuesto, eso no debería ocurrir, pero… Es un fenómeno muy complejo porque tal vez lo que ha ocurrido es que el artista ha tenido que hacerse parte del sistema para no desaparecer ante el desinterés. Y si ha de haber un empresario para la existencia del arte, ¿no es acaso mejor que sea el propio artista en vez de una persona que, al no ejercer esta compleja actividad, no la conoce en realidad? Yo pienso que el personaje más dañino del panorama actual no es el empresario-artista, sino el empresario no artista, ese que decide, sin saber nada del tema, qué es o no valioso, sobre la base de su dinero. Ayer mismo —añade—asistí a una exposición, en una de las más prestigiosas galerías de Barcelona —que por respeto no nombraré—, y nada de lo que exhibía tenía (en mi opinión) algún valor artístico. Eran obras con una factura magistral, pero parecían regalitos de navidad envueltos en celofán. Todo era vacío, desalmado, sin energía, mucha sofisticación, mucho truco digital, mucho impacto, mucho brillo…, pero todo vacío. Es decepcionante que mientras más intrascendente resulta el supuesto arte, más se vende».
Y precisa más:
«Veo a los grandes centros de arte más interesados en el discurso del curador que en el discurso del artista. Producen exposiciones que pueden ser muy interesantes como tesis, pero en las que quien emite el discurso es el curador, es él quien utiliza las obras de los artistas para fundamentar sus ideas. A menudo se trata de establecer analogías, de relatar historias o de demostrar la validez de un pensamiento, pero ha dejado de ser el artista el que discursa directamente, y como éste quiere ser visible sucumbe a lo que en otra parte he definido como “El oscuro poder del curador”».
Y aquí llega, como una brasa de fuego, otra pregunta:
Tú te formaste en una sociedad socialista, ¿crees que el arte cubano que se realiza actualmente en la Isla responde a los principios de esa sociedad? ¿Qué ha cambiado y qué se mantiene vigente en las artes plásticas de la Isla?
«No corresponde a los principios de esa sociedad, pero al mismo tiempo es producto de esa sociedad. Es como un alemán o un sueco que, aunque no sea protestante, aunque sea ateo, no cruza la calle sin la luz del semáforo que les corresponde, aunque no haya ningún policía cerca. Llevan a Lutero en vena, por muy ateos que sean temen el castigo que no teme un católico; un católico se siente protegido por un cura, sabe que con rezar 20 Avemarías quedará libre de pecado. Entonces, aunque el socialismo fracase en la vida real, los valores inculcados quedan, sus ideales están presentes como parte de una formación que trasciende cualquier posterior opinión política».
Aunque, al menos para mí está bien claro lo que dice, insiste en explicarse mejor:
«A ver, en Cuba vas por una avenida y te encuentra en vez de un cartel de Coca Cola otro que dice «Leer es crecer», por ejemplo, y eso se va metiendo en la mente, no importa cuán disfuncional sea el sistema, no importa cuanta corrupción encuentres en los funcionarios, o la doble moral imperante, el valor de la frase “Leer es crecer” es lo que te influencia».
Una pregunta más y doy por concluida la entrevista.
De todo el legado artístico (me refiero a las artes plásticas) a través de la Historia, ¿qué valores consideras eternos?
«Los valores espirituales, por supuesto, aquellas obras que pueden seguir trasmitiendo el sentir del artista a través del tiempo, sea cual sea su lenguaje, aunque sea una obra invisible como el “cuchillo sin mango al que le falta la hoja” de los surrealistas. El problema es que la Historia es contada por el poder y hay muchas obras valiosas que se quedan en el camino y la Historia no tiene la oportunidad de rescatar. ¿Cuántos artistas valiosos no se habrán perdido en los campos de concentración de Hitler, de Stalin, de Mao…?»
1. Escuela Elemental de Artes Plásticas “20 de Octubre”, fundada en 1975, y de la que fuimos sus fundadores un grupo de egresados de la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán y de San Alejandro. Era un caserón habilitado como academia de arte, y allí comenzaron sus estudios un grupo de muchachos que años más tarde participarían en dicho movimiento.
2. Se refiere a la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro, la más antigua del país.
3. Expresión cubana que significa “me echaron” o “me expulsaron” (en este caso de la academia donde estudiaba Alonso).
4. ARTEPOLI, por supuesto.
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