Remy y el camino en el tiempo

Por: Lisabeth Rojas Varela

La muerte, el sueño, la familia, el individuo, la penumbra, el recuerdo. Todo eso y más pone sobre el lienzo Remy Hernández (La Habana, 1996), invitándonos a un mundo donde lo importante es lo humano. Escogió andar un camino intrincado, expuesto a múltiples estereotipos e indicaciones; pero todo eso parece no afectarle. ¿Tendrá que ver su origen? Pocos lugares tienen tanta tradición artística como Guanabacoa, las lomas ponen la vida en perspectiva y los ríos la mueven… debe ser eso.

Sus preocupaciones son de una raíz tan profundamente humana que salen del siglo XXI caribeño para convertirse en universales, pasando sobre el principal estigma de la juventud: ser joven. ¿Por qué? ¿Qué lo distingue de sus coetáneos? La curiosidad por nuestro pasado invisible y anónimo; regresa a esa búsqueda identitaria original, a la inspiración aborigen de Jesús de Armas (Cuba) y Francisco Toledo (México).

Pareciera mezclar a ratos lo surreal y lo expresionista, en tanto maneja los sentimientos y situaciones de personajes definidos en entornos enrarecidos y abstractos. La multiplicidad de influencias va desde la brutalidad de Francis Bacon y la crudeza de Antonia Eiriz, hasta la coherencia antropológica del animador Tomm Moore. Esa confluencia de estilos y conceptos renueva continuamente su quehacer. En su investigación constante sobre el misterio de la esencia humana, no pretende aportar respuestas, sino lanzar interrogantes con el anhelo de que sean acogidas, empresa esta a veces compleja por la relativa abstracción que trabaja; sin embargo, ese ámbito pesadillezco y opresivo apela más a la sensación que a la racionalidad, por tanto, no es tan importante descifrar la pregunta, sino sentirla y conectar a otro nivel con ella. 

A partir de sus estudios universitarios conoció del pasado americano, el arte de los pueblos originarios, y desde ese encuentro ha desarrollado una fascinación por las formas precolombinas, interpretándolas y recontextualizándolas para hablar de sus inquietudes, más que representándolas tal cual. Va a la raíz de lo cubano, sabe que no se puede asumir la identidad nacional negando uno de los elementos principales que la conforman. Temas tan universales como la relación del ser humano con su historia, cómo se es esclavo de ella misma y las relaciones intergeneracionales se mezclan para discursar sobre fenómenos como la muerte, la enfermedad y la inevitable condena a ellas. Mucha historia hay en la obra de Remy, que hurga en el pasado y declara la necesidad de matar al padre, como metáfora ¿de la colonización?, estableciendo nexos entre las máscaras y las enfermedades traídas desde Europa a América, todo eso a partir de una paleta cromática diversa, contrastante e intensa. 

Una dualidad interesante en su trabajo es la del hombre como animal y ser civilizado a la vez. Remy tiene una forma bastante particular de plasmarlo a través de sus dos formas principales de trabajo: la pintura y el dibujo digital. Como procesos casi siempre separa el caos y el impulso pasional de la pintura del acto pausado y racional que constituye para él dibujar como canalización humorística a través del absurdo. La pintura, en cambio, le resulta medio ideal para discursar sobre las cuestiones humanas de forma más pasional, poniendo casi siempre alguna figura antropomórfica, de ahí su tema central: la obsesión por las cuestiones humanas. Se mueve cómodamente entre lienzo y dibujo digital, impregnando cada medio con sus dudas.

camino en el tiempo
Deminán / Acrílico sobre lienzo (130 x 100 cm) 2018

Quien habla con él nota enseguida que hay una burla subyacente, sin discriminación, y que sobre ella construye su discurso, afianzando la particularidad de su obra. Porque la obra de Remy no se puede ver como lienzo nada más, es la conjunción única de creador, discurso, obra y título; es la integración perfecta de todo lo que hace al artista, es la representación de una generación, y más que eso, la ira de ella, arrastrando con el haber nacido en medio de una crisis única, que ha vivido el cambio de un país y tiene furia destructora adentro pero la expresa mediante el arte, porque está consciente de lo que significa la violencia e intenta dejarla solo en representación.

Por esos caminos anda Remy, descubriéndose(nos) en la historia desconocida, apostando por deidades arahuacas, viajando a las raíces de nuestra esencia más autóctona, trayéndonos la sangre originaria al lienzo, para que, al contemplarla, pongamos en tela de juicio todo lo que hemos aprendido y deconstruyamos juntos una sociedad que intenta, pero no logra reinventarse. 

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