Por: Ángel Alonso

LA IMAGEN ES SUFICIENTE

Una vez resucitado,
pinta sobre los muertos,
y los retrata
como si estuvieran vivos

Gregorio Vigil-Escalera

Cuando un artista llega a su plena madurez corre el riesgo de perder vitalidad, de comenzar a transitar caminos garantizados, hay muy pocos creadores que se salvan de este lamentable destino, uno de ellos es Pedro S. Morillo, un artista que ha sabido mantenerse fresco a lo largo de su carrera gracias a su actitud humilde ante la creación -esa condición de eterno aprendiz- , gracias a su irreverencia ante el poder –pues desde los tiempos de su participación en el Grupo Internacional Tendances desarrolla una obra que interpela, que nos mueve a opinar- y sobre todo a la seguridad en sí mismo que demuestra en sus cuadros, que encarnan las huellas de su investigación por encima de su condición de «definitivos». 

Y es esta condición el primer aspecto que salta a la vista en su obra, ese carácter heredado del espíritu dadá, en el que la obra posee un tipo de acabado donde, aunque redondo (pues no le falta ni le sobra nada) mantiene la poderosa vitalidad de lo que está «en tránsito». La inmediatez que ostenta su trabajo, esa velocidad, esa urgencia creativa, recuerda un poco lo que decía Eco sobre Pollock, que sus obras no debían colgarse porque la acción era más importante que el resultado. 

Las de S. Morillo sí debemos colgarlas porque nos dicen mucho más que las de Pollock, pero aún así es cierto que le deben al maestro del Action painting su atrevido dripping. Y lo que dice Eco sobre el norteamericano también pudiera aplicarse metafóricamente al manchego, pues se trata de pinturas tan vivas que nos dejan ver el alma del artista, y la atención a lo que en ellas ocurre está muy distante de la banal preocupación de cómo las enmarcaremos, o donde las colgaremos. Es la fortaleza de sus cuadros lo que nos interesa, y como mismo Jean-Luc Godard decía «Yo hago Cine, no películas» también S. Morillo pudiera decir «Yo hago Pintura, no cuadros».

La más reciente serie del autor ha impactado mucho por tratarse de un tema muy actual al que nadie es indiferente. Por supuesto, nos referimos a la temible COVID 19, terrible enfermedad que el artista padeció y en la que ha centrado su atención ofreciéndonos cuadros donde hace visible su opinión sobre lo que está aconteciendo alrededor de esta pandemia. 

Aparecen tras los dramáticos chorreados, billetes pegados junto a calaveras que protagonizan las obras, evidenciando la relación entre el dinero y la muerte, de esta manera denuncia la nefasta gestión a la hora de enfrentar este virus y cómo el mismo afecta a los más desposeídos. En los títulos de las obras (El poder mal empleado, Capricho de afortunados, La mentira sin justificar…) pueden leerse los pensamientos con los que el autor ha nutrido estas descarnadas pinturas, osadas y sin afeites, en las que juega un papel importante la violencia sobre el material empleado. 

Se evidencia este ímpetu en los devastados cartones que muestran el corrugado interior tras la presión de la pincelada, en el trazo dinámico del dibujo de las calaveras cuando sonríen patéticas tras la lluvia de palpitantes colores, que brotan a borbotones desde los bordes superiores, como si fuera sangre desde una herida. El grito de Edvard Munch resulta una canción de cuna si lo comparamos con este intenso alarido.

Vivir la experiencia en primera persona, creo que le da pleno derecho a opinar, pero más allá de lo que tienen de denuncia me inclino a admirar lo que tienen de pintura, por la visceralidad de las mismas, por su sincera vitalidad. 

¿Qué tradición pictórica puede haber servido de base, sentimientos aparte, a la formación de una obra como esta serie? El primer expresionismo, aquel de la posguerra que todavía no se había maquillado, aquel que no deformaba elegantemente la figura con poses estudiadas, el de las crudas máscaras de Emil Nolde, el de Ernst Ludwig Kirchner, fue quien abrió la puerta de este camino.  Además de esta universal fuente, sería interesante investigar específicamente el uso de la imagen de la calavera en el arte. 

Desde Caravaggio hasta Basquiat la representación de la calavera ha estado en el arte como la presencia de la muerte, quizás por ser lo único que permanece después que el resto del cuerpo se ha desintegrado. En México protagoniza la obra de José Guadalupe Posada y está presente en la de Frida Kahlo, tal vez porque la celebración del Día de los Muertos hace a ese maravilloso pueblo -en el que Buñuel encontró vivo el surrealismo-, comprender el fenómeno de la muerte de una manera mucho más natural que en otras culturas, donde la interpretación del presagio o la mala fortuna es el principal significado. 

No podemos tampoco olvidar el toque erótico de En el placer está la muerte, o Muerte voluptuosa de Dalí, cuyas modelos desnudas integran la representación de una calavera, si queremos hablar de otro significado que el arte ha otorgado a la misma: el humor. Esta otra variante, la de abordar la muerte con hilaridad, está presente en James Ensor, quien representa esqueletos hasta disputándose un arenque.

Con todos estos antecedentes en la Historia del Arte, S. Morillo afronta la representación de la calavera contextualizándola en nuestra sociedad actual, afectada por la nueva peste, con un muy especial  humor negro mezclado de rabia ante los poderosos, que juegan al monopolio mientras nos enfermamos y morimos. Para él las palabras sobran, «la imagen es suficiente» 

artepoli 30

Kiosco

¿Por qué adquirir un ejemplar impreso?​

Para elaborar este número se ha recabado la colaboración de reconocidos especialistas en el mundo de las artes: galeristas, críticos, artistas y comisarios que analizan la personalidad artística de la obra de una cincuentena de artistas, convirtiendo el número treinta de Artepoli en un instrumento de trabajo indispensable para los investigadores y personas interesadas en la actualidad del panorama pictórico en hispano.

Este ejemplar consta de 48 artículos en los que se analiza la obra de más de 70 artistas. Cada una de las obras aparecen reproducidas con una altísima calidad y están acompañadas por su ficha técnica en la que además de los datos básicos de la pintura se hacen otras referencias en el propio artículo, entre otros datos de interés.

Con un diseño cuidado y respetuoso con la obra del artista, Artepoli es un escaparate impreso para todo gestor cultural o creador interesado en promocionar su obra y también para lectores exigentes que esperan la calidad óptima y rigurosa con la que estamos comprometidos desde nuestra redacción.

Amplíe esta experiencia adquiriendo un ejemplar impreso de Artepoli y constatar de primera mano el 100% de nuestro esfuerzo.

Para los gestores culturales, Artepoli es una herramienta eficaz para reforzar su presencia en el mercado, dar a conocer a nuevas obras y contactar con nuevos coleccionistas.