logotipo NEOFABRIC

BBMS

Por: Jesús-Ángel Prieto

No es un acróstico de un banco. O sí: si banco fuera sinónimo de ahorrar y hacer avanzar el capital artístico, no especular. Y como todo, tiene una historia: Berdala, Burón, Masero, Safont.

Años 80, el arte conceptual se aletarga (no morirá, de hecho, como una micosis, una vez la tienes siempre vuelve) mientras de la mano del Pattern Painting, de la Figuration Libre, de la Transvanguardia y de los Salvajes Alemanes, la pintura vuelve a su casilla hegemónica. La Escola Massana, despreciada por aquellas camisas de seda barceloninas que bebían los vientos de Elisava y Eina, se reinventaba sin ruido de la mano de un nuevo director (Francesc Miralles), un alquimista jesuítico que combinó lo mejor que allí encontró con algunos ingredientes nuevos. Sí, la vieja e infalible fórmula de tradición e innovación mirándose cara a cara. Y ahí, Berdala, Burón, y Masero, abrieron sus cajas de herramientas y empezaron a trabajar con esa actitud básica en el buen estudiante: descaro y descubrimiento. Superando aquella frase muy extendida («vengo a la Massana a aprender, y voy a Bellas Artes a sacarme un título»), aquella vetusta escuela de «artes suntuarias» acostumbró a estos aprendices a enfrentarse, desde sus disciplinas personales, al trabajo interdisciplinario (escultura, cerámica, joyería, vidrio, retablo, laca japonesa…) que incluyó de manera pionera la fotografía, la fotocopia, la polaroid, el vídeo. Así, cuando abandonaron esa institución (que incluyó prácticas tan artísticas como traer unas gallinas a la sala de actos el día de la entrega de diplomas finales) sus herramientas y sus habilidades eran una magnífica pista de despegue.

Cuando Josep Safont (formado en la Escola en ese final de década tormentoso que fueron los 2010) entró en contacto con Berdala, Burón, y Masero, estos le mostraron un espacio de trabajo común. Un magnífico local donde con una merecida y trabajada madurez ellos navegaban juntos pero no revueltos: habían superado el síndrome Bateau-Lavoir, aquel mítico espacio que centripetaba y centrifugaba artistas. Y habían superado el vaticinio de un viejo y querido profesor (Jordi Grisolía), que temía la contaminación entre ellos. 

La amistad, esa amistad que Fernando Pessoa alentaba («Mis amigos son todos así: Mitad bromas, mitad seriedad. No quiero risas previsibles, ni llantos piadosos. Quiero amigos serios de esos que hacen de la realidad su fuente de aprendizaje, pero que luchan para que la fantasía no desaparezca.») es básica para, yendo juntos, incitar las diferencias y el camino propio.

ELEMENTO COMÚN: LA REALIDAD COMO FUENTE DE APRENDIZAJE.

Berdala intentó deshacerse de la realidad, pero no pudo. Y con una enorme modestia miró a las nubes, a los paisajes, en un momento donde casi nadie en el mundo del arte (foto, vídeo, performances, pseudo pintura) sabia pronunciar la palabra naturaleza. Y la naturaleza lo llevó a lo humano, esa madurez del hombre (del varón) que le cruje en sus entrañas el dolor de la vida y la felicidad de estar vivo. Melancolía vital, un añorar lo vivido que nos empuja al «vivir en sí» (que me perdone Heidegger).

Burón lleva la realidad dentro de sí mismo, aunque a veces no la encuentra. Como el jardinero, planta y replanta, y deja en barbecho. Y nos dice: «Y cuando veo la dimensión del jardín comprendo que recordar es volver a vivir.» Aquí reside su reto. Qué vida hemos vivido que nos permita recordar para volver a vivir: el collage. La repetición de formas con ese resabio de horticultor, con sus surcos paralelos, su orden (la agricultura, esa gran geómetra), su repetición. Y reclama: «En el jardín tomo decisiones que mi intuición dicta y me enseña que la muerte precede a la vida.» Y entonces estallan los colores que reclaman llevarle la contraria.

Masero está atado a las formas de la realidad. De una manera telúrica esas formas se le revelan y le rebelan: nunca ha podido evitar responder a ese embate. Él, que tanto ama los peces, lo abismal, ha hecho suyos esos ojos que nunca se cierran, ojos sin párpados. Imposible abarcar tanto mirar, Masero, busca y rebusca en las diferentes formas de pintar, en las infinitas maneras de abarcar el espacio, en los múltiples materiales que se hacen lenguaje entre sus manos. Si la realidad tiene mil formas, él las encontrará.

Safont introduce, en este androceo de hombres ya recorridos, la mirada de los dedos, la voluntad de entender las fragilidades, lo no dicho. Él viene y va hacia el textil, las tramas, los urdidos, las telas y los múltiples materiales. Y es de otra generación: en los ochenta «todo estaba por hacer y todo era posible». En este primer tercio del s. XXI, la incertidumbre y la adaptación son las actitudes de la supervivencia. ¿Su secreto, su estrategia? No dejar de hacer, homo faber que se interroga y responde en esos 45 cm que van desde el cerebro a las manos y viceversa.

ELEMENTO COMÚN: QUE LA FANTASÍA NO DESAPAREZCA.

Volviendo a Pessoa. «Mis amigos son todos así: mitad bromas, mitad seriedad». Ni el arte puede ser una ocurrencia, una broma lanzada a la cara del espectador; ni el arte ha de ser un dogma ante el cual arrodillarse so pena de excomunión. Como la vida – mitad broma, mitad seria- algo que nos ayuda a compartir esta ruta ignota en la que estamos. Y BBMS son un ejemplo. 

Galería

BBMS​

Simulador digital & Kiosco

Ver versión digital en el siguiente enlace o adquirir ejemplar impreso de alta calidad en nuestro Kiosco Artepoli