DOCE INSTANTES DE ARSHILE GORKI

José Pérez Olivares

1. De algún modo, cada artista es un fabricante de máscaras. No un «fingidor» 1 como solía decir Fernando Pessoa de los poetas. El mundo del arte, y en particular el de las artes plásticas, está lleno de ejemplos. Y, dentro de esos ejemplos, destaca el caso del pintor Arshile Gorky.

Su vida no fue más que la máscara o segunda identidad de un antiguo niño armenio llamado Vosdanik Adoian, nacido el 15 de abril de 1904, en Khorkom, pueblito de la costa sudoriental del lago Van -provincia de Van-, en Armenia. Me refiero a una zona de Armenia ocupada en la actualidad por Turquía.

2. Si hurgamos en la vida del niño encontramos un dato esencial: que Vosdanik -tercero de cuatro hijos del matrimonio de la señora Shushanik der Marderosian, descendiente de antiguos sacerdotes apostólicos armenios, con el señor Sedrak Adoian, un granjero que había sido propietario de tierras-, además de ser el único descendiente varón, había venido al mundo con una sensibilidad especial para el dibujo y la pintura. Esto, asociado al hecho de la partida de su padre a Estados Unidos con el fin de escapar del reclutamiento militar turco, propició las condiciones para que su madre, mujer de talante amable y cariñoso, se encargara de su formación desde los cuatro años. En los recuerdos del futuro pintor, la señora Shushanik quedará fijada para siempre no solo como una persona de ideas válidas y correctas acerca de muchos tópicos relacionados con la vida y la naturaleza, sino también como su mejor maestra desde el punto de vista estético y poético, «una reina en el dominio estético», así la definió. Tal grado de idealización nos brinda una idea aproximada del profundo vínculo alcanzado entre madre e hijo, así como la dependencia afectiva que la buena mujer fue tejiendo en el alma de Vosdanik.

3. Como sucede a casi todos los grandes artistas, las dotes creativas de Gorky se hicieron visibles desde muy temprano. Sus primeras manifestaciones de talento artístico consistieron en tallar flautas de madera para sus hermanas y amigos, y modelar figuras en arcilla que obtenía de las orillas del lago Van, en tanto que sus más antiguas representaciones pictóricas datan de los seis años, una época en que la imaginación infantil resulta más viva y asimiladora.

De esa época tan especial, quedarán recuerdos que luego, en su etapa adulta, evocará con insistencia en sus cuadros y cartas: «A 194 pies de nuestra casa, en el camino hacia el arroyo, mi padre tenía un jardincito con unos cuantos manzanos que ya no daban fruto. Había una parte siempre en sombra donde crecían montones de zanahorias salvajes y que los puerco-espines habían tomado por hogar. Había una roca azul enterrada en la tierra negra con unas cuantas parcelas aquí y allá que parecían nubes caídas. ¿Pero qué fue de todas estas sombras en lucha constante, como los lanceros de los cuadros de Paolo Ucello? Este jardín se conocía como el Jardín de la Consecución de los Deseos, y fueron muchas las veces que vi a mi madre y a otras mujeres del pueblo abrir su pecho, tomar sus suaves senos en las manos y frotarlos en la roca. Testigo de todo esto era un enorme árbol decolorado por el sol, por la lluvia, por el frío y desnudo, sin hojas. Era el árbol sagrado. Ni siquiera yo sé por qué era sagrado, pero fui testigo de cómo mucha gente cuando pasaba por allí se rasgaba las vestiduras y las colgaba del árbol.» 2.

Y a pesar de todo su apego a la tierra que lo viera nacer, su vida estuvo marcada siempre por la trashumancia. Entre los ocho y los diez años se desplazará con su familia varias veces de ciudad, yendo de Khorkom a Van, y de Van a Aikesdam (suburbio al este de Van). Si en Van el niño pintor tuvo la oportunidad de iniciar estudios en el colegio apostólico armenio de Husisian y conocer -de paso- el importante legado de la región en materia de manuscritos medievales y pinturas murales, en Aikesdam podrá visitar a diario el monasterio de Varak, célebre por su colección de manuscritos medievales armenios, y asistir al colegio misionero americano de la ciudad.

4. De ese nebuloso lustro (1910-1915) queda una foto de él con su madre. La naturaleza artística de Arshile Gorky la convertirá luego en materia esencial para su obra. Tomada en el estudio del fotógrafo local y con el propósito de ser enviada al señor Andoian, data de 1912. En ella aparece con ocho años, de pie junto a su madre, sentada en una silla. Ambos están vestidos para la ocasión: ella con un vestido floreado y un pañuelo o rebozo sobre la cabeza, las manos sobre los muslos. Él de chaqueta oscura, sosteniendo un haz de flores blancas, quizás silvestres. La expresión de aquellos rostros resulta patética. La señora Shushanik mira con ojos muy abiertos a la cámara, mientras que la mirada de Vosdanik resulta nostálgica, dulce y lejana.

Esos años representan una época intensa y feliz. A grandes rasgos, el niño Gorky los dedicó a contemplar, fascinado, las doradas pinturas de los muros y las paredes de la iglesia de Vosdán, iluminadas por las velas de los monjes, y a impregnarse del simbolismo de los signos que dormían en las piedras de las tumbas, inscripciones abstractas que décadas más tarde, y convertido ya en el pintor Arshile Gorky, empezarían a brotar del magma de aquellas antiguas impresiones.

5. El genocidio turco se inicia en 1914, con el sitio de Van. El detonante pudo haber sido la derrota militar de Turquía frente a Rusia durante la Primera Guerra Mundial, circunstancia que propició la rebelión de las organizaciones nacionalistas de combatientes armenios en la zona del lago Van, y la ocupación de la ciudad. La reacción del Imperio otomano fue brutal. Siguiendo un plan trazado y administrado por el gobierno de los Jóvenes Turcos, ejecutó todo un programa de deportaciones, expropiaciones, secuestros, torturas, masacre e inanición de la población armenia que no concluyó hasta 1918, con un saldo de cerca de un millón de víctimas. Esta terrible circunstancia obligaría a los Adoian a huir de Aikesdam en 1915 llevando consigo unas pocas pertenencias.

Si el síndrome de la trashumancia pudo favorecer a Gorky en sus inicios al revelarle las sorprendentes y maravillosas imágenes de las pinturas de las iglesias medievales, ahora le reservaba la parte más cruel: el exterminio de la población armenia por el ejército turco. Y peor aún: la experiencia del duro peregrinar de un sitio a otro, el hambre y las enfermedades que la diezmaban sin cesar, y que a finales de 1915 significaban un promedio de cuatrocientas víctimas diarias. Afortunadamente, las dos hermanas mayores de la familia Adoian lograron marchar en 1916 hacia América. Pero Gorky y su hermana Vartoosh permanecieron junto a su madre.

6. Existe un hermoso, delicado y nostálgico filme del realizador armenio Atom Egoyan, Ararat (2002), que muestra pasajes de la vida del pintor Arshile Gorky. Y uno de los más intensos guarda relación con el trauma del artista provocado por la muerte de su madre durante la guerra. Extenuada por el hambre, la señora Shushanik, de tan solo 39 años, caerá gravemente enferma para fallecer en brazos de su hijo a finales de 1918, camino de Yerevan.

Ararat teje parte de su argumento en torno a la famosa foto de 1912, elemento esencial en la obra del pintor. También en la reiteración con que el artista, en medio de su desgarrada soledad, la reproduce, y en lo obsesivo de aquel gesto inútil, pero imprescindible para él.

Egoyan ilustra muy bien el genocidio turco, con escenas que se repiten en el largometraje. Quien lo haya visto, podrá formarse una idea acerca de la brutalidad ejercida por los turcos contra el pueblo armenio, y del inmenso dolor que siempre acompañaría a Gorky.

7. El enmascaramiento de Vosdanik está, precisamente, en haber fabricado una nueva identidad que borrara de golpe su vida anterior. Como toda máscara, la suya también era una suma de elementos reales con elementos impostados. Los elementos reales estaban en su modo de ser y en su cultura; los impostados se irían conformando a partir de 1920, con su llegada y la de su hermana sobreviviente a América. Y en ese nuevo contexto, su pasado estaba de más.

Romper de modo tajante con el pasado supone recomponer todos los resortes dañados, sustituir aquellos que ya no funcionan y adaptarlos al nuevo engranaje de otra vida. Y lo primero que comprobó Vosdanik, después de encontrarse con su padre en Providence, es que sus relaciones con Sedrak Adoian –al que había dejado de ver desde su primera infancia- no funcionaban. Después de tanto tiempo, ambos no pasaban de ser más que dos desconocidos, y es posible que en ese sentimiento de extrañeza predominara cierto rencor adolescente hacia el padre, responsable a los ojos del hijo del abandono familiar y el fatal destino de Shushanik. Ello, unido a la constante insistencia de su progenitor para que encontrara un empleo seguro en vez de dedicarse a las artes plásticas, propició una segunda ruptura, esta vez definitiva, entre dos extraños con lazos de sangre. Sin embargo, las relaciones entre Vosdanik y su hermana Vartoosh no cambiaron. A diferencia de su padre, cuya vida se había mantenido al margen de la suerte de la familia, tanto a ella como a él les unía un mismo destino y una misma fatalidad, suficientes como para prolongar en el tiempo los antiguos lazos de afecto. Y fue gracias al apoyo de su hermana que Gorky, en 1922, pudo iniciar sus estudios de arte en la New School of Design de Boston.

8. Si algo caracteriza la obra del pintor Arshile Gorky es su lucha entre pasado y presente, entre la criatura que había sido y la que intentaba, a toda costa, ser. Entre ambas existía un abismo que solo el arte podía salvar.

Lo primero que hizo fue buscarse un nuevo nombre, y -de paso- fabricarse un pasado acorde con sus nuevas expectativas. No asumió esa máscara por puro placer, sino porque sabía que para alcanzar la celebridad artística en Estados Unidos, propósito que se trazó desde el inicio de sus estudios, le era imprescindible otra imagen. Al adoptar el de Arshile (Aquiles) Gorky (en ruso, “amargura” o “el amargo”), dio un paso decisivo para dejar atrás la identidad que hasta entonces lo había acompañado: la de Vosdanik Manuk Adoian.3 Si no bastara, echó a rodar la leyenda de haber estudiado en la Academia Julián, de París, y de haber sido -en esa misma ciudad- alumno de Wassily Kandinsky.

La crítica insiste en que Gorki actuó de ese modo por estrategia, y por saber que su querida Armenia poco o nada significaba para los norteamericanos. Pero como tampoco podía esconder su acento y su apariencia extranjera, terminó por escoger una identidad menos llamativa, es decir, una que no provocara rechazo o extrañamiento. Usando de pretexto la masiva inmigración rusa a Norteamérica, optó por inventarse un pasado ruso, y una línea genealógica que, en su fantasía, lo vinculara con el escritor Máximo Gorky. Si no perfecta, al menos se trataba de una buena máscara.

A solas, sin embargo, el pintor de origen armenio seguía siendo quien era. De sobra se sabe que ningún pintor auténtico puede crear un arte verdadero asumiendo una falsa identidad y unos recuerdos impostados. De modo que la única verdadera fuente de inspiración se halla en nuestra propia experiencia, en los dolores y alegrías que proporciona el hecho de vivir. Y fue en el oscuro magma de su Armenia natal donde Arshile Gorky halló las verdaderas motivaciones de su pintura.

9. Las distintas etapas de su obra plástica recorren un largo y complejo camino que se inicia como estudiante de la New School of Design de Boston -primero- y de la Grand Central School of Art de New York -después-, donde incluso llegaría a impartir clases desde 1926 hasta 1931. Durante casi una década se dedica a pintar paisajes. Basta un simple vistazo a cuadros como Park Street Church, Boston (1924) y Landscape, Staten Island (1927) para comprender que a través de ellos intenta asimilar el legado de la pintura europea contemporánea (los impresionistas y Cézanne en particular). Copia y asimila técnicas y modelos ajenos. Realiza visitas a museos y galerías donde estudia la obra de Monet, Renoir, Sisley, Pisarro y Degas.

La vieja y hermosa foto de 1912, en Van, reaparece en esta etapa y sirve como referente para la elaboración de un par de cuadros: El artista y su madre, de 1926 y 1929, respectivamente. Son obras que a primera vista dan la impresión de estar inacabadas, y quizás lo estén, pues lo más probable es que el artista no haya logrado superar el reto que esa foto le imponía desde el punto de vista existencial y emotivo, consiguiendo solo una lejana aproximación al impacto que la misma tuvo en su vida. No hay dudas de que Gorky trabajó en las dos obras de manera intensa y prolongada, tratando de lograr un efecto que se esforzaba en conseguir. En la primera versión de The Artist and his Mother (60 x 50 cm), se mantuvo trabajando por espacio de una década. El resultado es una pintura que tiene mucho de espectral, no solo por el tratamiento de rostros y manos, sino por las amplias áreas de blancos y neutros que predominan en ella. En la segunda (de igual medida que la anterior), trabajó hasta 1942, y aunque modificó bastante su paleta, no por ello el resultado es menos impresionante. Ignoro si Gorky dio por concluidos los cuadros, o si, sencillamente, se rindió ante la imposibilidad de alcanzar los resultados que esperaba. Lo que sí resulta evidente es que tanto los cuadros como la foto de Van permanecieron rondando su creación casi hasta su muerte, y que la imagen de su madre lo acompañó a lo largo de toda su obra.

Hoy resulta evidente que la verdadera fuerza del pintor armenio no radicaba en su capacidad para trabajar con la imagen humana directa, sino para metamorfosearla y convertirla en un elemento más de sus historias desvinculado de su representación tradicional.

La década de 1920 a 1930 es, para el pintor armenio, un largo período de trabajo con la imagen figurativa que se inicia con bodegones y paisajes influenciados por el punto de vista de Cézanne. Son, en síntesis, obras de un Cézanne que no es Cézanne4. Como bien expresara el crítico estadounidense John Golding: «hay algo casi misterioso en la habilidad que Gorky tiene para mirar a un artista a través de los ojos de otro»5. Pero este necesario aprendizaje tuvo finalmente su término. Empieza a percibirse hacia finales de la década del 30, cuando consigue transformar cada elemento reconocible en algo más personal, introduciéndolo en un ámbito que solo a él le pertenece.

10. El Arshile Gorky que conocemos fue el producto de una intensa y brutal asimilación de los elementos aportados por las vanguardias históricas. Sus primeras lecciones de color las obtuvo del impresionismo. Del cubismo -y en particular de Braque y Picasso- aprende el proceso de análisis y síntesis. Del surrealismo se apropia de sus profundos vínculos con el subconsciente y el mundo onírico. Solo la lección abstracta le permite fundir todos esos conocimientos y proyectarlos de modo eficaz en su obra. Y en el umbral de este nuevo capítulo será decisivo su contacto con la obra del catalán  Joan Miró y el chileno Roberto Matta.

Vayamos despacio. Basta con observar los cuadros pintados por el armenio entre 1930 y 1940 para comprender la influencia que reciben de dos españoles: Joan Miró y Pablo Picasso. Son las cotas a través de las cuales comienza a desplazarse el interés del artista, y si una apunta (con Picasso) hacia el terreno figurativo, la otra señala (con Miró y Matta) hacia la abstracción. Y en la medida que el interés de Gorky se desplaza de la figuración a la abstracción se debilita una influencia y se fortalece otra.

Quien haya visto el cuadro Khorkom (1938) habrá percibido en él un punto de giro que no está presente en otros anteriores. Aunque todavía de manera un tanto esquemática, apreciamos allí la síntesis de color y forma que Gorky parecía buscar a través de otras vías, y que sólo obtuvo al verter en los moldes de la pintura moderna sus recuerdos de Armenia.

Con justicia, Golding aprecia que la influencia del artista catalán se hace todavía más evidente en el Jardín de Sochi, una serie pintada por Gorky entre 1940 y 1943. Según el crítico norteamericano, la obra de Miró resultaba bastante familiar para el armenio, quien había tenido la oportunidad de apreciarla en la Valentine Gallery, en 1928, y también años más tarde, en una exposición celebrada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Y considera que «Gorky se apoyó con tanta fuerza en Miró como en Cézanne o Picasso, pero la deuda fue en el primer caso mucho más compleja, y el resultado final posiblemente de consecuencias más profundas» 6.

Por otra parte, la influencia que recibe de Matta se inicia con la amistad entre ambos a partir de 1940. Si bien pudo haber sido una influencia recíproca, en el caso de Gorky se hizo mucho más evidente al tomar prestado del chileno algunos de los elementos característicos de sus cuadros. Y también por introducir progresivamente una concepción del espacio semejante a la de éste. Su legendaria capacidad de asimilación le permitiría ir sustentando las bases de un nuevo concepto de pintura conocido como over-all, es decir, de echar la pintura sobre el lienzo con total y absoluta espontaneidad, y sin tener en cuenta un punto o centro de atención. Mirando, pues, de manera retrospectiva, no es poco lo que la pintura norteamericana de esos años debe a este inmigrante.

11. El Jardín de Sochi es, pues, un reencuentro definitivo entre el niño armenio Vosdanik Adoian y el pintor norteamericano Arshile Gorky. A partir de esa serie vemos cómo uno y otro se funden rápidamente en una misma y secreta identidad en la que cada cual aporta lo que le corresponde: al niño, rememorar las viejas historias que su madre le contaba. Al pintor, la función de traducirlas a un lenguaje moderno. Para Golding, la serie iniciada en 1940 constituye «la línea divisoria entre aquellas obras en las que Gorky hace referencia explícita al arte de otros y aquellas en las que canta con una voz totalmente propia» 7.

Tal visión, estrenada desde lo alto de su madurez artística, no sólo le permite el hallazgo de soluciones plásticas novedosas, sino teorizar sobre su desarrollo como artista. En una carta de noviembre de 1946 escribe a su hermana Vartoosh: «Estoy convencido de que soy un producto de tres ideas. La primera es Makrutyun, la segunda Danjank y la tercera Hasnutyun». Y le explica que su vida artística ha pasado por esas tres experiencias.

Para Gorky, el Makrutyun es «el momento de la pureza y las necesidades sencillas, de los pensamientos sencillos y sin tensiones. La sencillez es la posesión de la pureza». Tan pronto como el artista avanza más allá, conoce el Danjank, etapa relacionada con el dolor, las tensiones y la confusión. «El Danjank –explica Gorky a su hermana Vartoosh- es doloroso pero necesario. Activa la mente y el pensamiento» porque «la pureza innata de la mente nos alimenta sólo hasta cierto punto». La tercera fase sólo es posible por la acción de Danjank sobre el Makrutyun, que provocará Hasnutyun. «Tal enfrentamiento es necesario. La lucha, la odisea para aprender más no puede ser resuelta mediante esfuerzos poco entusiastas. La búsqueda es demasiado dolorosa, demasiado profunda. Exige celo e intensidad. También se necesita una autocrítica despiadada. (…)».8

Los cambios se aprecian, sobre todo, en un género como el paisaje, al que -con otro concepto- regresa en 1942, después de tres lustros. De su nuevo contacto con la naturaleza surgen cuadros como La cascada, de 1943, donde hallamos al artista en la plenitud de sus facultades. Ahí están ya, en acción, todos los ingredientes de su pintura: la mancha espontánea y los efectos de transparencia, el trazo libre que unifica y pone en contacto los diversos elementos del cuadro, el espacio que lo mismo avanza que retrocede y las formas naturales sintetizadas al máximo. Están los verdes, amarillos, tierras, ocres y rojos que caracterizarán, a partir de entonces, la paleta de sus cuadros. No es el clásico paisaje concebido por un deudor de Cézanne y los impresionistas. Lo que Arshile Gorky nos brinda es su propia metáfora del paisaje. Y no precisamente del que tiene delante de los ojos, sino de otro bastante más lejano. Lo mismo ocurrirá con las diferentes versiones de Huerto de manzanas (1942-45 y 1943-46) en los que pasado y presente, realidad y fantasía, integran una sola unidad, despojada de cuanto pudiera resultar accesorio. El antiguo huerto de Khorkon vuelve a tomar vida a través de una nueva metáfora, apreciable sólo en un puñado de elementos, la mayor parte de ellos esbozados sobre los rojos, amarillos, verdes y neutros del cuadro.

En esas pinturas, concebidas entre 1940 y el final de su vida, se aprecia una marcada tendencia a la simplificación de las formas. El dripping será uno de los recursos que incorpore a las soluciones empleadas, y hasta el fondo virgen del lienzo entrará a formar parte de la obra, brindándole originalidad y frescura a la misma.

En todos estos cuadros –Pintura y Un año el algodoncillo (1944), Abrazo, camino de la Buena Esperanza II y Mesa paisaje (1945), Amor carbonizado y Juego delicado (1946), El arado y la canción y Estudio para agonía (1947)- destaca el enorme oficio alcanzado por Gorky, la variedad de recursos que puso en tensión, así como la delicadeza de tratamiento. Podría decirse que había conseguido, en vida, lo que muy pocos artistas conocen: el reconocimiento de la crítica especializada y la celebridad.

12. Pero ni aún situado en la cima del arte pudo Gorky alcanzar la plenitud como ser humano. Una vez más Golding acierta: «Sus últimos trabajos se caracterizan por el nerviosismo y por un sentimiento punzante, cierta dulzura de despedida, a mitad de camino entre el dolor y el éxtasis»9.

Todo comenzó en 1946 con el incendio de su estudio donde se carbonizaron una treintena de sus mejores óleos. Después vino una operación de cáncer y, finalmente en 1948, un accidente de coche que le dejó numerosas lesiones, entre ellas la inmovilidad temporal del brazo de pintar. Si todas estas desgracias no hubieran bastado, añadiríamos que sus relaciones con Agnes Magruder, su segunda esposa, empeoraron hasta que sobrevino la ruptura. Y con ella la pérdida de sus hijas Maro y Natasha. Poco después, el 21 de julio de 1948 el pintor Arshile Gorky se suicidaba.

Podríamos preguntarnos qué pudo añadir aquella muerte a una vida tan compleja como la suya. Si era el único final posible para hombres como él.

NOTAS:
1. “El poeta es un fingidor. / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”. (“Autopsicografía”. En: Fernando Pessoa. Un corazón de nadie. Antología poética (1913-1935), Traducción, selección y prólogo de Ángel Campos Pámpano. Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores, 2001.
2. Carta del 28 de febrero de 1938. En: “Una ventana abierta al infinito”, de Matthew Spender (Arshile Gorky, 1904-1948. Catálogo de la Exposición organizada por la FUNDACIÓN CAJA DE PENSIONES y THE WHITECHAPEL ART GALLERY).
3. Según el crítico John Goding, al pintor le dio por afirmar que era pariente de Máximo Gorki. “Aunque, visto desde hoy –añade-, se perciba la huella de su genialidad incluso en las primeras obras, durante la primera mitad de su carrera intentó una serie de imitaciones artísticas con una convicción tan absoluta que, con cierta justificación, podría haberse cambiado el nombre por el de “Cézanne” o “Picasso”, mientras que en otros momentos hacía hincapié en su parentesco con Braque, Matisse, Léger, Masson y, por último, Miró”.
(John Golding: “ARSHILE GORKI: LA BÚSQUEDA DEL YO”. En: Arshile Gorky, 1904-1948. Catálogo de la Exposición organizada por la FUNDACIÓN CAJA DE PENSIONES y THE WHITWCHAPEL ART GALLERY, pág. 15).
4. Esto se aprecia principalmente en cuadros como Paisaje (1927-28) y Naturaleza con flores (1928).
5-6 y 7. John Goding. Op. cit. Pág. 16 y siguientes.
8. Matthew Spender. Op. cit. Pags. 53-54.
9. John Golding. Op. cit. Pág. 25.

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