Por: José Pérez Olivares
Obras: Yuri Obregón
EL DESNUDO COMO LENGUAJE FOTOGRÁFICO Y DENUNCIA
Del libro inédito: El desnudo en el arte y en la vida
Del libro inédito: El desnudo en el arte y en la vida
Una patética foto de Larry Clark nos muestra a tres adolescentes desnudos drogándose en el interior de una pequeña habitación. La instantánea capta el momento en que la chica, sentada en una cama, se inyecta en las venas y recibe la ayuda de uno de ellos, mientras que el otro, sentado también junto a la chica, se muestra excitado sexualmente por lo que observa. Al fondo y en una de las paredes, se aprecia el retrato en blanco y negro de un hombre mayor con una expresión terrible. La metáfora es obvia y nos remite al distanciamiento generacional entre padres e hijos, a la fractura en la continuidad de los valores sociales 1.
Nos referimos ahora a otra de Nan Golding en la que una pareja hace el amor en la misma cama donde también se encuentra un niño pequeño. El contraste está en que mientras la pareja se acaricia y besa, el niño observa al fotógrafo que retrata la escena, de tal modo que éste termina, como en la foto de Clark, convertido en testigo y cómplice de lo que ocurre en esa habitación.
Ninguna de las dos fotos comentadas está hecha para agradar al público. Su propósito es otro: situarlo ante realidades que ignora o pretende ignorar.
Obviamente, artistas como Larry Clark y Nan Golding hallarán siempre más resistencia en ser asimilados a causa de la violencia latente en sus desnudos. Estos tienen que ver con los problemas de la sociedad norteamericana, la marginalidad y el SIDA, también con la promiscuidad sexual, la droga y la muerte.
Pudiéramos suponer que ambos utilizan el desnudo como una llamada de atención y denuncia. Pero las fotos de Clark, según hemos leído, pretenden sólo reflejar «una estética de la marginalidad, de la diferencia social o sexual entre las personas» 2, idea que descarta cualquier propósito moralizante. En este sentido, John Pultz ha observado que las fotos de Goldin «son muy semejantes a las de Larry Clark, especialmente a las del libro Tulsa». Ello se debe –explica el profesor de la Universidad de Kansas– a que ambos «documentan los subgrupos a los que pertenecen: el de Clark, los drogadictos con que vivía en Oklahoma; el de Goldin, los amigos íntimos con que vivió después de huir de casa y de los cuales dependió durante un lapso turbulento y a veces muy autodestructivo de su vida» 3.
El rasgo más advertido de estos proyectos relacionados con la fotografía documental está en la posición que asume el fotógrafo al pertenecer al grupo que fotografía, y admitir «lazos emocionales, económicos y psicológicos» con «la materia de sus temas» 4. Así lo reconoce el mismo Clark cuando dice que desde el mismo momento en que empezó a hacer sus fotos -esto es, en los años 60- quiso fabricarse su propia mitología, su propio universo. «Se trataba entonces –explica- de una mezcla de realidad y ficción, entre lo que yo veía y lo que intentaba formular de esta realidad» 5. No obstante, el caso particular de estos dos artistas podría ser el de aquellos que no pueden evitar que su obra termine convertida en un importante retrato social. La insistencia en mostrar el lado perturbado de cierto sector de la juventud norteamericana, nos induce a pensar que detrás de sus fines aparentemente estéticos y culturales se encuentra el ojo que juzga.
Lo que expreso de Clark y Golding puede hacerse extensivo a Robert Mapplethorpe, un fotógrafo al que Pultz ubica dentro de la tradición homoerótica de la fotografía «de fines del siglo XIX y principios del XX» 6, junto a Von Gloeden, F. Holland Day y Minor White. Sus imágenes fotográficas -repletas de sexo y sadomasoquismo- contienen la visión de un artista gay que además de ser autor se convierte en protagonista de algunas de las fotos. Como bien aprecia Pultz, en las fotos del norteamericano las fronteras entre arte y pornografía acaban por difuminarse, lo que permitió «reanimar el discurso sobre la pornografía en general» 7 y precisar sus términos. Si el escándalo y la frecuente clausura de sus exposiciones personales fueron el halo que lo rodeó en vida, también fue el factor que atrajo la atención del público y la crítica hacia su obra, dándole celebridad a un discurso en el que puede hallarse una notable variedad de imágenes relacionadas con el sexo y la relación sexual.
Mapplethorpe murió de SIDA, lo que pudo ser el broche de oro a una existencia transgresora que dio paso a una visión artística sumamente polémica, aceptada por unos y rechazada por otros.
OBRA DE ARTE VS BELLEZA
En los tres ejemplos citados, el desnudo aparece despojado de emoción y belleza (o de lo que entendemos por tales). Clark nos muestra una juventud en crisis que intenta evadir la realidad mediante la droga y el sexo. Golding y Mapplethorpe van todavía más lejos ofreciéndonos una visión personal donde se abren paso, dentro de un extenso y variado catálogo de crispaciones eróticas y sexuales, el infierno del SIDA y la violencia de género, todo ello como reflejo del vacío existencial de la criatura humana contemporánea.
Al margen de su contenido, estas fotos nos revelan también que la imagen artística no tiene necesariamente que agradar, sino que puede llegar a perturbarnos, algo que suele ocurrir con bastante frecuencia. No están lejos todavía los escándalos provocados por Manet con sus cuadros Olympia y Desayuno en la hierba, y Picasso con su Demoiselles d´Avignon. En ambos casos se aprecian maneras diferentes de enfrentar el gusto estético y la moral al uso por parte del público. En Manet, la repercusión se debió más al contenido de sus obras que a la forma en que éstas fueron representadas plásticamente.
La gran contribución de este pintor al tema del desnudo fue -según explica Carlos Reyero- «la sustitución del desnudo como una forma de arte (…) por una figura desnuda ubicada en una circunstancia concreta, cuyas deudas con esa tradición ya no son recursos para solucionar un problema de representación, ni, aún menos, para proporcionar un velo de pudor» 8.
En Picasso, el escándalo se debió a los cambios formales de su cuadro que terminaron provocando un revuelo en la cultura europea y universal. «Su posición es, pues, radicalmente distinta, en la medida que su pintura no pretende definirse a través de una mímesis con el modelo -hacer un desnudo como un desnudo- sino constituir un lenguaje independiente -el medio de decirlo- a través de alusiones que se consideran suficientes para evocarlo» 9.
Por su condición de reproductor de la realidad fenoménica, el impacto de la imagen fotográfica, manipulada o no, puede ser todavía más grande que el que provoca una pintura, una escultura, un dibujo o un grabado. Pero al margen del medio que utilicemos, es fácil comprender que estos episodios resultan inevitables y tienen lugar cada vez que el artista penetra con fuerza en los dominios de la tradición, justo allí donde la moral conservadora tiene su reducto y es más fuerte. Y si es cierto que la verdad artística acaba imponiéndose, el espectador también tiene sus derechos. El principal de todos radica en poder ignorar o rechazar cualquier obra que se aparte de su gusto. El único derecho que no tiene es a exigir la censura de una obra que aún no asimila o comprende. A fin de cuentas, ninguna censura -sea de orden estético o moral- cambiará nada. La principal fuente de inspiración del artista es la realidad, y enfrentar sus conflictos constituye una de sus principales tareas, y del arte.
VERACIDAD Y FICCIÓN DE LA IMAGEN FOTOGRÁFICA
Lo que señalaba Jean Costa acerca de la imagen fotográfica y su relativa independencia del objeto físico, con el arribo de la era digital adquiere proporciones desconocidas. Ahora, el principal soporte teórico de la fotografía, ser copia y reflejo de la realidad, parece a punto de extinguirse. Vencido por fin el largo camino que va desde su nacimiento a mediados del siglo XIX hasta su consolidación técnica en las postrimerías del siglo XX, la fotografía ha ido perdiendo poco a poco su perfil objetivo para ofrecer otras posibles miradas. No se trata de su muerte, como ayer muchos dijeron de la pintura con el nacimiento de la fotografía, sino de un cambio o «desplazamiento» en sus funciones. Poder alterar una imagen, perfeccionarla o incluso fabricarla fotográficamente, señala otros campos de acción, y permite suponer unas necesidades inéditas hasta entonces, aunque quizás latentes desde hace mucho tiempo. Hoy leemos que «Las grandes necesidades de la fotografía mostradas por un Stiglitz o un Weston, en las que se buscaba una verdad objetiva asegurada por un procedimiento basado en el medio estrictamente fotográfico, se considera anacrónico y, pese al escaso tiempo pasado, inconcebible. Se busca ahora la interactividad, y la presencia del espectador no pasa por el desarrollo de la imaginación sugerida por un Coburn o un Minor White, sino por involucrarse en una arquitectura cuyas dimensiones superan el formato del plano de representación» 10.
Al parecer, con «las nuevas tecnologías en términos de representación de lo real, diferencias de percepción y cambios sociales» revive el viejo debate en torno a la fotografía entendida como «analogía mimética de la realidad» o como «elemento artifactual», porque uno de los fenómenos creados en nuestro presente inmediato es «que fotos falsas pasen por ser reales». Y «cuando se es incapaz de distinguir la verdad de la realidad de la falsedad de lo irreal, la fotografía pierde capacidad de objetividad con la que genéticamente nació, desperdiciando su poder -que no capacidad- como transmisor de información documental» 11.
Entendido el referente como un producto de laboratorio, en el que la imagen obtenida siendo la misma es otra, tendremos que revisar nuestros conceptos artísticos. Desde la invención del photoshop para la creación, edición y retoque de las imágenes, ignoramos qué hay de verdad y mentira en el objeto fotografiado, si el color y la textura de un cuerpo -sus volúmenes y dimensiones- constituyen un reflejo fiel del modelo o simplemente un artificio.
Esta revolución dentro del campo de la imagen nos obligará a reconsiderar lo que entendemos actualmente por desnudo fotográfico, y qué nuevos valores deberemos añadir a la lectura de un referente cuya autenticidad ignoramos, toda vez que su fidelidad a lo real irá quedando relegada, cada vez más, al terreno simbólico, tal y como sucediera al realismo pictórico.
NOTAS
1. Larry Clark es también cineasta y en sus filmes, que no es nuestro propósito comentar aquí, se aprecia una intención parecida.
2. Diccionario Espasa. Fotografía. Dirigido por Juan Miguel Sánchez Vigil, prólogo de Joan Fontcuberta. Espasa Calpe, S.A., Madrid, 2002, pág. 161.
3. John Pultz: La fotografía y el cuerpo. Ediciones Akal S.A., 2003, pág. 146.
4. Op. Cit., pág. 146.
5. En: RvRenard, Le Blog (Internet): Larry Clark ou le photographe de l´adolescence maudite des années 70.
6. Ídem, pág. 157.
7. Ídem, pág. 158.
8. Carlos Reyero: Desvestidas. El cuerpo y la forma real. Alianza Editorial, 2009, pág. 23.
9. Carlos Reyero, op. cit., pág. 24.
10. María del Mar Marcos Molano y Santiago Sánchez González: La Fotografía (epígrafe 7.7: La «post-fotografía»). En: La cultura de la imagen. Editorial Fragua,
Madrid, 2006. Pág. 251.
11. Op. cit. Págs. 251-252.
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